Talleres en Orán

Orán es para nosotros especialmente valioso. No sólo por la gente que fuimos conociendo, sino porque fue un lugar al que, llegando sin conocer nada ni nadie, e incluso arribando un poco de casualidad, pudimos tener encuentros muy intensos y realizar dos talleres, ambos en la Casa de la Cultura.

El preludio es para muchas cosas a pensar respecto a la gestión cultural. Llegamos a Orán un viernes, pensando en estar de paso, un par de días, para escribir en el blog y volver a partir. Sin embargo, el sábado, caminando por una calle céntrica, nos topamos con la Casa de la Cultura. Se nos ocurrió entrar y, en seguida, nos pusimos a conversar con una mujer que resultó ser su directora: Constanza.

Desde ahí se fue armando el panorama: hablamos de hacer los talleres, surgió la posibilidad de tocar en un bar (lo que efectivamente hicimos) conocimos otras personas, conseguimos alojamiento y hasta nos facilitaron varias comidas. De pronto, teníamos mundo en Orán.

La propuesta fue triple: por un lado, hacer un taller con jóvenes. Por otro, uno con adultos, en lo posible docentes, bibliotecarios u otros actores del mundo cultural. El tercer punto, y cruce, era armar un grupo de jóvenes mediadores culturales, al modo que hacemos, en Santa Cruz y en Buenos Aires, con Puentes Culturales. Hoy, yéndonos, la sensación es que tal vez este tercer punto era demasiado ambicioso, aún cuando nos encontramos con un grupo bárbaro de jóvenes y adultos capaces de continuarlo.

El análisis de por qué no lo voy a hacer en esta entrada. Voy a dejarlo más adelante, es complejo y largo. Sí quiero contar un poco acerca de cómo fueron los talleres.

Desde la semilla - Taller con jóvenes

Aunque tras una convocatoria en una escuela creíamos tener un grupo de unos veinte chicos, finalmente estuvieron sólo los que venían con invitación especial, de un grupo de teatro y uno de comunicación, además de una chica invitada por su madre, que había sido convocada al taller de los adultos. Eran unos doce.

Trabajamos en la biblioteca de la Casa de la Cultura, un espacio lindo, luminoso, amplio, aunque con un problema, esa tarde: al lado, en el auditorio, dentro del mismo edificio, era la presentación de las chicas que iban a participar de la elección de la Reina de Salta. Así, ya desde el comienzo, música pop, gritos de gente, pruebas de sonido, fueron parte también del ambiente con el que contábamos para el taller. Por suerte, en ningún momento se rompió el microclima.

Decidimos hacer el taller de la tierra, de la misma manera que lo habíamos hecho en Valdocco. Un poco para seguir asentándolo, un poco para probarlo con otras personas.

Comenzamos, así, con un trabajo de caminata, y juego involucrando al cuerpo. Luego un recorrido imaginario, con la palabra y con ojos cerrados, de la semilla al florecimiento del árbol, llevando también al cuerpo desde el estar acurrucado a la expansión hasta las puntas de los dedos.

De ahí, fuimos a la recolección de palabras. Ese momento duró más de lo que pensábamos. Habíamos conseguido un equipo de música, y pusimos, de fondo, a Debussy. El clima se armó intenso, y los chicos, en el suelo, escribían. Cortamos luego de un rato, para seguir con el trabajo corporal, cuando ya parecía haber necesidad de un movimiento.

Vino más trabajo corporal, agitando de vuelta, moviendo, y, tras dar unas vueltas con los chicos quietos en sus lugares, recitando el poema Pachamama, de Roberta Iannamico, la propuesta de escribir, tomando como disparador su comienzo: "Presa del aburrimiento / empecé a cavar / como sin darme cuenta".

Arrancaron a escribir, estando prácticamente todos en el suelo. Mientras tanto, afuera, llegaban los latigazos sonoros de la elección de la reina, y cada tanto alguien entraba y salía. Y durante ese rato fue que comencé a pensar y repensar acerca de las intervenciones que hacemos o no en los procesos de escritura (ver entrada La expresión creadora).

La puesta en común, luego, fue interesante. Todos, salvo una chica, eligieron compartir sus textos, y algunos hicieron reflexiones y preguntas interesantes acerca del taller, el arte y la escritura. Conversamos acerca de los modos de trabajo de algunos escritores, por inquietud de Luz, Luis contó que él siempre se preguntaba si hacía bien en meterse en actividades culturales, o si no sería que lo hacía sufrir más (ver entrada preguntas, preguntas, preguntas) Juan leyó su texto llorando y luego contó que le traía recuerdos. Antes de eso, había dicho que su texto no tenía sentido.

La balanza poética - Taller con adultos

Al taller de adultos vinieron, además de algunos convocados especialmente por Constanza, muchos alumnos del profesorado de Lengua y Literatura, a los que fuimos a invitar en sus clases el jueves por la noche. Eran unos veinticinco, de distintas edades, que, aún cuando estaban ahí, no tenían demasiado claro a qué habían venido.

Para esa vez, aunque muy sobre la marcha, decidimos hacer el taller del número 2, o la balanza poética (aún no encontramos un nombre lindo), retomando parte de lo que yo había hecho en Valdocco con los del Terciario para articularlo con un trabajo cultural que explorase las dicotomías. Sin embargo, con la decisión apurada de cambiar la planificación, conmigo ya enfermo, sintiéndome bastante mal, resultó muy exigido. Y aunque el taller salió bien, y salieron cosas muy interesantes, para nosotros fue bastante desgastante.

No voy ahora a ir punto por punto. El taller también tuvo una secuencia intercalada de cuerpo y palabra, con un momento de ensoñación con ojos cerrados, y una puesta en común al final. Prefiero ahora destacar algunos momentos sueltos, que fueron ricos para seguir trabajando.

- Uno de los cambios de la planificación resultó, finalmente, bastante acertado. En vez de la recolección de palabras sueltas de la nada, se me ocurrió hacerla con los libros. Entonces, al terminar la parte corporal, fui armando una enorme oferta, en el piso, a la que invité atacar con la consigna de "para cuerpos renovados, palabras novedosas" (no era eso exactamente, pero no me acuerdo cómo era tampoco). Cada uno podía buscar, en los libros, palabras para recolectar, usando la hoja como canasta. De distintas sonoridades y sentidos, agudas, graves, esdrújulas, con muchas aes o íes, con mucha consonante, en otros idiomas, palabras perdidas y recuperadas, de todo había que traer.

Ese ejercicio fue uno de los más rescatados en el cierre. El comentario, que les había gustado la parte de los libros. ¿Por llegar al libro de otro modo? ¿Por el juego de lo raro? ¿Por la "canasta", que alguien destacó en su comentario? No sabemos, pero gustó. Para tener en cuenta.

- El trabajo con el cuerpo costó más. En parte, porque no sabían a qué venían. En parte, por ser adultos en un contexto tal vez demasiado cercano al de su estudio. Pero, en algunas consignas más movidas, no se animaban mucho.

La censura apareció también, y mucho, en la escritura. En este caso, todos hacían referencia a un docente en particular, en el profesorado, que suele ser muy irónico. Pero podemos sospechar que la escuela, mucho más en general, es también la que ha construido esa reja. La escuela, porque es el lugar al que muchos hacían referencia como único espacio de escritura. No todos, pero unos cuantos, dijeron no escribir más que para el profesorado o la escuela. Y recordemos que es un profesorado de Lengua.

- Otra cosa que destacaron mucho fue que "nunca vienen cosas así a Orán". ¿Qué serán cosas así? ¿Por qué no vienen? ¿Por qué tienen que venir, y no se puede traerlas, si es que hay ganas? La queja venía, en principio, de que por eso costaba escribir más sueltos. Pero que a la vez les venía bien. Aún así, a ninguno se le ocurrió preguntarnos si íbamos a volver, o preguntarnos por otra gente que pudiera ir, a hacer actividades del estilo.

¿Hay interés, realmente? ¿Lo dicen sólo por compromiso? No daba la sensación, pero entonces, ¿por qué no se ocupan de insistir, de buscar, de presionar a la Casa de la Cultura, al profesorado? En ese sentido, la sensación es que nos seguimos moviendo ante la pasividad e impasibilidad, haciendo algo que muchos se quejan que no hay, pero después nadie mueve un dedo para que haya.

(luego vendrán fotos)

Cinco textos cinco
(del taller con los adultos, de gente que, cuando le ofrecimos, decidió que los pongamos. Si entendí mal la letra, avisen de las correcciones que hagan falta)

Noche y día

La noche fárrago colosal;
el día manuscrito tedioso,
paisaje exhaustivo...
La noche y el día... mutilados
ajuar, furor y sequía...

En verano, el día
trenes, marabríes...
La noche, generosa, prolifera
un paisaje colosal

Melina


Muertos chorrean frío
tonel felicísimo Miré
adueñando pánico estridente
leve morbo fantasmal
rojísimo vértigo jurado
estremecí "Mnnj"

La noche
El día y la noche en sus
pechos cobijaron y anidaron
a la joven que caminaba
sin rumbo, junto a su
compañera... la soledad

El día
Clara mirada, reflejante...
clara de colores, formas y olores
clara pureza, libre de miedos ocultos
clara señora plena de juventud...

Laura Ramírez

La noche y el día
- La noche viene llegando plutónica y desgalichada.
- El día se está apagando compungida con el azar de las flores
- La ncohe viene llegando con dentelladas de estrellas.
- El día se está apagando entre cenizas en la hoguera
- La ncohe viene llegando dorita y paciente
- El día se está apagando jocundo e inhóspito
- La noche viene llegando solita y radiante
- El día se va apagando con el cantar de los pájaros

Cintia Noelia Aráoz


La noche memoria, conciencia, silencio y ayer.
El día lejos, resplandor y senderos.
La noche imágenes, ideas, recuerdos.
El día contemplación, jerarquías, justificación.
El día y la noche ruidos y silencios;
soledad y encuentros; fantasías no contadas
esperanzas atesoradas en lo profundo de mi alma

Giselle Cruz


Criatura
Criaturas terrenales somos. Criaturas que tomamos la formas de un animal fértiles y quizás supremos.

Criaturas frutos del vivir. Terrenales somos deseosos del fruto que no tenemos y que queremos alcanzar.

A veces dañino en el pensar, por querer ser perfectos.

Criaturas de tierra con el torso desviado. Miramos el cielo, pero no podemos despegar del vuelo.

Ariel César Garzón

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