Los objetivos

Hay una pregunta que surge recurrentemente en los talleres, al hacer puesta en común: ¿Cuál es el objetivo del taller?

Inevitablemente, también nosotros comenzamos a meternos más en este interrogante. Ya que, aunque desde el principio sí tenemos planteados algunos objetivos, tanto en las presentaciones que hacemos como en nuestras conversaciones, nunca viene mal volver a pensar las cosas más básicas. Sobre todo, con los aportes de la gente con la que vamos trabajando.

Cada vez que nos preguntan por los objetivos del taller, solemos devolver la pelota: ¿Cuáles piensan ustedes que son los objetivos? Así, no sólo intentamos instaurar un espacio de pensar juntos (que cada vez me parece más y más importante) sino que podemos tener un panorama más amplio de qué es lo que está pasando con los talleres. Y de cómo los participantes se representan lo que pasa en los talleres.

Lo extraño es que las miradas nuestras y de los otros casi nunca coinciden.

Por ejemplo, nosotros hemos escrito, en el documento que entregamos a las personas que pueden estar interesadas en los talleres, tres objetivos principales:
  • Propiciar la expresión creadora en personas que habitualmente no tienen esa posibilidad
  • Sensibilizar a los participantes con una gama amplia de lenguajes artísticos, no para formarlos como artistas, sino para que puedan disfrutar de ellos
  • Generar espacios comunitarios donde se integren el pensar y el sentir, desarrollándose y resignificándose así los vínculos sociales y símbolos que los enmarcan.
Casi nada de esto aparece, sin embargo, en las puestas en común, a menos que lo digamos nosotros. Para dar un ejemplo, ayer, en el primer taller con la gente que trabaja en MUSOL (una organización que trabaja con viudas e hijos de mineros fallecidos) la recopilación que pudimos hacer al preguntar cuáles pensaban ellos que eran los objetivos, fue la siguiente: para un mayor autoconocimiento, para relajarse, para autovalorarse más, para tener otra mirada sobre los niños, para ver que todos somos capaces de hacer cosas que no pensamos poder hacer. He aquí una muestra de lo que se dijo, más o menos.

Aunque hay algunos elementos que sí están muy relacionados con los que proponemos (sobre todo el ver que somos capaces de cosas que no pensamos y la mirada sobre los otros) otros son, para nosotros, muy laterales, y otros, que son centrales (como la expresión y la poesía) ni aparecen.

O, en realidad, lo hacen también de manera lateral. Elizabeth, una de las participantes, comenzó una de sus frases comentando lo que le pasaba al "decir que era una mariposa". En ese decir distinto, pasaban otras cosas. Yo lo retomé, luego, para realizar otra pregunta, para que se lleven en la semana, junto con un texto de Graciela Montes (De la consigna al enigma) y retomar el viernes: ¿qué tiene que ver la poesía con todo esto? ¿Qué tiene que ver con el trabajo que ellos realizan cotidianamente?

Veremos, con esto, qué pasa el viernes, que tenemos el segundo encuentro.

Ahora, volviendo a la pregunta por los objetivos, ¿cómo tomamos esto nosotros? ¿Deberíamos decepcionarnos porque no se cumplen, al menos en la mirada de los participantes? ¿O las cosas que pasan son igualmente importantes, aunque no sean las que planificamos, las que nos proponemos? ¿O será que las palabras para hablar del espacio poético aún no existen? ¿O que el reconocimiento del espacio poético (que todos, pero todos, tenemos) y su puesta en juego en estos contextos lleva más tiempo? Tal vez, probablemente, una mezcla de todo. Pero claro que son bienvenidos comentarios.

Mientras tanto, hay dos temas que vienen siendo conversados por nosotros bastante, al hablar de los talleres. Y tienen mucho que ver con todo esto.

El relajamiento

"Relajamiento" es una palabra que apareció en casi todos los talleres que hicimos en Tarija, y reapareció ahora, en Potosí, con una especie de sinónimo, "desestresamiento". Al preguntar cuáles eran, para ellos, los objetivos de los talleres, y qué era lo que habían sentido durante el taller (dos preguntas íntimamente asociadas) el relajamiento era la respuesta mayoritaria.

¿Qué es el relajamiento? Y, ¿por qué aparece tanto?

En principio, aparecía muy asociado a ciertos momentos de los talleres. Cerrar los ojos, echarse en el piso y seguir un camino imaginario, orientado a través de nuestras palabras. Todos los talleres tienen momentos así, y son muy valorados.ç

Sin embargo, ¿por qué son los que predominan en la puesta en común? ¿Es la única forma de denominar ese "estar en poesía" del que habla Laura en La construcción del camino lector? ¿Es lo que predomina en vidas muy estresadas, muy a las corridas? ¿Es una necesidad grande de intimidad que no está en otros momentos de la vida cotidiana, y que aparece como base necesaria de cualquier poesía? ¿O no tiene nada que ver con la poesía y el taller se desliza hacia otros objetivos que no fueron los planificados?

Nuevamente, no tengo la respuesta, y creo que valen más las preguntas.

Pero respecto a esto de los objetivos no planificados, hay también algo que pensar. Si elegimos el trabajo con la poesía (el espacio poético, no el género literario) es no sólo porque es algo que disfrutamos y nos gusta, sino también porque nos parece muy necesario, hoy, en este mundo. Algo a lo que poca gente le da bola, a lo que muchos le tienen mucho miedo. Y que con más razón, entonces, queremos defender, hacer lugar, legitimar, hacer crecer, regar. En este sentido es que la pregunta por los objetivos puede tener relevancia. No porque el relajamiento (suponiendo que esto sea simplemente desestresarse) no sea importante, sino porque el campo que elegimos nosotros para estar es otro. Y que tal vez el relajamiento sea algo más fácil de conseguir, y los talleres se estén deslizando hacia ese lado.

Pero me remito a las preguntas de antes, nuevamente, para seguir pensando.

El juego

En los últimos talleres en Tarija se instaló una parte que, pareciera, vino para quedarse: el juego. No porque la poesía no sea juego, porque la escritura no sea juego. Me refiero con esto al juego en su acepción más acotada: juegos con pelota, simples, que no tienen más objetivo, para nosotros, que el jugar.

Nos pasamos, así, entre media y una hora jugando, luego de una entrada breve con susurrador y relajación. Y de ahí entramos más de lleno en la palabra, la plástica, las ensoñaciones, la música.

Tomaron fuerza por varios motivos: permiten construir una buena energía con el grupo, dan lugar a conectarse con el aquí y ahora, nos dan lugar a ir aprendiendo los nombres. Pero al mismo tiempo, varias veces nos (o me) dio la sensación de que invaden el taller no dejando lugar para otras cosas de energías más sutiles. Y que la segunda parte queda relegada, ya sea por cansancio, ya sea porque los participantes se quedan conformes con el jugar.

No estamos seguros de que sea así. Y aún así, es posible que, en algunas ocasiones, se de no tanto por la dinámica en sí sino por no tener un espacio adecuado, por la excesiva cantidad de participantes, entre otras cosas. Pero nos dispara la pregunta. ¿Hasta dónde incluirlos? ¿Por qué y para qué? ¿De qué maneras?

Seguiremos investigando

De chicos y grandes

Ayer estuvimos hablando de que me interesa mucho las resonancias, relaciones, que tienen lo que pasa en la crianza cuando uno es bien chiquito y cómo es cuando crece.

Hablábamos de lo difícil que es poder verlo, ya que entran una cantidad de variables imposible de abarcar.
Pero muchas veces es clarísimo, viendo quizás personas distintas, pero como las relaciones, las experiencias de chico lo marcan a uno y le dejan formas de hacer las cosas, formas de relacionarse con los otros, con las cosas.
Ahora, habiendo leído Las herencias I, (que me resuena y me expresa por todos lados) pienso también en las herencias positivas digamos. Ayer, observando a una familia con su beba pensaba más en lo otro, de alguna forma en todo lo que recibimos las personas para trabajar digamos, para transformar. Pensaba también y pienso, en lo distinto que debe ser un padre o una madre, que se pregunta cosas, que va cambiando, que se modifica, que hace terapia o lo que haga para ampliar su espacio poético, para repensarse, para ser conciente de sus debilidades y uno o una que no lo hace, que sigue derecho, sin cuestionarse la forma de hacer las cosas, que no se pregunta.
Sin dudas después de pensar un rato siempre llego a una conclusión parecida y es que lo "mejor" es intentar un equilibrio.
Porque tanto Mar como yo tenemos quizás demasiadas preguntas, quizás nuestras familias se piensan demasiado, no lo se. No estoy seguro y tampoco se del todo si él piensa lo mismo. Pero aunque sea yo, más de una vez sentí ganas de seguir más derecho y preguntarme menos.
En este momento elijo preguntarme, creo que está bueno, pero muchas veces veo personas que siento que viven como si fuera de una manera más simple, algo así. Y siento que son más felices.
Y nuevamente pienso que lo que está bueno es el equilibrio.

Ahora, por momentos me voy un poco más al extremo y siento que un padre o una madre que no se pregunta nada, está siendo.... No se... Pero algo negativo con los hijos.
Sin duda siempre se le pasan mambos a los hijos y no quiero que se entienda que para mi los padres y madres tienen que ser de determinada forma con los hijos o ser algo que no son. También creo profundamente que uno como padre transmite lo que es y no lo que intenta ser o lo que dice.
Pero por eso me parece que está bueno repensarse, tranformarse, buscarse, encontrarse, desencontrarse, seguir buscando, disfrutar mucho, eso todo lo que se pueda.

La verdad que siento que me estanqué.
Que cualquier cosa que ponga ahora es aseverar cosas que no si están buenas, que no se si son realmente lo que pienso, vinieron muchas preguntas. Viene también un poco de miedo de pecar de soberbio al pensar que yo tengo la posta y que los demás están haciendo las cosas mal. Es tan delgado el límite que a veces me da mucho miedo, es como un precipicio.

Bueno, por ahora lo dejo acá.

Ojalá comenten, así se mueve...

Los usos de la palabra II

I - Las palabras prohibidas

No se qué palabra era. No llegué a escucharla. Pero la niña, de la mano de su abuela, repetía: "No voy a decir más esa palabra". Tal vez tendría cuatro años. La abuela le explicaba por qué. Aunque no llegué a escuchar las razones con mucho detalle, tenía el tono de quien imparte.

Iban adelante mío, caminando por la calle 15 de Abril, y junto a ellas estaban otras dos mujeres, más jóvenes. Una, creo, era la madre.

Se detuvieron en un negocio, y la abuela se despidió, sonriente. Satisfecha, creo, por su tarea.

¡Qué difícil, tan temprano, empezar a resignar palabras! Prometer no decirlas más.

II - La casa de palabras

El otro día, en Tarija, llegamos temprano a nuestro albergue muncipal, donde paramos, y aproveché para sentarme a leer. No tengo libros de poesía, pero sí algunas hojas sueltas. Entre ellas, una carpeta con poemas de Mercedes, que ella me obsequió hace dos años. Son poemas escritos leyendo a Madariaga. Y me invadió una gran emoción al leerlos.

Escribí algo cortito, esa noche:

Acostado en la cama, de viaje, en un lugar ajeno, aunque cómodo, sentí que es muy fácil construir una casa. Me alcanza con la poesía. En cuanto entro en ese mundo, me conecto no sólo con el imaginario del texto, sino también con muchos otros montones de lugares y momentos en los que leí poesía.

De pronto, con una acción mecánicamente tan sencilla, la lectura, se produce algo tan inmenso, tan intenso. Es una certeza de la maravilla, del asombro. Más exactamente, de la posibilidad misma de asombrarse.

Y es también un asomo, un asomarse. Porque el mundo, con la poesía, ensancha dimensiones, multiplica rincones, abre caminos. Hace inmensa la diversidad del universo. Y uno, que se queda en un pequeño punto del mapa, apenas, se sabe ínfimo y también capaz de caminarlo mucho, de recorrer, que hay mucho alrededor.

Me da ganas, ahora, de compartir la poesía con todo el mundo.

Va uno, como para darme el gusto.


Liviano el peso del perfume
Liviano el paso del cielo
Hoy.

Mercedes Mainero


III – Las comunicaciones interrumpidas

Comienzo a hablar de mails, en esta entrada. Habrá más.

Simplemente para algo que me llamó mucho la atención.

En Tarija, como ya escribí, trabajamos con unas 180 personas. A todas les dejamos los mails. Muchas se mostraron particularmente interesadas por tenerlos.

Ni una sola nos escribió. Aún cuando dijimos, aclaramos, que nos encanta que nos escriban, aunque sea para decir “Hola”, y más si es para compartir otras cosas. Que nos encantaría que puedan leer el blog y comentarlo. Que nos encantaría seguir conectados, comunicados.

Ni una persona. Hay razones varias, seguro, pero igualmente es llamativo. Y qué pena, sobre todo.

IV - El arte de la dedicatoria

Cuando hacemos regalos, las personas solemos escribir algo acompañando el acto. Unas palabras breves, en una tarjeta, en una hoja del libro, si es que es un libro lo que regalamos, en un rincón del objeto obsequiado, tal vez.

La dedicatoria es un género de escritura que me gusta mucho, y al cual, ahora que me pongo a pensar sobre el tema, le dedico un lugar que disfruto: muy en el presente, con espontaneidad y tratando siempre de dejar aparecer palabras distintas, disparadas, en general, por la persona a quien van dirigidas. Disfruto mucho de las escrituras dirigidas hacia alguien. En realidad, creo que siempre se escribe para otra persona. La escritura es una relación social, pero lo digo, esto, en el sentido más vinculado al afecto, al encuentro entre personas. Eso digo cuando digo relación social, y no el juego de posiciones que cierta antropología que me aburre enormemente se complace en usar aquí y allá.

Muchas veces, claro, las dedicatorias que me hacen no están marcadas por la misma relación con la escritura. Algo así pasó en Tarija, y paso a contarlo, como algo que me llamó la atención. Es un ejemplo más de situaciones que viví otras veces, pero valdrá también por otros.

El último día en Tarija, un grupo de los Amigos sin Fronteras (ver entrada Juventud, juventud) nos invitó a almorzar. Al terminar la comida, sacaron unas bolsas en las que habían traído regalos para nosotros dos. Y en uno de ellos, una pequeña plancha de cuero con una frase sobre la amistad, empezaron a escribir las dedicatorias, pasándolas de mano en mano.

No creo que tenga sentido reproducir literalmente los textos, pero había frases tales como “te voy a extrañar”, “sos una persona genial”, “TKM” (abreviación de “te quiero mucho”) escritas incluso por gente que habíamos conocido esa misma tarde. La sensación era de que esas mismas frases, quizás con ligeras variaciones, deben estar en todas las dedicatorias, sin importar demasiado a quién. Como si hubiera un repertorio (me gustó acá esta palabra) en el que, según el humor, el azar, y algo de la persona a quien va destinada la dedicatoria, se buscan elementos para armar el texto.

Y no es que todos lo géneros conversacionales y géneros de escritura no tengan repertorios o fórmulas. Simplemente que éste me resulta un tanto acotado, y con una referencialidad llamativa: ¿realmente podrían asegurar que nos quieren mucho? ¿Qué significa esto?

No estoy juzgando la verdad o falsedad de los enunciados, no. Simplemente marcando como ciertas frases que, si las tomamos literalmente, tienen un gran peso, pueden usarse de manera más formal, automática, en ciertos contextos.

Y tampoco estoy juzgando la existencia de lenguajes formularios, de frases hechas. Que son necesarias, y mucho. Simplemente me pregunto, ¿qué pasaría si hubiera posibilidad de comunicarse de otra manera en estos contextos, de aprovechar realmente el poder que tiene el hecho de hacer un regalo? Y, ¿por qué no se escribe de otra manera, por qué se usa este lenguaje? ¿No está la costumbre? ¿No están las palabras? ¿Hay miedo de relacionarse de otro modo?

Una aclaración más: nada de esto quiere decir que no nos gustaron los regalos, y menos el gesto: fue algo hermoso, e inesperado. Simplemente es una reflexión sobre los usos de la palabra. Por algo está en esta entrada.

Muchas veces pienso que lo más potente de un taller de escritura tiene que ver con enriquecer escrituras más cotidianas, comunicaciones de todos los días: un mail, un mensaje que se deja avisando que no se vuelve a comer, una invitación a un cumpleaños. Una dedicatoria de un regalo. Y no necesariamente un poema, un cuento, una novela. Creo que eso nos enriquece mucho más la vida.

Vuelvo a la frase que tanto me gusta, de Gianni Rodari: “todos los usos de la palabra para todos, no para que todos seamos escritores, sino para que nadie sea esclavo”.

V – Algo hermoso

Unas palabras, un poema que me compartieron hoy por mail. Y que me emocionó.

Como no pedí autorización aún, lo publico anónimo. Luego se verá si va con nombre o no.

Como sea, y siguiendo con lo anterior, me parece un hermoso lugar para que exista. Y de paso me saco otro gusto y comparto con ustedes.


no hay línea más perfecta
más certera, endeble y profunda
lejana y constitutiva
que la pincelada azul
pleno
del horizonte marino

mis ojos se deslizan
livianos
por ella


Paloma Herrera (ahora ya recibí la autorización, claro que no es la bailarina, sino una amiga)

VI – Otro algo hermoso

Esto me lo escribió mi viejo antes de salir, por mail también (qué medio potente, ¿no?). Y le pedí que me lo imprima, así me lo llevaba. Lo tengo en un sobre papel madera, pequeño, doblado. Y lo abro cuando quiero la certeza de que las certezas no existen. Cuando quiero una voz grave que me lleve al mar. Cuando quiero un abrazo.

También publico sin autorización, pero no puedo evitar la referencia, ahora, no puedo decir que no es de él. Aparte, como para que vaya asumiendo su condición de poeta.

Un viaje. Muchos viajes

Toparse con puertas desconocidas ,imaginadas, otras .
Elegir caminos, dejar espacios.
Transfigurar imágenes.
El pasado descubierto, recreado, fundido con nuevas historias.
Cruzar ríos. Salir mojado . Secarse. Ser otro.
Alguien, otro, alguna, muchos .Todos. Encontrarse, compartir.
Reir, llorar, extrañar.abrazar mover leer .Estar. No estar
Solo? Ahora pasa. Me encontré conmigo. Buena compañía.
Viajar leyendo, contando,cantando, musiqueando.escuchando .
y el lugar, las hojas, la tierra, los árboles, los pájaros, un bicho.
Oler , ver , mirar, escuchar, sentir.
Susurrar el silencio de otros,
Miedo. Hambre. Me emborraché.
Alguien para amar por un ratito . Me amó y se quedó . Yo seguí. La volveré a encontrar?.
Puede que todo esto sea un viaje puede que sea otro.

Las herencias II

Otras herencias. En este caso, en relación a un objeto: el libro.

Salí de viaje sólo con tres libros: Don Quijote, Las mil y una noches, La intimidad y la alteridad. Es muy poco para mí, estoy acostumbrado a llevar más. Mucho más. Y a leer, en seis meses, otras cantidades, otras variedades. Pero tomé la decisión no sólo por evitar llevar mucho peso: también con la idea de mantener una rutina distinta en relación con la lectura. Leer lo que encuentro en el camino, releer lo que ya tengo, arreglármelas más con lecturas de otras cosas, llevar poemas que tengo de memoria. Y, también, extrañar (que a veces es hermoso extrañar) mis libros.

Hoy me levanté pensando en lo bien que me hace acordarme de mi biblioteca, en casa. Me abraza. Parte formada por estantes, de guayubira traída de Corrientes. Parte de algarrobo, comprado hace algunos años junto con una cama. Unas más claras, otras más oscuras.

Uno de los muebles, destinado totalmente a la poesía. Creo que todos los días, estando en Buenos Aires, algo de ahí saco.

Las novelas, dando vueltas, hoy, desordenadas.

Los libros de filosofía, antropología, ensayos, etc., que también agarro con frecuencia.

Sentarme en uno de los butacones, en la cama con almohadones, tirarme en la hamaca.

Llevarme la poesía completa de Juan L. a mi tronquito del balcón, y leer con los pájaros.

Sumar a los estantes, luego de devorar, algún Chandler que conseguí en El Banquete, librería a la que no puedo dejar de rendir homenaje.

Elegir los libros que me llevo a un viaje, para leer en el micro, en la playa, junto al lago, en la galería de Imbé, en sus sillones, en la alfombra verde junto al hogar.

Una de las cosas que mucho extraño son los libros. Pero me pone tan contento saber que llego y están, que es un extrañamiento dulce. Una saudade, claro.

Y creo que el acostumbrarme a esta ausencia va a tener lindos ecos, para el futuro. Ya los estoy saboreando.

A veces pienso que esta relación con el libro puede tener que ver con mi herencia judía. Puede ser, no lo descarto. No es sólo eso, claro.

Algo que me viene ahora, muy presente, es como en casa siempre hubo bibliotecas, y siempre todos sus libros estuvieron a nuestra disposición. Y siempre que queríamos preguntar por alguno, había comentarios, historias, respuestas. Que muchas veces salían de los estantes en manos y voces queridas. Que había paciencia para esperar los momentos, también.

Que cada vez que salían de noche, cuando yo era muy chico, me traían un libro como regalo.

Imágenes de librerías, tirado en el suelo explorando, mirando. Buscando, ayudado y acompañado por mis viejos, algún cuento de Sherlock Holmes que por casualidad aún no conociera. Bibliotecas. La luna, donde, recuerdo, no se si directamente o porque me lo contaron, que los libros nuevos colgaban del techo varios días, para generar expectativa. La biblioteca de mi primaria, con Mabel.

Son fragmentos de mi camino lector. Creo que ampliaré, es lindo hacerlo estando de viaje.

Hoy, alguitos sobre el libro, los libros. Como para darme un gusto, ¿no? No porque ahí se acabe la lectura, claro. Habitualmente, en los talleres, defiendo casi en primer lugar la necesidad de pensar la lectura más allá de los libros, en otros soportes, en otros recorridos. Pronto, en Cochabamba, voy a dar un taller sobre libros objeto (busquen en la página www.martadero.org) con la idea de romper un poco las concepciones más cerradas del libro, y hacer otras búsquedas. Y creo que es también toda esa ruptura la que me da lugar, hoy, a encontrarme de vuelta de una forma tan hermosa.

Una saudade tan linda, casa de palabras.

Las herencias I

En este caso, las de la casa, las de la familia, las de las madres, más particularmente.

Tanto Lechu como yo tenemos madres docentes. Que han sido maestras en aula (compartiendo escuela, incluso, y de hecho allí se conocieron) y luego trabajado desde una perspectiva más macro, en políticas educativas o llevando adelante pedagogías al nivel de una escuela.

En ambas casas, siempre se habló de educación. Y en conversaciones en las que participaba toda la familia, cada uno desde su lugar. Se hablaba, entre otras cosas, acerca de los modelos posibles de escuela (incluso hipotetizando con una sociedad cerrando las escuelas) de autonomías, formaciones, de qué significa el concepto de educación, de cómo enseñar, de por qué enseñar. Entre muchas otras cosas.

Se hablaba (se habla, el pasado es porque el año pasado me mudé fuera de la casa familiar) en la mesa de la cena, en las vacaciones, en viajes en subte .Trayendo situaciones que nosotros vivíamos en las escuelas., escenas que leíamos en los diarios, ejemplos que traían ellas del ámbito del trabajo. También en la familia ampliada (la familia de los amigos) en la que todas las mujeres trabajaban también en educación.

Recuerdo conversaciones más o menos apacibles en mesas de celebración de cumpleaños o año nuevo, en las navidades que muchas veces pasamos todos juntos (incluso el año pasado) en Brasil, de viaje veraniego.

Una formación intensiva, para nosotros. Con una seria interacción entre la teoría y la práctica, entre los conceptos y la vivencia. Con un proceso profundo y largo: toda nuestra trayectoria educativa puesta en juego para pensarla juntos.

Mercedes me lo dijo siempre, a mí: no puedo no ser docente, haga lo que haga. Y lo mismo pasa con Lechu, claro, y ni hablar con Juli (con quien también hemos compartido muchos talleres, qué maravilla, ahora que me doy cuenta) y con mi hermanito el Oso, maestro recibido el año pasado. Y pensar que hasta ahora nunca laburamos juntos en estas movidas (una deuda, che, ya vendrá)..

Hablábamos el otro día con Lechu de cómo toda esta herencia es una preparación intensísima, que va más allá de cualquier trayectoria académica. Podemos haber estudiado o no didácticas, pedagogías, en instituciones, pero hay algo que está, muy fuerte, tanto en nuestra formación como en el camino que elegimos.

Nuevamente, digo, bienvenido.

Juventud, juventud


I


De “los jóvenes” se trata esta entrada. Lo pongo entre comillas, aunque no me guste mucho encomillar salvo para cita directa, porque realmente es una categoría demasiado compleja, bastante polémica. Y una categoría, por eso mismo, interesante.

¿A qué me refiero con “los jóvenes”? En parte, a un lugar común en el discurso mediático y educativo. Un lugar común apropiado incluso por los propios nombrados. En parte, también, a un referente con una definición más precisa: personas que están en el colegio secundario o que salieron recientemente de él, y lo tienen aún como un faro presente en el mapa. Que, trabajen o no, no son autosuficientes. Que son solteros.

Claro que la definición, como todas las definiciones, falla y tiene excepciones, pero alcanza para dar una idea de qué estoy hablando. Además, la referencia que intento construir en esta entrada está a medio camino entre el concepto que intenté cerrar y la categoría que puede escucharse a cualquier buena vecina. Creo que una buena antropología debe ser reflexiva en cuanto a su propia producción de conocimiento, y tener en cuenta que los conceptos con los que trabaja son también parte del lenguaje en general, o al menos deben pensarse en ese sentido, si no queremos ser un laboratorio, al menos únicamente.

Y, cito creo que a Roger Keesing, aunque no estoy seguro, es mucho más interesante pensar en alzar la teoría a la práctica que en bajarla.

Pasada la digresión epistemológica, la segunda pregunta: ¿Qué hago acá escribiendo sobre “los jóvenes”? Esto tiene que ver tanto con una búsqueda en una política cultural como con emergentes que se nos cruzan en el viaje.

Quiero decir: si por un lado hace por lo menos seis años que trabajo con jóvenes, formando lo que hoy llamamos mediadores culturales, y lo hago a consecuencia de un trabajo conjunto, reflexivo, que es parte de un proceso, por otro lado ha aparecido tanto en Tarija como en Valdocco (también en Orán y Potosí, pero creo que con menos fuerza) el pedido de trabajar con grupos de jóvenes.

En el primer caso, la apuesta tiene varios motivos, que voy a resumir brevemente: la disponibilidad de tiempo, la posibilidad para cuestionar estructuras (algo que va bien con la poesía)y la energía que suelen tener las personas que son llamadas “jóvenes” en los contextos sociales en los que me muevo más habitualmente. Por estos motivos es que, tanto con los Centros de Lectores como con Puentes Culturales hemos apostado por formar grupos de jóvenes mediadores culturales, para que, como multiplicadores, desarrollen un movimiento cultural a nivel comunitario (los que quieran ampliar, compren el libro, Puentes en el viento, Aique, debe estar por salir). En el segundo caso, la demanda tiene mucho que ver con una serie de representaciones instaladas sobre los jóvenes: que se drogan, que toman, que no sirven para nada, que son vagos, que no leen, etc.

Obviamente no voy a ocuparme ahora de cuestionar esta representación, es un tema harto tratado por mucha gente.

Dos ejes, entonces, que llevan a que me parezca interesante hacer ciertas preguntas: ¿Quiénes son estos jóvenes? ¿Qué intereses tienen (claro que estoy hablando de cada lugar en particular, con cierta posibilidad de generalizar)? ¿Cómo se nuclean, en torno a qué símbolos, a qué dinámicas, a qué valores, a qué lógicas? Esta pregunta me parece muy relevante, en tanto para pensar una política cultural con jóvenes es imprescindible construir una convocatoria, y hacerla sobre las redes ya existentes. Y nuevamente, al igual que con las bibliotecas, quiero rescatar este fragmento de la entrada. Las preguntas, sobre las que ahora voy a avanzar un poco, pero que quedarán dando vueltas para retomar también en otros lados, y, ojalá, para que retomen, cuestionen, amplíen, otras personas.

Invitados.


II

Quiero retomar, principalmente, algunas experiencias en Tarija. Allí trabajamos con dos grupos de jóvenes, formados por personas de 13 a 26 años, aproximadamente, y construidos en igualdad formal entre sus participantes, aunque con liderazgos muy marcados. El primero, y con el que más estuvimos, fue Amigos sin fronteras. Lamentablemente, escribo esto ya fuera de Tarija, y no puedo relevar muchos datos acerca de ellos, más allá de lo compartido. Pero hay algunos elementos que sí están. El segundo grupo no tenía un nombre particular, pero sí una pertenencia a un proyecto, Proyecto Guadalquivir, y una categoría clara de autodenominación: “líderes”.

Ambos grupos están en relación con un país extranjero, y de lo que llamaríamos el primer mundo. Los Amigos sin fronteras están en una especie de intercambio con un lugar de Bélgica, cerca de Amberes, no recuerdo el nombre. Algunos ya viajaron para allá, y también vinieron belgas para acá. Todos los que conocieron ese lugar tienen una visión muy idílica de él, por lo poco que pude escuchar. Del otro grupo, aunque no pude investigar tanto acerca de su formación, se que están en relación con algo de Estados Unidos. Hay, en el lugar donde funciona el proyecto, un gran cartel de USAID, y el término “líder” parece tener una procedencia que tiene que ver con esas latitudes.

Otro punto en común es que ambos grupos tienen referentes adulto, con los que organizan actividades. En el caso de Amigos sin Fronteras, no es de una manera formal, pero están permanentemente en contacto con la Oficialía de Cultura. El grupo del proyecto Guadalquivir tiene una especie de coordinadora, Teresa, además de Delina, responsable de una biblioteca que funciona ahí.

Más allá de esto, hay otras preguntas que me parecen relevantes. ¿Qué motivaciones los nuclean? ¿Qué dinámicas? ¿Qué actividades? ¿Para qué se juntan?

Hay dos puntos que están muy presentes: el trabajar para otros jóvenes, principalmente, tomando como eje el discurso común de los jóvenes que toman y se drogan, etc., y el trabajar para niños, en general niños pobres, por decirlo sin eufemismos. El Otro como referencia, sea niño o joven (pero jamás adulto) parece imprescindible. Esto va agarrado a un poco cuestionamiento del sí mismo. Se trabaja, en general, con una idea de transmisión de valores. Y con un supuesto de que esa transmisión de valores va a hacer un mundo mejor.

Las actividades que ponen en juego estas ideas suelen ser apoyo escolar, juegos y talleres en los que principalmente se busca transmitir uno o varios valores. En el caso de los Amigos sin Fronteras, van a escuelas, si no me equivoco. El grupo del proyecto Guadalquivir trabaja ahí mismo (ahicito). Además, y al menos los Amigos sin Fronteras, se reúnen a comer asados, juntadas, etc. Hacen gala de la amistad, digamos.

Todo esto puede parecer obvio, pero creo que es importantísimo tomarlo en cuenta. Y que, en el caso hipotético de trabajar con un proyecto con jóvenes, es la base que existe, sobre la que necesariamente se debe trabajar. Creo que, más allá de este panorama muy desde arriba, es necesario ver en cada caso cuáles son los símbolos relevantes, las dinámicas con las que se trabaja, etc., en cada lugar en particular. En vez de comenzar desde cero, formando grupos nuevos, puede ser mucho más potente trabajar sobre lo que ya hay, e incluso negociar con eso.

Me hace pensar, esta situación, en algo que me llamó la atención cuando estuve en Venezuela. Allí, el gobierno de Chávez creó la Universidad Bolivariana, paralelamente a la universidad pública. Por supuesto, y más allá de que, según mucha gente, la universidad nueva es de muy bajo nivel, este paralelismo es un caos. E implica, creo, esconder debajo de la alfombra. No hacerse cargo. Trabajar desde el dogma.

Es mucho más difícil (pero mucho más interesante, y mucho más poderoso) negociar significados, objetivos, lógicas de acción. Proponer lo que uno elige, tratar de ser escuchado. Pero no dejando de lado lo otro. Implica un cuestionarse permanentemente los propios valores, los propios proyectos. Pero creo que es necesario.

En este sentido, se abre otra pregunta. ¿Cómo resultó la propuesta de trabajar como mediadores culturales? Aclaro, para los que no están familiarizados con el término, que usamos mucho en Puentes Culturales. Un mediador cultural es una persona que, aunque no sea productora de bienes artísticos, media entre ellos y la comunidad. La idea de formar mediadores culturales no es formar artistas, sino personas que, familiarizadas con diferentes lenguajes artísticos, puedan no ser los destinatarios últimos. Y así ser lectores para otros, organizadores de espacios de cine, coordinadores de talleres, etc.

Para grupos que trabajan con un objetivo muy presente de transmisión de valores, no es sencillo enfrentarse a la celebración de la ambigüedad que, por lo general, pone en juego el espacio poético, el arte. En la puesta en común de los talleres, muchas veces los planteos iban a cómo trabajar valores a partir de dinámicas como estas. O en quedarse simplemente en que era muy lindo por el “relajamiento” (ver otra entrada sobre esto, ya voy a escribirla). Algunos, en cambio, notaban una diferencia y construían su relato, en la puesta en común, desde una estructura antes/después. Pasa esto muchas veces con los talleres. Y mucho se ve en las caras.

Muchos se quedaban en silencio. Pero ahí muchas veces van las resonancias.

En las puestas en común, hicimos también propuestas concretas, contando del proyecto de Puentes Culturales: ir a leer en voz alta a las escuelas, armar espacios de lectura en las bibliotecas, hacer movidas en la radio, construir cines con intercambio, entre otras. En Amigos sin Fronteras, nunca, creo, llegaron a entender muy bien qué proponíamos. O no les interesó. Luego de los dos primeros talleres, conversando con dos de ellos, informalmente, acerca del tema, sugirieron que tal vez podrían ir una vez por mes a hacer una actividad así a algún lado. Pero parecía más de compromiso conmigo, además de que poco impacto puede tener algo con tan poca presencia.

Con el Proyecto Guadalquivir fue algo distinto, porque Delina, la bibliotecaria, propuso concretamente armarlo y algunos de los chicos se mostraron interesados. Pero aún así parece muy lejana la realidad de un espacio así. Es muy lejano, creo, a los modelos presentes, a las lógicas que suelen seguirse.

En la puesta en común en Guadalquivir, fue toda una novedad, por ejemplo, que el leer un cuento podía no tener ninguna actividad después, y que no tenía por qué llevar a un significado, una interpretación en especial. Algunos de los chicos se fueron contentos con esta idea. Otros, aún cuando la conversamos largo, y no desde una bajada de línea (varios de los chicos intervenían opinando, diciendo) no escucharon en lo más mínimo, y seguían en su mundito.

Hace falta laburo, claro. No alcanza con un par de talleres. Y menos si no hay un apoyo, una línea política oficial. Y si no hay libros. Pero vamos andando, vamos viendo. Yo creo que van pasando cosas, y que pueden pasar más.

Del camino

Antes de salir de Buenos Aires, en los dos meses previos desde que tomé la decisión de partir, tuve unas cuantas dudas acerca de si hacer o no contactos previos, vía mail y gente conocida, con lugares por los que podríamos pasar en el viaje. Decidí que no. Contrariamente a como me manejo siempre, y tal vez justamente por ir contra mi costumbre, no mandé más que un par de mails, no hice ningún trabajo previo para armar un panorama de trabajo, o al menos de alojamiento. Lechu tampoco.

Así, llegamos a Tarija un treinta de septiembre y sin conocer a nadie, sin tener datos en absoluto. Bajamos del auto que nos alcanzó, a dedo, en la terminal, nos alojamos en el hotel más barato que conseguimos, y salimos a caminar a ver qué pasaba. No voy a detallar acá todo el recorrido que hicimos, ni hablar acerca de la parte musical, que también se armó rápidamente. Voy a limitarme a la FICYP, y los talleres.

Y a hacer un comentario sobre el comienzo-comienzo. Nuestra primera entrada a la Oficialía de Cultura no fue de ambos, sino sólo de Lechu. Y fue, claro que sin darse cuenta a dónde entraba, para pedir por favor si lo dejaban pasar al baño. Eso. Así empezamos.

Y encima creo que no lo dejaron.

De ese comienzo sin nada, terminamos quedándonos tres semanas, en las que trabajamos en total con unas 180 personas. Hicimos talleres con:
- Los bibliotecarios de toda Tarija
- Dos grupos de jóvenes (con uno de ellos, Amigos sin fronteras, dos talleres)
- Estudiantes de la escuela Normal (para nivel inicial, primaria y media, en Lenguaje)
- Personas que están en La colmena, un centro de rehabilitación de alcoholismo.

No es poco. Mucho laburo, mucha experiencia, muy rico todo. En buena parte, claro, tuvo que ver con las puertas que nos abrieron desde la Oficialía de Cultura y, particularmente, con el inmenso aporte y la infinita generosidad de Charo, que en la Oficialía trabaja y, copada con los talleres, participó en seis de ellos y nos abrió caminos por todos lados. Aún así, nos sigue siendo llamativo cómo es que pudo armarse semejante panorama de laburo, que incluso puede seguir en el año próximo, y en adelante.

Una pregunta que nos viene una y otra vez es, ¿por qué nos abrían las puertas tan rápido y con tanta confianza? Nadie nos pidió credenciales, recomendaciones, curriculum, nada de eso. Con lo que les contábamos, confiaban. ¿Por qué? Creemos que hay varios motivos que juegan juntos: tal vez la confianza con la que presentábamos los talleres, cierta solidez conceptual que creo está presente en nuestro discurso, y, también, probablemente, el hecho de venir de otro lado, y, particularmente, de un lado acá prestigioso. El ser blanco influye, sin dudas. Lamentablemente.

También pensamos que quizá acá no haya tanto chanta dando vuelta como allá. Pero quién sabe...

La otra pregunta que surgió, en este contexto, fue una inevitable: ¿Qué pasaría si salimos con este mismo proyecto pero más armado? Con contactos previos, tal vez más oficiales, con una agenda un poco más armada, con material más preparado (los talleres los vamos armando en el viaje, muchas veces reciclando ideas, pero tratando de conseguir el material necesario en donde estamos, salimos sin casi nada) con presentaciones (tarjetas, folletos, paquetes, etc) previstas e impresas, entre otras cosas.

En realidad, desde antes de salir esta idea estaba presente, pero sin la claridad que va tomando a medida que andamos. Es decir, ya se me había ocurrido que la FICYP podía tener un camino ineresante, y tener continuidad en otros años por venir, en otros lugares. Pero aún así me parecía improbable, o muy lejano. Ahora empieza a verse más claro.

De todas maneras, es muy claro, también, que empieza a verse claro sólo porque arrancamos así, con la idea más difusa, y se fue armando. Si salíamos con algo más planificado, probablemente no hubiera salido tan bien (al menos en ORán y Tarija, no sabemos si va a seguir así de bien). Y, sobre todo, no aprenderíamos todo lo que estamos aprendiendo.

Es como un empezar de cero, maravilloso. De cero porque es, con lo puesto, empezar a retomar material, reciclar, reinventar, armar cosas nuevas. Porque me estoy haciendo desde la raíz todas las preguntas que me hago desde que empecé a trabajar como tallerista, y que me voy a seguir haciendo. Pero que el andar desde acá obliga a formular más crudamente, más visceralmente. Ayuda también a eso el recorrido con Lechu, con poca experiencia previa en talleres pero con enormísima capacidad y sensibilidad.

Es también una forma de volver a elegir lo que hago, este camino, que yo llamo el camino de la ventana. Propiciar la expresión en otros, abrir espacios poéticos, convidar, invitar, compartir.

Una militancia por la poesía.

Pero para eso, el volver a empezar de cero, el salir de Buenos Aires sin saber si iba a hacer talleres, contar cuentos, tocar en la calle, en bares (cosa que también estamos haciendo) laburar de mozo, vender pulseritas.

Llego a un lugar del mundo y: "Hola. Esto se hacer, esto ofrezco".

Y, maravilloso, parecería que de esto se puede vivir. Y, más aún, que así se conoce gente que uno quiere conocer, y se la conoce desde lugares lindos.

Un último comentario: incluso el nombre de la FICYP, que hoy se ha vuelto fundamental en el viaje (creo que lo nombramos todos los días, y es la "institución" a la que pertenecemos) salió en cinco minutos, como para probar armar un blog, y fue tomando fuerza casi a pesar de nosotros. Es más, cualquiera puede darse cuenta de que el trabajo que estamos haciendo tiene poco que ver con una fábrica, trabaja con procesos y no con productos, además de que la plástica y el cuerpo tienen lugar tan importante como la palabra y la música.

¿Entonces? ¿Cambiarlo? No. Salimos así, nos hacemos cargo de lo que elegimos, y también un nombre desplazado, desfasado, es parte del proceso. También nos encariñamos un poco, y no vamos a cambiar todo en la mitad. Pero sobre todo rescato la huella de lo que uno eligió, que tal vez no es lo que hoy vuelve a elegir, pero que está. La historia, la vida.

El año que viene sí. Y más allá en el tiempo también.

Pienso, hoy, que se viene la CIEPA (Compañía Itinerante de Educación por el Arte). Ya saben, están invitados.

Parece que en Bolivia hay cosas por hacer. Y no sólo, claro.

Agarrensén!

Los libros no se prestan

Parte del trabajo que hicimos en Tarija tuvo como eje las bibliotecas. Al meternos de lleno en la Oficialía de Cultura, que es la responsable del personal que las maneja, tuvimos la posibilidad tanto de conocer algunas bibliotecas en esta ciudad como de trabajar con las personas que de ellas se encargan.

La idea de tomar este eje, sin embargo, no surgió de la gente de la oficialía, sino de nosotros. En parte por ser los bibliotecarios destinatarios habituales de mi trabajo en la Secretaría de Cultura el año pasado, en parte por ser las bibliotecas lugares para mí muy queridos, y en parte, también, por la búsqueda en una antropología de la lectura, me parecía interesante seguir la huella. Así le propusimos a Charo (nuestra principal amiga en la oficialía) y comenzamos a avanzar.

Las instancias que tuvimos fueron básicamente tres: un taller con el personal de las bibliotecas, visitas a algunas de las bibliotecas de Tarija y conversaciones informales con Charo, en las que íbamos analizando la situación y pensando posibles proyectos. De esta experiencia, y, retomando lo que escribía en la entrada sobre Los andares imprevisibles, creo que queda también una herencia más que interesante: ojalá pueda hacer estos recorridos también en otras partes de Bolivia, realizando mini-etnografías (término que improvisamos alguna vez con el gran amigo Tom en los prolegómenos del Pensamiento Salvaje, allá por el 2006, si no me equivoco).

¿Qué decir, entonces, acerca de las bibliotecas? Primero, algunas preguntas que me voy planteando. Preguntas que van camino a una ¿sistematización? A algún extraño orden, tal vez (antropología).

¿Cómo son las bibliotecas en Bolivia? ¿Qué diferencias tienen con las argentinas? En su organización, en su material, en su espacio físico. En las actividades que hacen. En las personas que las atienden, que las dirigen, que les dan vida. ¿Hay políticas de lectura? ¿De dónde parten? ¿Para qué se usan las bibliotecas acá? ¿Cuáles son las representaciones que la gente tiene sobre ellas?

Por supuesto, no voy a responder a todas estas preguntas acá. Pero, nuevamente, creo que lo más rico es la invitación que esta experiencia me ha hecho, a indagar, a abrir vacíos, a recorrer.

De los libros

Tres cosas, primero: tienen pocos (una de las bibliotecas, poquísimos, tal vez ni llegasen a doscientos, y la mayoría eran manuales de colegio); no son demasiado buenos (muy viejos, la mayoría, muchos son más bien escolares, es decir, acotados a los intereses curriculares, de lectura cerrada); están notablemente desordenados (aunque están en estantes, duermen ahí sin ningún criterio).

La cuarta cosa, y que fue muy notable: no los prestan a domicilio. Lectura sólo en sala. Según dicen, hace tiempo los prestaban, pero como se robaron varios, dejaron de hacerlo. Ninguna biblioteca presta libros a domicilio.

Con una bibliotecaria logré conversar un poco más acerca del tema, y que de la razón a lo opuesto, con un argumento sencillo: las bibliotecas, ¿tienen como objetivo guardar libros o formar lectores? ¿Cuántos lectores van a formarse si no se prestan los libros? Entonces, más allá de que se puedan perder afuera, adentro es como si se hubieran perdido todos.

De los bibliotecarios

Durante el taller, me asaltó un pensamiento: ¿A quién se le ocurrió, y cuándo, que un bibliotecario es un administrativo más? Y, ¿por qué la idea tuvo tanto éxito, que en todos lados funciona así?

En las tres horas en que trabajamos juntos, las bibliotecarias (uno solo es hombre, y pasa desapercibido), o al menos la mayoría de ellas, mostraron un total desconocimiento y un mayor desinterés por la lectura y la literatura, y más aún por las relaciones de la lectura y la literatura con la vida. Un ejemplo: comenzamos el taller proponiendo que cada una diga su nombre y hable de una historia significativa en su vida. Aclaramos que esa historia podía venir de un libro, de la oralidad, de la vida misma, y las invitamos a compartir. Casi la mitad, calculo, hablaron de historias de la vida misma, pero a un nivel muy general, sin poder contar nada específico. Otras hablaron de historias de libros, u orales, pero casi ninguna se veía significativa en el cuerpo.

En las bibliotecas, el espacio es simplemente un lugar de estudio, donde los chicos van a hacer la tarea. Nada más. Y las bibliotecarias esperan sentadas, los únicos movimientos son los de pararse a ordenar los libros, o entregar alguno. Y basta.

Claro que tampoco es de esperar otra cosa. Aunque desde la oficialía hay quejas porque no arman proyectos, porque las bibliotecas no avanzan, tampoco hay ideas ni aportes para que sea distinto. Además, las bibliotecarias no tienen formación específica, ni han sido elegidas porque les interesaba el área. Simplemente estaban trabajando en otro lado y las mandaron ahí.

Se que no es nada nuevo lo que estoy escribiendo. También en Argentina es muchas veces así. Pero no por eso deja de ser preocupante.

Del uso de las bibliotecas y los proyectos posibles

En el recorrido por las bibliotecas, el primer lugar al que fuimos fue la Loma. Un lugar precioso, con un parque pequeño pero bello, aireado, en un lugar alto que funciona también como mirador de la ciudad. La casa de la biblioteca es chica, pero acogedora, con algunas líneas curvas en su arquitectura, piso de madera, ventanas grandes que dan a la visual panorámica.

Entré y me sentí en otro mundo, aún con los carteles de silencio, los afiches muy del mundo éste y el poco clima poético. Algunos chicos estudiando, nada más.

En general, eso hay en las bibliotecas. A nadie se le ocurre que se pueda buscar ahí una novela, un poema, un cuento, salvo que sea para la escuela. No hay espacios de lectura, ninguna actividad extraordinaria, salvo festejos del día del barrio, día de algo, lo que sea, nada más.

Hablando con Charo, le dije lo que pensaba: habría que volar las mesas, los carteles, poner alfombra, almohadones, un par de hamacas afuera, sacar el archivo de diarios con un estante de tres metros de largo y dos de alto, poner los libros a la altura de la gente (aunque para eso hay que comprar libros). Y que haya mediadores de lectura: no alcanza con estas bibliotecarias, o no sólo con eso.

Ella anotó todo, muy interesada. Le parecía, creo, nuevo. Ojalá pueda a partir de eso armar algo. Si es así, yo me vengo, un mes, pongámosle, a meterle laburo. Igual, parece difícil.

El año pasado, trabajando en Cultura Nación, decía mucho que, para armar un espacio de lectura (que una biblioteca no necesariamente es, aunque debería serlo para garantizar el derecho al espacio poético de todas las personas) hacen falta tres cosas: un lugar, libros, el mediador de lectura. Las dos primeras cosas son incluso prescindibles: puede haber objetos, trabajo con la oralidad, si es que hay un buen mediador. Esto último es lo único que es sine qua non. Si no hay mediador, aunque haya libros y un bello lugar, no va a haber movimiento. (ver la entrada Juventud, juventud para seguir con el tema de los mediadores).

Se trata de personas, de relaciones entre personas, también la lectura.

Aprovecho acá para escribirlo.

Un libro que sí

¿Será un augurio? ¿Un comienzo? Ojalá.

En la biblioteca de la Loma, me encontré con Adiós muñeca, de Chandler (gracias Mago). Hace rato que estaba queriendo leerlo. Me quedaban cuatro o cinco días en Tarija, suficientes para leerlo. Y convencí a Margarita, la bibliotecaria, de que me lo preste.

Ayer lo terminé, y queda ahora en manos de Paola, y de Charo, que también quieren aprovechar esa escapada inédita.

Que se sigan fugando.

Canasmoro

Martes 13.

Hoy tuvimos un taller en la normal de canasmoro que es donde se forman los docentes de Tarija.
Trabajamos con los que estudian para inicial.
Llegamos y eran 40 en vez de 30 como nos habían dicho.
Los profesores de los chicos se retiraron cuando les dijimos que el que entraba participaba, que no se podía mirar.
Hicimos nuevamente el de las despedidas, estuvo muy bueno, pero era increíble lo que les costaba entregarse, mantenerse en silencio, seguir las consignas, estar atentos. Costó mucho eso y pusimos mucho límite. Se notaba que para nosotros la formación de los docentes es mucho más iomportante que para ellos. que estar al frente de una sala no es joda.
Estuvo bueno que en los textos hubo bastante juego se permitieron soñar con irse a otros lugares, era muy recurrente la naturaleza y la soledad como opciones a donde ir.
Nos agradecieron mucho, les gustó en particular la relajación.
Fluía mucho cuando la energía estaba arriba pero costaba la introspección.
Yo sentí, al igual que en otros talleres y en especial el de las bibliotecarias, que valoran muy poco lo de adentro y se los dije. La verdad que es un poco preocupante.
Cuanto puede respetar una persona a otra si no valora lo suyo. Lo más interno.
Hicimos mucho hincapié en la comunicación, en la confianza, que si no el aprendizaje es vacío o no hay aprendizaje.
Me pregunto cuánto de todo esto quedará si todos los días los machacan con otra modalidad.
Lo interesante es que ellos mismos advirtieron la diferencia con lo cotidiano.
No se, todo el tiempo me voy de un lado a otro. Me pregunto si tiene sentido, si no sería mejor quedarnos trabajando todo el tiempo con el mismo grupo en vez de laburar un día con cada uno. Me pregunto si está bueno bajar línea al final o dejar que lo único que "actúe" sea la experiencia vivida.
No pretendo que nadie me responda estas preguntas.
No quiero que me las respondan.
Sí que comenten, que cuenten experiencias. Va, qué se yo. Digan lo que quieran.
También a veces digo: puta, me olvidé de hablar de tal cosa o tal otra.
Por ejemplo hoy una chica del taller estaba amamantando a su bebé cuando volvíamos de la Normal en Trufi, que son unas combis y no le daba bola, estaba hablando con otros, a mi resulta indignante. Y hoy en la plaza, recién, lleno de chicos colgados de los brazos de los padres al caminar. En realidad padres tironeando de los brazos de los hijos. "Para que no se caigan" "para que aprendan." Es tremendo.
Otra cosa que me pasó en el taller fue que permanentemente sentía que lo que hacíamos se relacionaba con el trabajo en una sala, había muchas cosas muy simbólicas que porsupuesto ahora no me acuerdo porque tengo que aprender a tomar notas. Pero sentí que no lo compartía ni un poco con ellos, que no veían esa relación tan intrínseca y no supe mucho cómo compartirlo. Tampoco sé si tiene sentido.

Miércoles 14

Es bien interesante que hoy tuvimos otro taller en la normal y en muchas cosas fue muy parecido, en las dificultades que hubo, en que eran muchos más de los que nos dijeron que iban a ser. 44!!!! Hoy se sumó que el espacio no ayudaba, era muy chico y estaba muy sucio.
Estuvo bueno que en la primera parte jugamos mucho mucho, aún más que ayer. Se re coparon. Ahora, al momento de bajar, era imposible lograr el silencio, que se mantuvieran con los ojos cerrados, que estuvieran solos.
Y fue bien interesante que en la puesta en común después de dejar varias preguntas en el aire se ve que yo me puse a contestar alguna que otra y Mar me paró un poco el carro, que dejemos las preguntas abiertas y ahora leyendo lo que escribí ayer es exactamente lo que yo pongo, que no quiero que me contesten, etc.
Hoy me quedé más confiado en que realmente llega algo de lo que ocurre en el taller y eso queda. Es loco porque hoy tuvimos una charla con el director general del instituto y es muy muy polémico. Lo que más le interesó fue que estábamos descalzos y que era una innovación. Pero después parecía como si no estuviera escuchando. Y aún así, sabiendo que ese es su director general, hoy me quedé con más confianza.
Y leyendo lo de ayer me doy cuenta de cuanto tengo que aprender y de cuanto estoy aprendiendo. Y también que yo lentamente estoy empezando a valorar aún más mi mundo interno.

Muchas gracias.

¿Qué se hace?

Tenía arreglado un encuentro con la banda de música de una escuela para el lunes a las 14:30. Suena el teléfono ese mismo día a las 8:30 para suspenderme porque no tenían inventariados los instrumentos. ¿? 

...

Esa misma mañana a las 10:00 estaba ya para generar otro encuentro pero con otra banda. Supuestamente la de mejor nivel de las bandas escolares de Tarija.
Hablé con la que parecía ser la secretaria del director, al rato estaba hablando con la profesora de música encargada de la banda. Todos bastante interesados. Llega el director, escucha la propuesta y dice: bueno, arreglen entre ustedes. Nada más. ¿QUE ONDA?
Me reúno con los chicos de la banda y quedamos para las 18hs, es el único horario en el que pueden.
Llego, la profesora anota quiénes se llevan instrumentos de un lugar que dice Salón de música pero los mismos chicos se refieren a él como depósito, con toda la razón del mundo y nos fuimos a tocar a la terraza.
El encuentro fue divertido pero no muy fácil. Por un lado la profesora me cuenta que podemos estar hasta las 19hs porque después hay clases de una escuela nocturna.
Los chicos no pueden llevarse los instrumentos a la casa. Éstos están en mal estado, no se pueden afinar, nadie les enseña ni a leer ni a tocar, se rompen la jeta porque tocan recontra agudo y no calientan ni estudian.
Tocan siempre lo mismo y no se escuchan un carajo entre ellos.
En algún punto es como si la escuela los utilizara. No es una experiencia interesante estar en la banda, es casi laburar para la escuela pero con beneficio de la escuela nomás. Ellos agarran los instrumentos días antes de los conciertos, en los ensayos y cuando no hay más concierto no hay más ensayo, no hay más contacto con el instrumento.
Ahora, por algún motivo siguen yendo, supongo que es el único lugar en el que tienen acceso a un instrumento.
Por otro lado, ¿qué puedo aportar yo que estoy sólo una semana? ¿qué es lo que más puede perdurar, lo que más puede servir?
La profesora volvió a las 19hsnpara guardar los instreumentos de nuevo en el depósito para que se sigan aburriendo solos ahí. ¿Y? ¿qué le pareció el nivel? Me pregunta, con todos los chicos presentes.
Yo debo reconocer que por poco no me puse lovo.
Me puse un poco vehemente, hablando de lo absurdo que me parecía que los instrumentos estuvieran encerrados, que era así como se arruinaban y no saliendo a pasear. Despotriqué también un poco contra el director.
Ellos quedaron contentos, con ganas de que me quede, de que hable con el director.
Ganas de aprender. De tocar.

¿Y ahora?

Tarijalleres


Han ocurrido tres seguidos. Domingo, Lunes y Martes. Hasta ahora.

Primero con un grupo llamado Amigos sin frontera que hacen trabajo social aquí en Tarija y con permanente intercambio con Bélgica.


Domingo 8:00a.m. Llegamos a la escuela de bellas artes, arriba de todo iba a suceder el taller. Estaban citados 8:30 y llegamos bien para preparar el lugar.
Ya el taller estaba más definido, siendo la tercera vez que lo hacemos. Sin duda eso se nota y aparecen otras cosas. Es muy interesante como cuando se empiezan a afirmar algunas cosas básicas hay más lugar para la improvisación y esto abre muchos lugares nuevos.
Por otro lado en esta oportunidad tuvimos materiales para trabajar con la plástica, eso fue super rico. Es increíble, abre muchos otros lugares, involucra al cuerpo de una manera muy especial y muy distinta, sin la necesidad de intervenir tanto y estuvo muy bueno también que estaban compartiendo cartulinas grandes de a 3 ó 4, lo que después comentaron en la puesta en común, que no sabían si pasar al sector del otro, o si estaban molestando con lo que hacían, se movían cosas muy interesantes. Después compartimos las cuatro obras caminando alrededor y mientras Mar y yo tarareábamos "É doce morrer no mar" todo esto fue improvisado por él en el momento y estuvo buenísimo, les encantó que les cantáramos, el compartir, el ver cómo se entrelazaban sus líneas con las de los demás.
Ricardo valoró entre otras cosas que nosotros no los tomábamos como inferiores, no me acuerdo exactamente cómo lo dijo. Pero.


Es muy groso como gente que dice que no le gusta escribir, después escribe cosas tremendas!!! No se pueden creer y yo no entiendo nada por momentos. No puede ser que la persona que hace un rato dijo que no le gustaba escribir esté leyendo un texto propio increíble. Pienso, a qué asociamos el escribir. Porque uno puede escribir muchas cosas. Puede no gustarnos la acción de escribir. Puede no gustarnos escribir un trabajo para la escuela o para el trabajo. Puede gustarnos o no, escribir cartas. Escribirnos cartas. Escribir novelas. Cuántos escribires que hay.

Esto lo estoy pensando mientras escribo justamente. Y también pensando mucho en lo que me pasa a mi. Es también un desafío grande escribir porque uno no sabe qué le pasa al otro con eso. La mayoría de las veces el otro lo lee mientras uno no lo ve y aún cuando están juntos es imposible expresar todo lo que la lectura genera.
En general, hablando, eso es bien distinto. Uno ve en el otro qué provoca lo que uno dice. Hay mucha menos incertidumbre en el habla. La escritura nos desafía a bancarnos no saber muchas cosas de las que pasan con eso que escribimos. Y mucho mucho más que ni siquiera puedo entender.


Bueno, me fui por las ramas.








El lunes, el taller fue con bibliotecarias. En la biblioteca central de Tarija que se cerró para tal fin. Vinieron las bibliotecarias de todas las bibliotecas de Tarija. Eran unos 20 más o menos. En realidad había un solo hombre.


Fue un cambio bien drástico.
Por un lado yo estuve bastante más pasivo ya que fue Mar el que coordinó todo el taller. No hubo ejercicios corporales de los que venimos haciendo. El cuerpo estaba involucrado de otra forma. Fue bien interesante.

Lo que se pudo ver muy claramente y que ya sabíamos de antemano es que ninguna es bibliotecaria de oficio. Las pusieron ahí como podría haber sido cualquier otra dependencia de la alcaldía. Por lo tanto era bien difícil por momentos. Fue la vez en la que trabajamos con gente más grande y la primera que nos "enojamos" en un momento y les pusimos los puntos porque no escuchaban a los demás.
Pasaron algunas cosas que dejaban bien claro lo anterior. Escuchamos más de una vez "escribido". No conocían casi ningún libro. Se valoraba muy poco lo escrito, preguntaban cuántos renglones tenían que ocupar los textos.
Y pasó algo interesante con una en particular. Cuando encontró su sobre, ya que había mensajes perdidos para todos. Me dice: qué es lo que tengo que hacer, porque mirá. Dice: No se trata de hablar. O sea que no es que hay que hablar todo el tiempo, no hace falta. Después dice: ni tampoco de callar. O sea que no hace falta estar callado todo el tiempo tampoco. Y dice: se trata de abrir algo entre la palabra y el silencio. O sea... ¿Qué hay que hacer? ¿Hay que explicarlo? ¿Describirlo?
Yo le digo, a ve Kika, leelo de nuevo.
Y de vuelta lo mismo. A ver, No se trata de hablar. O sea que no hace falta hablar todo el tiempo. Ni tampoco de callar. Pará pará Kika. Leelo todo de corrido. Ah, bueno bueno. Lo lee. ¿Y ahora?
Ahora escribí todo lo que te pase con eso. ¿Todo lo que me pase?


Bueno, básicamente fue eso. No lo podíamos creer. Es la bibliotecaria de la biblioteca central de Tarija.

Otra cosa muy fuerte es que todos los libros están encerrados, bajo llave. Y no pueden ser llevados de la biblioteca. Es indignante eso, absurdo. Mar les decía: ¿cuántas novelas pueden ser leídas? si no se pueden sacar. ¿Cuánta gente va a venir acá todos los días a leer una novela durante una semana? Mejor que se roben algunos libros a que se pudran ahí adentro. Y se enojaba un poco cuando lo decía. Porque es muy indignante, realmente. Y una se puso a contar que cuando refaccionaron la biblioteca, tuvieron que sacar libro por libro para limpiarlos y reacondicionarlos. Ellas se enfermaban por el polvillo. Yo dije, con lo que se ahorran de seguro social compran los libros que se roba la gente!! No se puede entender.
Es muy fuerte lo de las bibliotecarias. Igualmente el taller estuvo muy bueno, creo que siempre algo queda. Ellas quedaron muy contentas. Al final les regalamos É doce morrer no mar pero esta vez cantada y con guitarra mientras estaban con los ojos cerrados. Igualmente son muy hornelis... es muy fuerte...

Por suerte el martes volvimos con los Amigos sin frontera.
Esta vez en el albergue municipal. Que estuvo muy lindo, aparte fue a las 7 de la tarde, estaba todo muy tranquilo y colaboraba mucho con el taller.
Aparecieron algunos amigos nuevos y otros faltaron.
Otra cosa nueva era el taller que dimos, de las despedidas y los encuentros. Dije chau, le pusimos. Así se llama el poema de Roberta Ianamico que dije como disparador para la primer escritura.

Fue bien interesante este taller por varios motivos. Por un lado fue la primera vez que nos dividimos la coordinación de otra forma. Yo estuve en toda la primer mitad, incluyendo justamente esto. Dije un poema, di una consigna de escritura, que era algo impensado para mi. Y hubo mucha improvisación, desde el comienzo. También fue bien interesante que yo estaba medio... entre tranqui e introspectivo, medio raro y no forcé otra cosa, trabajé desde ahí y aparecieron otras cosas, otras voces.
El taller está buenísimo, es súper potente. Es un tema que nos toca a todos sí o sí y fue eso lo que pasó, aparecieron textos muy lindos, mucho desahogo también, los hicimos mirarse un rato a los ojos, cosa que costó pero estuvo muy buena.
El final también fue muy lindo porque les regalamos gracias a la vida, de violeta y se re coparon y después cantamos algunas más, terminamos muy tranquis y todos muy contentos.


Con todo esto también a mi me apareció mucha inseguridad por momentos al principio. Y sentí que me ponía medio soberbio, que me iba para cualquier lado pero también sentí que con el precedente de Orán pude tomármelo de otra forma y que no tiña todo el taller, juzgarlo menos y vivirlo más.



Estoy terminando de escribir esto el lunes 12 y ya pasó un taller más.

Este último fue en La Colmena, una comunidad de Alcohólicos Anónimos que dirije un cura y que nos recibió muy hermosamente.

El taller fue el sábado a la mañana, más precisamente a las 9. Nos levantamos bien temprano y arrancamos hacia allá con las psicólogas que trabajan ahí. Charo y Maggie.

Me encantó que fue el taller en el que más jugamos, eran muy grandes la mayoría y se pusieron a jugar con nosotros un montón, fue muy lindo como con cosas muy simples, con una pelota y los nombres y más tarde con la cuenta regresiva se divirtieron mucho.
Esta vez no hubo escritura de un texto, sólo palabras que se venían al ver el cuadro "El grito" de Munch, o algo así, luego hicieron de a dos un grito, en una hoja grande, valiéndose de letras recortadas, acuarelas, y la escritura también. Fue muy lindo. Nos agradecieron mucho y aparecieron cosas muy interesantes. Uno dijo que fue la primera vez que se sentía como una pluma, que flotaba en el aire. Que no sabía si era normal pero que a él le pasó eso.Y que estas cosas le daban bienestar al alma.
Al toque otro dijo que a él la literatura le hacía mal. Yo no entendía nada. Después dijo que era la literatura de alcohólicos anónimos, que le daba mucha tristeza. Que no sabía como reparar que había defraudado al nieto, que para él era un mentiroso. Pero que en el cuadro había visto un puente y que eso le había dado alegría, porque el puente une caminos, que eso le daba esperanza.
Con él estuve hablando mucho después ya que almorzamos ahí y nos sentamos en la misma mesa. Estaba muy interesado en cómo es que aprendimos esto, por qué lo hacíamos, qué nos movía a hacer todo eso. Hablamos mucho. Fue bien interesante. Y al final me dice: bueno, ahora el tema es cómo hago para estar el sábado que viene de nuevo. Ya que vamos a ir y le toca a otro grupo...
Fue muy groso como primero a mi me pareció que el sentía que no le había hecho bien, casi que estaba enojado. Y después terminó re copado, fue muy zarpado.
Algo que también apareció fue que en ningún momento los tratamos como alcohólicos. Eso es muy fuerte. Hacer foco en lo que nos pasa a todos. No que porque ellos son alcohólicos hay que trabajar con ellos.
Estuvo muy bueno.
Estamos muy contentos y con un montón de preguntas nuevas. Eso es lo lindo.