Talleres en Orán

Orán es para nosotros especialmente valioso. No sólo por la gente que fuimos conociendo, sino porque fue un lugar al que, llegando sin conocer nada ni nadie, e incluso arribando un poco de casualidad, pudimos tener encuentros muy intensos y realizar dos talleres, ambos en la Casa de la Cultura.

El preludio es para muchas cosas a pensar respecto a la gestión cultural. Llegamos a Orán un viernes, pensando en estar de paso, un par de días, para escribir en el blog y volver a partir. Sin embargo, el sábado, caminando por una calle céntrica, nos topamos con la Casa de la Cultura. Se nos ocurrió entrar y, en seguida, nos pusimos a conversar con una mujer que resultó ser su directora: Constanza.

Desde ahí se fue armando el panorama: hablamos de hacer los talleres, surgió la posibilidad de tocar en un bar (lo que efectivamente hicimos) conocimos otras personas, conseguimos alojamiento y hasta nos facilitaron varias comidas. De pronto, teníamos mundo en Orán.

La propuesta fue triple: por un lado, hacer un taller con jóvenes. Por otro, uno con adultos, en lo posible docentes, bibliotecarios u otros actores del mundo cultural. El tercer punto, y cruce, era armar un grupo de jóvenes mediadores culturales, al modo que hacemos, en Santa Cruz y en Buenos Aires, con Puentes Culturales. Hoy, yéndonos, la sensación es que tal vez este tercer punto era demasiado ambicioso, aún cuando nos encontramos con un grupo bárbaro de jóvenes y adultos capaces de continuarlo.

El análisis de por qué no lo voy a hacer en esta entrada. Voy a dejarlo más adelante, es complejo y largo. Sí quiero contar un poco acerca de cómo fueron los talleres.

Desde la semilla - Taller con jóvenes

Aunque tras una convocatoria en una escuela creíamos tener un grupo de unos veinte chicos, finalmente estuvieron sólo los que venían con invitación especial, de un grupo de teatro y uno de comunicación, además de una chica invitada por su madre, que había sido convocada al taller de los adultos. Eran unos doce.

Trabajamos en la biblioteca de la Casa de la Cultura, un espacio lindo, luminoso, amplio, aunque con un problema, esa tarde: al lado, en el auditorio, dentro del mismo edificio, era la presentación de las chicas que iban a participar de la elección de la Reina de Salta. Así, ya desde el comienzo, música pop, gritos de gente, pruebas de sonido, fueron parte también del ambiente con el que contábamos para el taller. Por suerte, en ningún momento se rompió el microclima.

Decidimos hacer el taller de la tierra, de la misma manera que lo habíamos hecho en Valdocco. Un poco para seguir asentándolo, un poco para probarlo con otras personas.

Comenzamos, así, con un trabajo de caminata, y juego involucrando al cuerpo. Luego un recorrido imaginario, con la palabra y con ojos cerrados, de la semilla al florecimiento del árbol, llevando también al cuerpo desde el estar acurrucado a la expansión hasta las puntas de los dedos.

De ahí, fuimos a la recolección de palabras. Ese momento duró más de lo que pensábamos. Habíamos conseguido un equipo de música, y pusimos, de fondo, a Debussy. El clima se armó intenso, y los chicos, en el suelo, escribían. Cortamos luego de un rato, para seguir con el trabajo corporal, cuando ya parecía haber necesidad de un movimiento.

Vino más trabajo corporal, agitando de vuelta, moviendo, y, tras dar unas vueltas con los chicos quietos en sus lugares, recitando el poema Pachamama, de Roberta Iannamico, la propuesta de escribir, tomando como disparador su comienzo: "Presa del aburrimiento / empecé a cavar / como sin darme cuenta".

Arrancaron a escribir, estando prácticamente todos en el suelo. Mientras tanto, afuera, llegaban los latigazos sonoros de la elección de la reina, y cada tanto alguien entraba y salía. Y durante ese rato fue que comencé a pensar y repensar acerca de las intervenciones que hacemos o no en los procesos de escritura (ver entrada La expresión creadora).

La puesta en común, luego, fue interesante. Todos, salvo una chica, eligieron compartir sus textos, y algunos hicieron reflexiones y preguntas interesantes acerca del taller, el arte y la escritura. Conversamos acerca de los modos de trabajo de algunos escritores, por inquietud de Luz, Luis contó que él siempre se preguntaba si hacía bien en meterse en actividades culturales, o si no sería que lo hacía sufrir más (ver entrada preguntas, preguntas, preguntas) Juan leyó su texto llorando y luego contó que le traía recuerdos. Antes de eso, había dicho que su texto no tenía sentido.

La balanza poética - Taller con adultos

Al taller de adultos vinieron, además de algunos convocados especialmente por Constanza, muchos alumnos del profesorado de Lengua y Literatura, a los que fuimos a invitar en sus clases el jueves por la noche. Eran unos veinticinco, de distintas edades, que, aún cuando estaban ahí, no tenían demasiado claro a qué habían venido.

Para esa vez, aunque muy sobre la marcha, decidimos hacer el taller del número 2, o la balanza poética (aún no encontramos un nombre lindo), retomando parte de lo que yo había hecho en Valdocco con los del Terciario para articularlo con un trabajo cultural que explorase las dicotomías. Sin embargo, con la decisión apurada de cambiar la planificación, conmigo ya enfermo, sintiéndome bastante mal, resultó muy exigido. Y aunque el taller salió bien, y salieron cosas muy interesantes, para nosotros fue bastante desgastante.

No voy ahora a ir punto por punto. El taller también tuvo una secuencia intercalada de cuerpo y palabra, con un momento de ensoñación con ojos cerrados, y una puesta en común al final. Prefiero ahora destacar algunos momentos sueltos, que fueron ricos para seguir trabajando.

- Uno de los cambios de la planificación resultó, finalmente, bastante acertado. En vez de la recolección de palabras sueltas de la nada, se me ocurrió hacerla con los libros. Entonces, al terminar la parte corporal, fui armando una enorme oferta, en el piso, a la que invité atacar con la consigna de "para cuerpos renovados, palabras novedosas" (no era eso exactamente, pero no me acuerdo cómo era tampoco). Cada uno podía buscar, en los libros, palabras para recolectar, usando la hoja como canasta. De distintas sonoridades y sentidos, agudas, graves, esdrújulas, con muchas aes o íes, con mucha consonante, en otros idiomas, palabras perdidas y recuperadas, de todo había que traer.

Ese ejercicio fue uno de los más rescatados en el cierre. El comentario, que les había gustado la parte de los libros. ¿Por llegar al libro de otro modo? ¿Por el juego de lo raro? ¿Por la "canasta", que alguien destacó en su comentario? No sabemos, pero gustó. Para tener en cuenta.

- El trabajo con el cuerpo costó más. En parte, porque no sabían a qué venían. En parte, por ser adultos en un contexto tal vez demasiado cercano al de su estudio. Pero, en algunas consignas más movidas, no se animaban mucho.

La censura apareció también, y mucho, en la escritura. En este caso, todos hacían referencia a un docente en particular, en el profesorado, que suele ser muy irónico. Pero podemos sospechar que la escuela, mucho más en general, es también la que ha construido esa reja. La escuela, porque es el lugar al que muchos hacían referencia como único espacio de escritura. No todos, pero unos cuantos, dijeron no escribir más que para el profesorado o la escuela. Y recordemos que es un profesorado de Lengua.

- Otra cosa que destacaron mucho fue que "nunca vienen cosas así a Orán". ¿Qué serán cosas así? ¿Por qué no vienen? ¿Por qué tienen que venir, y no se puede traerlas, si es que hay ganas? La queja venía, en principio, de que por eso costaba escribir más sueltos. Pero que a la vez les venía bien. Aún así, a ninguno se le ocurrió preguntarnos si íbamos a volver, o preguntarnos por otra gente que pudiera ir, a hacer actividades del estilo.

¿Hay interés, realmente? ¿Lo dicen sólo por compromiso? No daba la sensación, pero entonces, ¿por qué no se ocupan de insistir, de buscar, de presionar a la Casa de la Cultura, al profesorado? En ese sentido, la sensación es que nos seguimos moviendo ante la pasividad e impasibilidad, haciendo algo que muchos se quejan que no hay, pero después nadie mueve un dedo para que haya.

(luego vendrán fotos)

Cinco textos cinco
(del taller con los adultos, de gente que, cuando le ofrecimos, decidió que los pongamos. Si entendí mal la letra, avisen de las correcciones que hagan falta)

Noche y día

La noche fárrago colosal;
el día manuscrito tedioso,
paisaje exhaustivo...
La noche y el día... mutilados
ajuar, furor y sequía...

En verano, el día
trenes, marabríes...
La noche, generosa, prolifera
un paisaje colosal

Melina


Muertos chorrean frío
tonel felicísimo Miré
adueñando pánico estridente
leve morbo fantasmal
rojísimo vértigo jurado
estremecí "Mnnj"

La noche
El día y la noche en sus
pechos cobijaron y anidaron
a la joven que caminaba
sin rumbo, junto a su
compañera... la soledad

El día
Clara mirada, reflejante...
clara de colores, formas y olores
clara pureza, libre de miedos ocultos
clara señora plena de juventud...

Laura Ramírez

La noche y el día
- La noche viene llegando plutónica y desgalichada.
- El día se está apagando compungida con el azar de las flores
- La ncohe viene llegando con dentelladas de estrellas.
- El día se está apagando entre cenizas en la hoguera
- La ncohe viene llegando dorita y paciente
- El día se está apagando jocundo e inhóspito
- La noche viene llegando solita y radiante
- El día se va apagando con el cantar de los pájaros

Cintia Noelia Aráoz


La noche memoria, conciencia, silencio y ayer.
El día lejos, resplandor y senderos.
La noche imágenes, ideas, recuerdos.
El día contemplación, jerarquías, justificación.
El día y la noche ruidos y silencios;
soledad y encuentros; fantasías no contadas
esperanzas atesoradas en lo profundo de mi alma

Giselle Cruz


Criatura
Criaturas terrenales somos. Criaturas que tomamos la formas de un animal fértiles y quizás supremos.

Criaturas frutos del vivir. Terrenales somos deseosos del fruto que no tenemos y que queremos alcanzar.

A veces dañino en el pensar, por querer ser perfectos.

Criaturas de tierra con el torso desviado. Miramos el cielo, pero no podemos despegar del vuelo.

Ariel César Garzón

TallOrán

Me pintó este título, y no me lo guardé...

Los talleres en Orán...

Que los hacemos, que no, que sí, que no.

Como ya dijimos, nosotros caímos de casualidad acá y de paso. Y es muy significativo lo que pasó porque es el primer lugar al que vinimos donde no teníamos nada planificado, nadie con quien hablar. Apenas conocimos a Constanza todo empezó a tomar color. Igualmente no era tan fácil, estábamos en pleno feriado largo y con la elección provincial de la reina por delante. Así y todo decidimos hacer dos talleres. Uno para adolescentes y otro para docentes.

Como dije antes este es el primer lugar después de Valdocco, es la primer ciudad a la que llegamos. Esto trae consigo que es el primer lugar en el que realmente alguien elije venir al taller sin ninguna obligación institucional, sin ningún beneficio de puntaje, etc. Eso ya es mucho. De hecho es una parte que tiene mucha presencia en la promoción. Tienen que venir sólo si tienen ganas, no porque nadie les diga que tienen que venir. Sólo si les da curiosidad, si les parece que les puede aportar algo.

Luego de esta no tan pequeña introducción, llegó el primer taller, una semana después de llegar a la ciudad de Orán.

Con los adolescentes.
 Fue muy potente la concentración que se generó aún teniendo un evento con todo el glamour y lo atractivo de la presentación de las candidatas a reina de los estudiantes en el auditorio de la casa de la cultura, nosotros estando al lado pudimos generar entre todos un clima muy lindo de trabajo, de relajación, de expresión y de confianza que generó que los chicos realmente sientan que hurgaron en lugares donde no van siempre o quizás nunca habían ido. También creo yo que este contraste tan grande generó en parte lo que le pasa a Luis y nos pasa a todos: ¿no serán más felices ellos que se sacan fotos, sonríen, se pintan y son re felices?
No se, a mi me parece un poco más interesante y con un poco más de contenido lo que pasó en la biblioteca que en el auditorio, sabemos que es una tradición pero que está muy vacía, no se entiende bien qué es lo que aporta como para que haya tanto despliegue. Básicamente eligen a la estudiante más linda de Salta para que luego en Jujuy elijan a la más linda del país. Y para eso hay toda una movida enoooorme de todos.

Y lo que valoro mucho de los talleres es que resuenan, creo que todos los chicos y chicas quedaron contentos, en algún lugar les tocó lo que ocurrió durante el taller, atraviesa, no pasa como si nada y eso se ve en los escritos. Salieron muchos desahogos que con ayudas de Mar y mis intentos tomaron más fuerza y los chicos también lo notaron.

Aparece mucho el: no, yo no lo quiero leer, ni tiene sentido, no, no. Y es muy fuerte como a veces cuando lo leen son los más potentes y súper interesantes, un chico que dijo eso después lo leyó y se emocionó mientras lo leía.
Algunos contaron que ellos a veces escribían y cuando terminaban lo tiraban o lo rompían, lo quemaban. Hablamos también de los miedos que genera mostrarse y se escuchan también muchos relatos de mucha represión. Una chica me contó que en la casa cuando ella cuenta que va a alguna actividad de este estilo le empiezan a decir que es una irresponsable que la hija empieza a llorar, que no se puede ir así como así. Hay historias de toodos los colores, que uno no se imagina. Algunas muy pesadas.
Por ende para mi es de un valor enorme que esos chicos y esas chicas se hayan venido el viernes a las siete de la tarde a dedicar cuatro horas para ellos, eso ya es muy groso. Y a vivir una experiencia, que no sale en ningún medio, en ningún libro ni los ve nadie de la escuela, etc. Es para ellos.

Sí, eso es muy valorable.

¿Y los docentes?
Sábado, 15hs estábamos Martín y yo esperando en la biblioteca Domingo Faustino Sarmiento como dos Sarmientitos. Recién 15:40 pudimos dar comienzo. Había muchos jeans y muchos diversos pensamientos sobre lo que era el taller. Una chica había venido a un taller de presentación. Esta aclaración la hago para contar un poco cómo arranca un taller, no es que vienen todos re predispuestos a hacer lo que vamos a hacer, cuesta entrar en código, en clima pero se logra por ahora.

De a poco se fue empezando a mover la rueda, empezamos a entrar en calor. Es notable como cuesta quedarse en silencio, estar solo un rato, no hacer todos lo mismo. Y es muy interesante y no es ninguna novedad como cuesta más a los adultos que a los chicos. En la puesta en común apareció mucho eso, como costaba entrar en la dinámica del taller, aunque lo terminábamos logrando entre todos, pero ellos contaban como les costaba y cuanta falta les hacía. También apareció mucho lo difícil que es ir por un camino que tenga más que ver con el deseo, con una escritura sin censuras cuando en el instituto todos los profesores son muy drásticos con los comentarios. Contaban de uno que directamente los trata de mediocres.

Es interesante como se genera un espacio casi terapéutico en las puestas en común y también a mi me hace pensar que quizás estamos hablando con gente de 30, 40 años y hablando con mucha autoridad. Pero se ve que lo vivido en el taller es lo suficientemente potente y genuino para forjar esa autoridad, no es inventada.
También es interesante que un rato antes de comenzar el taller decidimos no hacer el mismo que veníamos haciendo y cambiamos varias cosas. Y la verdad que nos confiamos en lo fluido que venía siendo todo.
La realidad es que estábamos los dos bastante cansados y Mar estaba enfermo, de hecho terminó con fiebre y no fue todo tan fluido ni tan perfecto. Pero como venimos haciendo, en nuestras vidas me parece, pusimos todo y funcionó, los participantes quedaron contentos y sintieron que les sirvió mucho.

Es un aprendizaje constante para nosotros, en la dinámica entre nosotros, la planificación, la variedad, el armado, bueno, muchas muchas cosas. Aprendizaje constante.

Ah, y algo muy importante. No venimos a enseñar nada. Venimos a compartir algo, a vivir algo juntos. Va, eso pienso yo y creo que hablo por los dos.

La expresión creadora - Primera parte

Hace algunos años, formalizando un poco la parte disciplinar de la educación por el arte, en unas clases con Mercedes (Mainero, necesito que el apellido quede entre paréntesis y llamarla Mercedes, que es mi maestra y mi hada madrina) apareció el concepto de expresión creadora, en un libro de Lowenfeld y Brittain (creo que se escriben así los apellidos, y que el libro se llama El desarrollo de la expresión creadora). De hecho, fue una de las primeras categorías que vimos, y central en la construcción del Taller de la Ventana.

A lo largo de estos años, trabajando en educación por el arte y en promoción de la lectura, varias veces me volvió a la vida, y varias veces releí fragmentos de ese libro. Y, año a año, escena a escena, creo que la voy resignificando, aprendiendo un poco más.

Ahora apareció nuevamente, cuando no la había llamado (extrañamente, porque mucho tenía que hacer acá) al pensar algunas cuestiones respecto a los talleres. Puntualmente, qué es lo que pasa en los momentos de la escritura. Aunque vale también para otros lenguajes, son momentos de expresión con la palabra los que venimos propiciando mayormente. Y, además, me parece útil acotar para profundizar.

No puedo evitar siempre volver al principio: ¿por qué propiciar la escritura? Esto me lleva a ¿qué escritura propiciar? Y, entonces, ¿cómo propiciar esa escritura en particular?

En realidad, de lo que se trata es de propiciar la expresión. En este caso, la expresión a través de la palabra. Pero, ¿qué significa expresión?

Muchas veces, en los talleres que venimos haciendo, los textos que aparecen tienen características de lo que llamo (con muchos escribidores espontáneos) "desahogo": sacar cosas que se querían decir hace mucho, volcarlas al papel. Pasa muchísimo con gente que no suele escribir, y que, cuando tiene una oportunidad, se lanza con tutti cuanti.

Esto no es algo a despreciar, para nada. Pero, partiendo del principio formalizado tan claramente por Laura Devetach, de que no es lo mismo decir "me pica" que decir "tengo pajaritos en la garganta", mucho de lo que intentamos proponer en un taller es que ir más allá de los modos de decir de todos los días, de las literalidades y las metáforas anquilosadas, para buscar formas de decir lo que es, en el fondo, indecible. Inventar lenguajes, desarmar y rearmar gramáticas, hallar palabras perdidas y combinarlas con otras inesperadas, todo eso va en camino a intentar dar voz a experiencias intensas para las que no nos alcanza con las maneras cotidianas de decir.

Pero, ¿cómo nos proponemos propiciar estas reinvenciones? Hago esta pregunta acá no porque tenga la respuesta e intente divulgarla. Más bien, y aunque, en los talleres que venimos coordinando, se disparan expresiones novedosas, creadoras, constructoras de subjetividad, más bien, decía, hago esta pregunta acá porque me di cuenta que la respuesta no la tengo. Para nada. Y no es que espere tenerla. Pero sí me parece que puede ser interesante registrar algo del proceso.

En realidad, de lo que me di cuenta es que cada taller me pregunto si será clara y disparadora la consigna, si el clima está efectivamente armado, y, sobre todo, qué es lo que puedo aportar en el momento mismo de la escritura, al acercarme uno por uno, y al final, en la puesta en común. Muchas veces (y esto es un registro de lo que me pasa en los talleres) en esos momentos busco que escrituras de desahogo encuentren otras voces, otros caminos para decir todo lo que necesitan decir.

A mí las listas me resultan, no se si útiles, pero sí fáciles, al principio, para ordenar información. Para salir un poco del caos. Y también me di cuenta que, en los distintos talleres, voy usando diferentes elementos de un repertorio que, aunque va variando permanentemente, improvisando desde la paleta, tiene algunos ejes habituales.

Cinco aclaraciones antes de empezar una lista que, creo, hoy será breve, y se irá agrandando con el correr del tiempo (¿y el aporte de lectores?). De hecho, tal vez sean más disgresiones que elementos en la lista, y esto no sólo porque ame a Mansilla, sino porque las preguntas me parecen más importantes que las respuestas.

Entonces

Cuatro aclaraciones

1. Creo que lo central, cuando hacemos un taller, y para propiciar la expresión creadora, está más en el clima y en la consigna (y sobre todo en el clima) que en estas intervenciones que, por sí solas, son secas.

2. Dentro de este trabajo de construcción del clima, el cuerpo es imprescindible. El cuerpo del tallerista, jugado por completo en escena (el taller es un arte escénico) y el de los participantes. Puntualmente, notamos que muchas veces el cuerpo se dispone muy bien para la palabra luego de ejercicios físicos intensos, llegando al piso con cierto agite.

Skliar: "mi cuerpo y mis palabras se revelan secretos que yo mismo desconozco" (La intimidad y la alteridad, uno de los pocos libros que traje al viaje)

3. Cada taller me cuestiono que la herramienta que elegí usar sirva para algo, y no sea más censuradora que habilitante.

4. Muchas veces (tal vez la mayoría) no hago ninguna intervención durante el momento de la escritura, ni en la puesta en común. De hecho, cuando tengo la posibilidad de procesos largos, jamás intervengo durante la escritura. Cuando es un solo taller tal vez lo hago porque me parece que puede ser algún aporte. No se si lo haré siempre así, pero ahora sí.

5- Esta no es una lista de lo que hay que hacer. Es una lista de lo que hago, hoy, ahora, a veces.


Ahora sí, la lista, incompleta, con lo que me acordé hasta ahora

- Verticalizar (lo uso adrede, aún acordándome muy patentemente de que Skliar habla de que, si no hay cuerpo y poesía, "la poesía será ese ejercicio, más o menos gentil, más o menos amable, de sólo verticalizar, rápidamente, algunas palabras" (La intimidad y la alteridad): ante textos en prosa, propongo separarlos en versos. Esto permite tanto focalizar en el ritmo como detectar fragmentos valiosos y otros que se pueden descartar. Después se puede volver a la prosa, o no, o hacer algo nuevo desde un fragmento. Esto último muchas veces sucede solo.

- Concentraciones: a veces aparecen en los escritos algunos fragmentos muy particulares, muy interesantes. Palabras raras, asociaciones novedosas, imágenes bizarras, o expresiones que, cuando quien las escribió las lee en voz alta, se escuchan muy sentidas. Propongo entonces tomar esos lugares y reescribir desde ahí.
A veces, estos lugares aparecen desde la oralidad. Puede ser solos, con diálogos como este:
- En realidad, yo quería poner esto...
- ¿Y por qué no lo ponés entonces?
o a partir de preguntar a qué le recuerda lo que escribió, o cómo se le ocurrió.
Muchas veces pasa que alguno tiene la sensación de tener algo para decir, pero no le sale decirlo. Entonces, al contarlo, va apareciendo.

- Ampliaciones: me acerco y pregunto: ¿qué otros colores, aromas, sonidos, sensaciones, texturas, etc. hay ahí?



Efectivamente, y al menos por ahora (que voy a estar más atento a seguir recolectando, e invito a otros que lo hagan en los comentarios) son menos elementos que disgresiones. Me pasa seguido, sí.

Vuelvo, entonces, al concepto de expresión creadora. Volvió a escena mientras pensaba en este tema porque, de pronto, me pareció que resumía perfectamente esto de decir de modos no cotidianos: que sea un decir de alguien, desde la experiencia, no un juego vacío, por un lado; por otro, que sea creador, singular, que de palabra a lo que nunca termina de decirse del todo. Esta no es, creo, la definición de Lowenfeld-Britain,y no la tengo a mano. Valga entonces también como nota epistemológica, de lo que puede suceder con los conceptos cuando andan dando vueltas, y cuando los vivimos.

¿para qué la ficción?

"Señores, pido permiso
pa´ que tengan más cuidado
hay que cuidar lo de adentro
que lo de fuera es prestado"

Eulogia Tapia

En Orán, hicimos dos talleres. En el primero de ellos, trabajando con un grupo de doce jóvenes de 14 a 20 años, surgió la escena madre de este recorrido en el blog de la FICYP. En mi vida, en la de Lechu también, tiene más larga trayectoria.

Resulta que, terminando la puesta en común del taller, Luis cuenta que él es el único, en su grupo de amigos, en hacer actividades artísticas. Y que, cada vez que realiza una actividad de este estilo, se pregunta si es una buena decisión hacerlo, ya que siente que, al cavar más hondo, al preguntarse y repreguntarse sobre la vida, lo que genera, mayormente, es sufrimiento. En cambio, alega, sus amigos, que según él son más sencillos, no tienen esos problemas. Disfrutan más tranquilos de la vida.

Agrega que ninguno de ellos sabe que él está acá, ni que hace este tipo de cosas. Y nos pregunta qué pensamos nosotros al respecto.

La demanda, pienso, es válida. Yo mismo muchas veces me la hago. Y luego, hablando con Lechu, él me contaría que él también. Si otros la viven más sencilla, la disfrutan sin dar tantas vueltas, ¿para qué complicar tanto con rebusques?

(algunos tal vez se sorprendan al verme cuestionando lo que más defiendo siempre, día a día, pero supongo me encontrarán también en ese espíritu de duda, tal vez espíritu francés - otra de las tantas, innumerables, invisibles, herencias-enseñanzas de mi gran maestra-)

De hecho, muchas veces pensé en que tal vez la vida sería más feliz (en general aparece esta palabra) sin tanto embrollo, sin tanta profundidad.

Ésta no fue la única ocasión en la que me encontré, en un taller, con estas preguntas o demandas. Tomo dos ejemplos recientes.

La primera, en mi primer viaje a Valdocco Chaco, en Junio. una chica del Terciario, en una propuesta de escritura acerca de la casa soñada, esa que existe sólo en el mundo de la utopía, me dijo: "¿Para qué quiero yo escribir esto si no es parte de mi realidad, si no lo voy a tener?".

La segunda, trabajando hace poco en el penal 48 del Partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, donde estuvimos realizando un taller de escritura. Ahí, el planteo de varios de los participantes, aún cuando estaban muy enganchados con la propuesta, era que las escrituras literarias eran una "evasión" que tal vez los podía hacer olvidar, por un rato, que estaban presos. Pero, en realidad, estaban ahí, entre los muros, sin poder salir, y esa era la única realidad.

Frase famosa: "La única verdad es la realidad" (a lo que me viene responder con "la verdad tiene estructura de ficción").

Creo que las tres situaciones, las tres demandas, hacen a una misma pregunta, a una misma duda, que tiene que ver con la ficción, con poner en duda a la ficción. Y se que es fácil argumentarlas conceptualmente, desde un concepto de ficción que no es ni verdad ni falsedad (pienso ahora en Saer, El concepto de ficción, por citar algo a memoria), por ejemplo, o desde las búsquedas filosóficas por la relación entre lenguaje y ser (ídem anterior, Jorge Larrosa y Narrativa y desidentificación; en ambos casos no son ni los únicos ni los principales representantes, pero quiero confiar en lo que me viene a la cabeza mientras escribo. Además, todo todo todo el tiempo Laura Devetach y Graciela Montes, desde mis lecturas de sus ensayos, Mercedes Mainero, desde mi experiencia en el Taller de la Ventana y luego en donde fuera, me han enseñado mucho acerca de este espacio mágico en el que creo fervorosamente). Pero no es lo que quiero hacer acá. Y eso por tres motivos.

El primero, que esto no es un paper ni nada parecido. En todo caso, si hace falta, después nos metemos en la discusión.

El segundo, que, discutamos lo que discutamos en los papeles, tres personas me plantearon algo similar en los últimos cuatro meses. Y no me parece, entonces, que sea para desacreditar.

El tercero, que, aún, como decía antes, aún siendo yo un incondicional defensor de la poesía, de la literatura, de la ficción, de lo simbólico, siendo que a través de este mundo siento que yo crecí y me enriquecí muchísimo, aún así, sigo dudando. ¿Haré bien en hacer a otros involucrar de esta manera su mundo interno, hacerse más preguntas? ¿Haré bien en seguir haciendo crecer en mí todo este monte, toda esta selva? ¿No estaríamos más tranquilos sin tanta vuelta?

No se trata de ir al mito del buen salvaje y pensar que sería posible no hacerse ninguna pregunta. Ni de oponer el pensar al sentir, que creo y mucho en que van juntísimos. No se trata, creo, de responder con ninguna idea concreta.

Eso hice con Luis, sin embargo, diciéndole que, de la gente que, ni bien conocí, me pareció que fluía mucho y no se hacía preguntas, luego me di cuenta que estaba tan atravesada de laberintos como yo, e incluso más. Y que entonces no creo que nadie sea, como dice Nula, personaje de Saer en La grande, "pre-filosófico".

Ahora, al escribir, para mí se trata de hacerme cargo. Hacerme cargo de dudas, de inquietudes, de que no estoy tan seguro ni de lo que defiendo todos los días. Tal vez porque "vivem em nos innúmeros", tal vez porque el mundo se mueve.

Como sea, hoy, una vez más, vuelvo a defenderlo. Pero luego de todo este recorrido, y sin querer alejar las dudas. Que se queden ahí, son bienvenidas. Justamente, tal vez esta defensa se trate de celebrar la ficción aún sabiendo de todas esas cosas que no están tan buenas. De celebrar, también, la contradicción. Y de aceptar que tomamos partido por algo aún sabiendo que, tal vez, nos equivocamos en parte.

Por eso, vuelvo a acordarme de mi viejo, diciéndonos, de chicos: ""una vez que tomaste conciencia de vos mismo, fuiste. por eso los perros están contentos".

Pero cierro, aún cuando no sea exacto (o sí) con Galeano y el Libro de los abrazos, que me encontré nuevamente en la biblioteca de Orán y autodeclaré imprescindible.


Celebración de las bodas de la razón y el corazón

Para qué escribe uno, si no es para juntar sus pedazos? Desde que entramos en la escuela o la iglesia, la educación nos descuartiza: se nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón.
Sabios doctores de Ética y Moral han de ser los pescadores de la costa colombiana, que inventaron la palabra sentipensante para definir el lenguaje que dice la verdad.

Eduardo Galeano



De la autonomía y otras yerbas...

Hace ya dos años y medio hice un curso de Acompañamiento del desarrollo infantil. Éste se basaba en la autonomía de los niños, sintetizando un poco…
La cuestión es que desde ahí y probablemente desde antes reflexiono bastante sobre el tema, tanto observando a los niños y a la relación con los adultos pero también observando relaciones de adultos, ya sea entre adolescentes y sus padres, jefes y empleados, maestros y discípulos, etc.

Es muy interesante ver como en general las quejas vienen porque tal no hace nada si no se le dice que haga o que nunca se aprende tal cosa, siempre hay decirle cuándo tiene que entrar. Que no lava los platos, que le tengo que cocinar siempre, que todavía no se anima solo/a. Que la única que trabaja soy yo.

Ahora, sería muy interesante preguntar: ¿che y vos podes no cocinarle un día? Ó ¿Te animás a que vaya solo/a? ¿Te bancás que un par de veces no entre cuando tiene que entrar y en la tercera se de cuenta?
Y así miles… Por supuesto todo esto me lo digo a mi también porque lógicamente soy en uno de los que lo veo…

Es realmente muy muy interesante ver como muchas veces el motor para hacer lo que hacemos está en realidad mucho más en el fondo y por ejemplo tenemos un miedo enorme a estar un rato solos con nosotros y generamos una dependencia en el otro para que nos tenga que venir a buscar, para sentirnos necesarios, útiles, imprescindibles.

No se si esto es para ponerlo acá pero también estoy pensando mucho en que algunas de las cosas más importantes, interesantes y novedosas que llevamos con nosotros son nada más y nada menos las siguientes:
Poner claramente el foco en la experiencia vivida durante las horas que dura el taller y no en ningún concepto teórico que podamos tirar ni nada que puedan anotar, simplemente lo que pasa adentro.
Estar muy atentos como talleristas a poner el foco en el deseo y en el impulso de las personas. O sea, no obligar a nadie a nada, no poner una cuestión valorativa a la expresión sino valorarla por el solo hecho de haber salido. No presionar a nadie con nada. Y ya me estoy repitiendo, pero es eso…
Creo que principalmente es eso.
Y el motivo por el que lo pongo acá es porque me canso de escuchar a padres diciendo: dale, saludá a la tía. Bailá para Pepito. Cagá para Ramoncito.
Qué pasa che!?!?¡? Hacelo vos!!! Es muy insoportable eso.
Y también va acá por la ansiedad de las personas, ya que muchas veces estamos apurados y por ejemplo queremos que el bebé camine. Y el pibe en realidad lo que le interesa ahora es chuparse el dedo, o mirar el piso, o gatear durante 2 meses más. Pero no, la mami le enseña, porque el hijo de Rosa ya camina y tiene 3 meses menos que Román. Entonces ahora el pibe se perdió 2 meses más de estar gateando y descubrir un montón de cosas que él tenía que descubrir antes de ponerse a caminar porque la mamá tiene miedo de que si no le enseña el pibe no camine. Y QUÉ PIBE NO CAMINA!?!?!?!?!?
Si hay personas que tienen avidez son los niños y en especial los bebes que están menos contaminados. Ah, SÍ, son personas eh! A veces ya cuando tienen 5 años recibieron tantos impulsos externos sin esperar a que ellos digan “A” que ya nada les da ganas… Pero los bebés sí, tienen avidez, es así, siempre y cuando no se les corte el chorro llenándolos de impulsos de los adultos, preocupaciones de los adultos, etc. ellos van a buscar, sin parar y van a crecer a su ritmo, afianzando bien cada aprendizaje antes de pasar al siguiente paso y eso es lo que hace que después se pueda seguir de una forma interesante, a mi criterio.

Me pintó el manifiesto Emmy Pickler…

La verdad que no se si a mi me criaron así, no se cómo seré yo como padre ni tampoco como soy como persona en general.
Sé que es algo que pienso mucho, a lo que presto mucha atención e intento actuar coherentemente con todo esto.
Tampoco se si esto tiene algo que ver con este blog, me parece que sí, pero la verdad que necesitaba escribirlo, se ve que desde hace bastante tiempo.
Y también quiero aclarar que la enorme mayoría de las cosas que digo en el texto no se me ocurrieron a mi, esto es mi resonancia con un montón de cosas que aprendí en ese curso y en muchos otros lugares.
Bueno, ojalá que…. Les guste, no se.

El uso de la palabra

Varias escenas nos llevan a conversar, en una caminata calurosa en la mañana de Orán, sobre el uso de la palabra. Sobre el entramado entre la palabra y la vida. Sobre los múltiples actos de dar sentido a la experiencia.

En Orán, entonces, escenas. Comparto, abriendo líneas, preguntas.

El grito y el silencio

Un cartel en la calle, hecho en computadora y fotocopiado, comienza diciendo: “Perdón por no ocultar nuestro dolor…”. No registro exactamente cómo sigue, probablemente habla acerca de algún crimen no resuelto, “inseguridad”, “impunidad”. Como sea, me queda resonando. ¿Por qué?

Creo que algo de lo que queda dando vueltas es la sensación de un intento fallido. De una necesidad de poner en palabras algo muy intenso, pero que, al menos a mi percepción, queda trunco. Un gesto que quedó marcado, sin querer, en la hoja. Un gesto justamente de la falta de palabras, pero que no va hacia el silencio.

Es difícil escribir sobre esto. Pero, básicamente, se trata de una experiencia intensa que convoca a decir, a hablar, a contar. También a todo el resto del cuerpo (y hablar sobre los usos de la palabra no implica desconocer que la palabra es parte del cuerpo, al contrario): gritar, llorar, enfurecerse con todo el rostro y los brazos. Y que esa experiencia queda ahogada en palabras que no la dicen.

Hacen falta otras palabras. O cuerpo. O silencio. O mezcla de todo eso. Ésa es la sensación.

Pero quien escribe, quien imprime, quien pega, ésta es también la sensación, intenta decir totalmente. O no tiene las palabras, o las gramáticas, o los gestos para decirlo como tal, como indecible.

Mucha confusión, acá, de mi parte. Pero espero resuene algo, en alguien, en álguienes.

Palabras raras

Lo anterior también trata de los lugares comunes. Y toda esta entrada, en realidad. Pero ahora quiero ir sobre uno que me resuena mucho, permanentemente.

Oigo decir, a algunas personas, en el recorrido del viaje, ser “apolíticos”. No voy a hacer acá la explicación de por qué ese término no tiene sentido. Se puede buscar por otro lado, y recuerdo, por ejemplo, algún artículo interesante en Página12 sobre el tema, aunque no se ni de quien ni cuándo.

Quiero ir a algo más puntual, que pasa no sólo con esta palabra sino con otras también.

Cada vez que oigo a alguien decir que es “apolítico”, me queda una sensación doble: por un lado, la de estar oyendo un lugar común, y uno que no me gusta para nada; por otro lado, la de que la persona que lo dice siente haber realizado (y de hecho es así) un desplazamiento en el lenguaje, la incorporación de una palabra nueva, que logra definir muy bien un estado, una experiencia, una elección. Hay un gusto por pronunciar la palabra, hay una adscripción a un grupo, hay un posicionamiento político, por supuesto.

Y yo, que no puedo clarificar más este punto, sí siento que tengo que escribirlo, y que algo tiene que ver con la lectura y la escritura, y con nuestro trabajo, acá, como talleristas. Es, por lo pronto, un uso complejo del lenguaje.

Apenas escribir

En el hotel en el que paramos cuando llegamos a Orán, el encargado. En el complejo municipal al que nos trasladamos después, el sereno. Son quienes escriben nuestros nombres en grandes cuadernos en los que se asienta quién entra y quién sale. En uno y otro caso, la escritura es torpe, desprolija, pobre.

El acto mismo de escribir, la acción física, digamos, es poco habitual, dificultosa, maquinal. Y no está asociada para nada a un montón de cosas a las que la asocio yo.

Este es otro tema que tiene que ver, también, con los talleres que estamos haciendo. Por un lado, ¿qué relación tiene con esa acción la gente que participa en ellos? Por otro lado, ¿qué pasaría si pudieran ampliar esta relación? Qué pasaría con sus vidas, digo.

Los mensajes de texto

Luego de irnos de Valdocco, sigo en contacto con algunos de los chicos de allá por mensajes de texto. Les dejé mi número, y cada tanto me escriben, y les respondo.

A veces me mandan cosas como: “Hola profe, como está?”. Otras amplían un poco más en lo que están haciendo ellos, pero poco y nada.

Para mí, estos mensajes son rarísimos. Al menos por mensaje de texto. Porque no entiendo bien hacia dónde van, porque tengo una necesidad o vanidad de adornarlos con otros detalles, tal vez porque no me atrevo a hacerme cargo de algo tan simple como que tengo ganas de estar en contacto con alguien. Como sea, me resultan extraños. Un uso extraño de la palabra.

También me llaman la atención por otras cosas: errores de ortografía, escrituras abreviadas, falta de uso de los signos de puntuación.

Un diagnóstico habitual de este fenómeno (y con el que, en parte, coincido) es que todas estas faltas (errores, ausencias) hacen perder riqueza al lenguaje y, así, a la vida de los chicos. Y, en parte, los talleres buscarían subsanar estas faltas.

Ya dije que coincido en parte con esta hipótesis. Pero al mismo tiempo no me termina de cerrar. Mirada antropológica, ver lo distinto como falta es algo a descartar de entrada (y este es el conflicto para mí insoluble, pero no por eso paralizante, de una antropología relativista con la educación). Aún así, tampoco tengo ahora otra hipótesis (ni se si la tendré).

Pero me parece que vale la pena, al menos, plantear la pregunta. Eso en primer lugar.

En segundo lugar, creo que la búsqueda de la pregunta puede estar en relación con los otros apartados de esta entrada. En esta categoría que me gustó, la de los usos de la palabra.

En tercer lugar, para remarcar algo que muchas veces digo, pero que creo nunca escribí. Sería maravilloso que diésemos lugar a la escritura poética no sólo en la “literatura”, en la “poesía”, sino también en lo más cotidiano: las conversaciones, las cartas, la escritura de diario íntimo, por ejemplo. Y también, los mensajes de texto.

Los talleres van también hacia este lugar.

El uso de la palabra

Recorrido amplio y heterogéneo, abriendo. Para pensar en esta categoría, “el uso de la palabra”. Y en sus múltiples dimensiones.

Invito a quien tenga ganas en escribir, comentar, desde el lugar que más le haga eco.

Y despido con un poema que me encantó y hoy copié en mi cuaderno (cosa sencilla que aprendí mucho del trabajo de campo) del libro con la poesía completa de Viel Temperley que está en la biblioteca de la Casa de la Cultura de Orán (que, ahora, es nuestra casa)

Y ha de haber lugares

donde ha de llover tan lindo…

Qué ganas tengo

de estornudar el alma

y verla hacerse añicos

contra el agua

Adentro, afuera, andando

Chaco adentro


Medianoche. Salimos de Comandancia Frías hacia la provincia de Salta, al norte y al oeste, para cruzar a Bolivia. Vamos en un camión, uno de cuyos conductores es el padrino de Juanjo. Se llama Moncho. Su compañero y dueño del camión es Nelson.


Partimos en noche oscura, en un viaje que durará por lo menos hasta el mediodía. Voy adelante, en la cabina. Lechu atrás, en un pequeño habitáculo que es parte del acoplado.
Al principio voy conversando con los camioneros. Luego me duermo, recostado en la cama de adelante.
Antes de dormirme, pregunto si hay pueblos en el camino hacia Las Laijtas, el sitio donde arranca el asfalto. “Ninguno”, me responden. Sólo casas aisladas, cada veinte o treinta kilómetros, en un recorrido de doscientos cincuenta que implica un desvío hacia el sur. La única excepción coincide con el amanecer, y es una gran estancia llamada “Los Pozos”.
Para esa hora ya estaba despierto. A eso de las cinco me pidieron que me pase al asiento de acompañante, así Nelson podía dormir.
Arrancamos nuevamente. Por un camino angosto, de tierra arcillosa y poceada, con doble acoplado cargado de vacas, surcando el impenetrable. Moncho me informa que ya hace treinta kilómetros que estamos en Salta. Noté que el paisaje había cambiado un poco. El monte estaba más bajo, más achaparrado, más denso. Esa palabra lo define bien: impenetrable.
La noche negra y, salvo por nosotros, vacía. Las luces del camión abriendo apenas una rendija en esa hondura. El vehículo avanzando despacio.
Vamos andando.
La sensación es la de estar atravesando esos lugares que en el mapa parecen inaccesibles. Centímetros y centímetros (en el papel) sin una ruta, sin un punto, sin una marca. La nada. Vamos recorriendo esas rutas que existen sólo en el trazo del dedo. En esos rincones incógnitos, pareciera, lo inesperado puede brotar de cualquier parte.
Dejamos atrás Valdocco, luego de días intensos. Seguimos camino. Estamos viajando.
















Desde el habitáculo
Me metí ahí adentro. Cerraron la puerta DESDE AFUERA! y empezó un viaje inédito. Ya antes de partir, las vacas y los toros no dejaban de moverse, golpeando contra una de las paredes de la piecita. Sólo había una lucecita, muchas frazadas, dos ventanitas que daban a la parte de afuera de la cabina del camión por donde no podía ver a nadie. Y mis petates.
Tenía muchas ganas de compartir ese momento con Mar, de saber qué estaba haciendo él, de mostrarle cómo era ese lugarcito que nos iba a albergar a ambos en distintos momentos del viaje durante unas cuantas horas. Me sentía un nene que descubre un lugar súper excitante que antes de entrar le dio miedo y luego tenía muchas cosas ambiguas. No había forma de salir si no te abrían de afuera. No tenía forma de comunicarme con los demás, estaba yo solo con mi alma.
Estuvo buenísimo, divertido, escuché música, dormí bastante y en un momento paramos, me abrieron, salí un ratito y me volví a meter yo, ahora no quería cambiar, había encontrado un lugarcito divertido y “tranquilo” para dormir…
Finalmente viajamos 17hs hasta llegar a Pichanal donde teníamos pensado hacer dedo hasta Tartagal. Plan que cambió prontamente al darnos cuenta de que todo el mundo iba para Orán. Al ratito habíamos gastado $3 cada uno en nuestros primeros kilómetros pagados desde que salimos de Capital.

De Valdocco Impenetrable

Ubicado a 5km de Comandancia Frías, bien al oeste del Chaco, en el impenetrable, está este establecimiento, que depende de la fundación Valdocco y que tiene otra sede en Santa Cruz.

En Valdocco impenetrable funcionan: un Oratorio, en el que hacen recreación para los Wichis chiquitos, a contraturno de la escuela, un secundario, un terciario y un secundario para adultos. A éstos asisten alrededor de 250 personas de las cuales. La mayor parte vive en Valdocco de lunes a viernes y vuelven a sus casas los fines de semana. Otros viven en Frías y algunos, los menos, viven siempre ahí salvo en vacaciones. Algunos de los que están de forma permanente son chicos que vienen de Santa Cruz. Otros son coordinadores cuyas casas están lejos.

A cargo de la fundación está el cura Juan Carlos y la sede del Chaco la dirige Lucila, que ya nos invitó a ambos a irnos a vivir y trabajar ahí.

Los chicos y chicas provienen de parajes que están desde 20km a 70km y algunos de pueblos aún más lejanos. La situación de sus lugares de origen es de mucha pobreza, en general son muchos hermanos, últimamente hay mucha sequía y notamos que es bien distinto lo que viven durante la semana en Valdocco a lo que ocurre cuando vuelven a sus casas. En Valdocco les dan las 4 comidas diarias, hay computadoras, duchas, tienen actividades todo el tiempo, hay camas para todos con las sábanas y frazadas respectivas, se duerme en pabellones con 15 o 20 camas y hay un lindo clima en general.

La sensación que tenemos al estar en Valdocco, en la vida cotidiana, es muy distinta a la del día a día en Buenos Aires. Allí se vive de forma comunitaria, con todo lo que eso tiene de bueno y de malo. A la vivencia de grupo, de contención, de animación social, se le contraponen la molestia que puede implicar el poco lugar para la intimidad, para las singularidades. Así, es una buena oportunidad para experimentar algo que, en la ciudad, muchas veces anhelamos, y ver de eso lo que nos gusta y lo que no.

Al mismo tiempo, no podemos dejar de lado algo que permanentemente se pierde de vista: Valdocco impenetrable abrió este año, y allí viven doscientas cincuenta personas. Es evidente que, en ese contexto, la vida va a estar en permanente movimiento, y muchas cosas hay para ir asentando, transformando, afirmando. De todas maneras, hay algo clave y es que allí se está bien. O al menos nosotros lo vivimos de esa forma.

Convivimos poco más de una semana con un grupo humano maravilloso, de gran riqueza e inmensa generosidad, y aprendimos día a día cosas de lo más diversas.

Queda describir brevemente, como para contextualizar lo que viene ahora, nuestro trabajo en Valdocco Impenetrable durante estos días. Son dos los ejes con los que trabajamos: uno, el trabajo con las secciones enteras del secundario y el terciario. Ahí, divididos, Martín en lo que tiene más que ver con lectura y escritura y Lechu en la música y el cuerpo, el ritmo. El otro eje fue el de Puentes Culturales, y éste lo retomamos de un viaje que, hace dos meses, Martín realizó con Ani y Alejo, compañeros de trabajo en IIPE-UNESCO.

La propuesta, acá, es la de desarrollar un grupo de mediadores culturales que, con distintos ejes, sostengan un movimiento cultural en la comunidad. Este proyecto proviene del trabajo en Escuelas del Bicentenario (IIPE-UNESCO) y se está desarrollando, actualmente, en las localidades de Caleta Olivia y Las Heras, Santa Cruz. Habiendo conocido allá a la gente de Valdocco, surgió la posibilidad de viajar al Chaco para desarrollar una propuesta similar, y en ese recorrido es que estamos.

La idea, entonces, fue fortalecer, puntualmente, uno de los ejes de Puentes Culturales: el del Centro de Lectores. Esto consiste en formar a los jóvenes como lectores en voz alta para otros, y realizar pequeños espectáculos basados en la literatura pero con aportes de audio y video, para el resto de la comunidad. Así, se formó un grupo de unos veinticinco jóvenes de secundario y terciario con los que trabajamos intensamente los últimos días.

A continuación, entonces, algunas de las escenas y las reflexiones de estos días.

Del primero

El sábado a la mañana llegó una comitiva de estudiantes avanzados de un profesorado de psicología de Resistencia. Ellos venían a alfabetizar. ¿En cuántos días? En 2. Sábado y domingo. Se encontraron con que no había nadie que los recibiera y, menos, gente para alfabetizar.
La cuestión es que estaban mal porque habían llegado hasta ahí después de 12hs de viaje, con muchas cosas preparadas y nadie que los recibiera.
Nosotros a la tarde del sábado dijimos: ché, estaría bueno hacer un taller para los del profesorado, que sea, cuerpo, música y palabra pero no podemos proponerlo nosotros, tiene que surgir de otro lado.
Al otro día Lucila, la directora de Valdocco Chaco le dijo a Martín: ¿qué les parece hacer un taller para los del profesorado?
Al ratito estábamos planificándolo, para esa misma tarde y de más o menos 3hs de duración.
En el almuerzo se les contó a ellos y les interesó.
A eso de las 16hs empezamos con el taller. Estaban todos los de ese grupo y dos chicos del terciario de Valdocco que viven ahí. Marcos y Santiago.
Comenzamos con un calentamiento en el que empezaron a aparecer las primeras dificultades. Sólo mirarse a los ojos y mantenerse en silencio costaba muchísimo, pero lentamente se fue logrando y, a medida que el cuerpo iba entrando en calor, empezaba a aparecer más confianza, más entrega.
El primer ejercicio de recolección de palabras comenzó con un viaje interno guiado por Mar, en el que cada uno de ellos pasaba de ser una semilla, acurrucados en el piso y con todo oscuro a ser una planta, florecida, en plena primavera y con el solcito entrando al lugar. De ahí, a las hojas, a escribir palabras sueltas, todo lo que aparezca. Aparecieron algunas lágrimas, muchas palabras y más confianza para seguir.

Como ejemplo, como para mostrar algo del proceso, tomamos las escrituras de uno de los chicos, Marcos. En este primer ejercicio, escribió lo siguiente:

La vida, esfuerzo, ayuda, aprendizaje, oscuridad, miedo, temor, familia, hojas, victoria, no poder tener raíces con muchas fuerzas, tambalearme, huesos rotos, piel, andamios firmes para seguir más arriba, hijos, núcleo, pie grande, alegría, más alegría, risas, más risas, descanzo, ojos, formas, movimientos lentos, lentos y algunos rápidos, temor, temor, preguntas, preguntas.
¿Por qué? ¿esto es así? Yo no sabía y tu me ayudaste a crecer. Gracias por regarme días tras días, gracias por estar a mi lado, gracias por tenerme en tus brazos…

Gracias por no dejarme con sed…
gracias por los sonidos, gracias a ti, sí a vos te digo gracias por ser un hermano, porque me enseñaste a vivir…
Cada cosa, cada consejo, cada broma, cada chiste, gracias y nuevamente gracias…

Sí, a vos te digo
Que sos un hermano, una hermana para
mi

Seguimos luego, frotando el cuerpo para predisponerlo un poco y se notaba mucho tabú, sólo con nombrar la palabra culo había una revolución en el grupo y lo mismo cuando había que frotarse el pecho. Cabe aclarar que cada uno estaba con su cuerpo eh, nadie tocaba a nadie. Luego hubo una relajación con un viajecito en el que los llevamos por montañas, mares y campos verdes con el viento acariciando las caras seguido por un hermoso poema de Roberta Ianamicco llamado Pachamama en la voz de Martín y un disparador para esta vez escribir usando las palabras antes recolectadas y todas las palabras del mundo lo que ellos quisiesen.

En ese momento nació por ejemplo el siguiente hermoso texto también escrito por Marcos Alfonso que vamos a publicar, al igual que el anterior, con el consentimiento del autor.


Preso del aburrimiento empecé a cavar
Como sin darme cuenta, quizás no entendía lo que hacía, pero yo no paraba de cavar, el sudor crecía y crecía y hasta una lágrima se derramó, pero de pronto, que loco, encontré algo tan preciado que nunca había visto, un pedazo de hierro, todo rumbrado, lleno de tierra, pero yo lo encontré, já! Estaba allí esperando que alguien lo sacase, yo lo encontré! Aunque sea algo tan simple, sin valor, yo lo encontré, es muy valioso, muy preciado, porque Yo!! A eso nunca lo vi.
En esta vida yo me encuentro con cada cosa, parecen simples, parecen sin valor, pero yo! sí! Yo! yo lo encontré.


Leyeron sus textos en vos alta ante todos sus compañeros casi todos los presentes. Hubo una o dos chicas que no se animaron. Estaban todos muy contentos, revolucionados, sorprendidos, agradecidos. Eso fue lo que expresaron apenas terminamos.
Nos agradecieron muchísimo, algunos dijeron que fue la primera vez que escribieron algo suyo, otros que pensaban que lo que habían escrito era una boludez y al leerlo en voz alta se daban cuenta de que no era así, o sus mismos compañeros se lo hacían saber. También nos dijeron que se notaba cuán preparado estaba el taller, cuanta relación había entre todas las cosas que hicimos y lo mucho que nos entendíamos entre nosotros.

Fue muy muy lindo, hubo mucho amor, mucha confianza, mucha generosidad, apertura y mucho agradecimiento.

Sentimos mucha fluidez, mucha entrega, mucha búsqueda y mucho interés. Fue el primer taller que dimos juntos y nos sentimos muy cómodos, realmente pensamos que estuvo muy bueno. Sin embargo, nos dejó pensando mucho sobre nuestro rol, creemos profundamente que estamos en un proceso de crecimiento muy grande y que es absolutamente parte de éste el momento del taller, el abrirnos durante el proceso, todavía incompletos y con muchos agujeros por todos lados pero también con muchas convicciones claras y una búsqueda muy profunda de seguir abriendo caminos para la expresión en los demás y en nosotros mismos. Estamos con muchas ganas de seguir viviendo estas experiencias y llenos de ideas y preguntas a flor de piel.

Recorridos lectores

El viernes por la noche quedaba poca gente en Valdocco. Todos los chicos de los parajes habían regresado a sus casas el jueves por la tarde, y al día siguiente incluso muchos coordinadores habían salido para pasar el fin de semana en sus casas. En el predio, estabámos acompañados solamente por algunos coordinadores y algunos chicos de Santa Cruz que viven en Valdocco de manera permanente. Ellos vienen de la sede que la fundación tiene en el sur, cerca de Caleta Olivia, que aloja a niños y jóvenes que, por cuestiones judiciales, son separados de sus familias. Algunos han ido a instalarse en Chaco, tanto para hacer la escuela como para formar parte de la institución.

Vanesa (dieciocho años) y Maite (trece) son dos de las chicas de este grupo. Y suelen pasarse todos los fines de semana en Valdocco, según dicen, bastante aburridas.

Quizá por eso, quizá porque ya nos conocíamos por el trabajo con Puentes Culturales, del que ambas forman parte, quizá porque veníamos conversando bastante desde nuestra llegada, aceptaron la propuesta de sentarnos, el viernes a la noche, y después de cenar, en un aula, a explorar la caja de libros. No recuerdo, en realidad, cómo surgió la idea exactamente, pero lo cierto es que al poco rato estábamos los cuatro compartiendo historias e imágenes de la caja plateada.

Empezamos por Trucas. Al verlo en la caja, Maite recordó que, cuando lo había explorado el otro día, no lo había entendido. Evidentemente, sin embargo, algo le había llamado la atención. Le pregunté si quería mirarlo juntos a ver si podía encontrarle una vuelta, y se entusiasmó con la propuesta. Vane y Lechu también se mostraron de acuerdo, así que tomé el libro y, desde la tapa, empezamos a recorrerlo.

Para quienes no lo conocen (y recomiendo, de paso, que lo hagan pronto) Trucas (Juan Gedovius, FCE, Colección A la orilla del viento) es un libro compuesto solamente por imágenes. No voy a hacer un resumen de la historia, porque ya otra persona hizo algo así, y está abajo para quien quiera leerlo. Sí voy a aclarar que es para mí un texto muy querido. Lo conocí hace un buen tiempo, a través de Ani (Siro) lo usé para muchas mesas de libros y, además, es el símbolo elegido por el Centro de Lectores de la Escuela San Pedro Claver, coordinado por mi gran amigo el Mago (Javier Maidana) y en el que estuve yendo casi todos los viernes de la primera mitad del año, a hacer trabajo de campo y, por supuesto, a disfrutar de un gran espacio de lectura.



La noche del viernes

Tiempo disponible, en un lugar calmo, poca gente y muy interesada, contexto ideal para meterse en la historia. Y así fue. Sin ningún apuro, fui, desde la tapa hasta la contratapa, ofreciendo y conversando todo el relato, a través de las imágenes, con el grupo. Al terminar, le pregunté a Maite qué le parecía ahora el libro, y sonrió contenta.

Por suerte, la caja tiene también otros libros del estilo. Y aprovechamos para explorarlos uno por uno, comentando, preguntando, proponiendo. Luego pasamos a otros textos: leímos algún cuento, poemas, coplas, saboreando palabra a palabra, línea a línea, mirada a mirada. Debemos haber estado más de una hora ahí dentro, abriendo horizontes. Y nos fuimos recién cuando les propuse cerrar la noche con un cuento de terror en lo oscuro.

La propuesta les encantó. Salimos, entonces, con el libro La dama o el tigre y una linterna de esas que se ponen en la frente. En el libro, está el cuento “La pata de mono”, excelente relato e ideal para noche negra. Caminamos unos cuantos metros, alejándonos de la zona de las aulas, pero sin meternos en el monte, por las víboras. Y ahí, con la orquesta del impenetrable de fondo, dimos voz y aire al relato.

Fue el cierre de un encuentro hermoso, y después de eso nos fuimos a dormir. Pero con muchas sensaciones adentro.

Las lecturas

Maite y Vanesa no se presentan a sí mismas como buenas lectoras, y no se si alguno de sus docentes las piensan de esa manera. Maite arrancó la noche diciendo que Trucas no le gustaba porque no lo había entendido; Vanesa me había dicho el día anterior que a ella no le gustaba leer. Ese rato de la noche se pasaron, sin embargo, un buen y lindo rato entre los libros de la caja.

Lo que quiero destacar acá es que el movimiento de ese rato no se quedó ahí. Por un lado, porque fortaleció y resignificó nuestra relación. Al atravesarla por historias, personajes, imágenes, palabras, pasamos a tener, de un día para otro, un repertorio de horizontes en común, al que podemos referirnos cuando queramos para recordar, aún en silencio, un momento, un lugar, un compartir.

En este sentido, si bien cualquier buen momento compartido tiene probablemente como efecto el resignificar una relación humana, el momento compartido con poesía, con literatura, con libros, puede tener la especificidad de ampliarlo a una multiplicidad de mundos, de ritmos, de caminos.

Por otro lado, quiero rescatar la importancia de lo imprevisible. En ningún momento planificamos este encuentro, ni su secuencia ni su existencia. Y, pensándolo después, tanto Lechu como yo lo pensamos como uno de los más ricos en nuestra estadía en Valdocco.

Recuerdo que, cuando comenzamos a planificar el primer viaje al Chaco, hace dos meses, con Ani y Alejo, hablamos acerca de la importancia de prever momentos abiertos, sin tareas, para dejar lugar a lo emergente. De no hacer planificaciones totalmente cerradas, aún cuando quisiéramos aprovechar al máximo el viaje.

Confirmo ahora la importancia de esa idea, pensando en lo potente que puede ser el equilibro entre metas claras, objetivos planificados, junto con la flexibilidad para aprovechar estos espacios. Y, sobre todo, para confirmar que lo importante es el vínculo, la relación, el encuentro. Que la poesía habilita un canal particular dentro de este vínculo, uno muy hermoso. Pero que se trata de eso.

Los días siguientes confirmaron la importancia del encuentro del viernes por la noche. El sábado por la tarde tuve una conversación larga y linda con Vane, sentados en el pasto, donde nos contamos muchas cosas, compartimos opiniones, ideas sobre el mundo. Y luego la vimos más firme actuando como lectora en voz alta en las funciones, e incluso mucho más participativa de todo el proceso de trabajo de Puentes Culturales.

Además (y esto incluye también a Maite) cuando, el miércoles por la mañana, armamos una mesa de libros en un aula (ver entrada Los espacios abiertos) su relación con todo lo expuesto no parecía para nada marcada por un “a mí no me gusta leer” o un “no entiendo nada”. Algo parecía haberse destrabado y, aunque seguro que no fue sólo del viernes a la noche, tal vez pudo haber actuado como momento bisagra (y esta es una categoría, ahora que la escribo, interesante para pensar el concepto de camino lector).

Respecto a Maite, puntualmente, hubo una escena del encuentro del miércoles a la mañana que merece un apartado propio. Es lo que viene ahora.


Maite y Trucas

(dedicado a los muchachos y muchachas del CDLpT)

El miércoles a la mañana, en el espacio abierto de lectura, Maite llega después de la clase y pregunta qué estamos haciendo. Le cuento que estamos con un rato para explorar los libros, leer y tal vez elegir alguno para llevarse al viaje (al día siguiente partían hacia Buenos Aires por diez días). Decide quedarse.
Ni bien entra, descubre Trucas. Lo agarra y me lo muestra, mientras me mira sonriente. Me pregunta si lo puede “copiar” en una hoja. La miro extrañada, interrogando con los ojos. Como decía antes, Trucas es un libro que carece de palabras.
- Pero lo que me imagino- responde Maite.
Por supuesto, claro, cómo no. Algo incómodo, pero también qué lindo sentirme así de descolocado, notarme, una vez más, más estructurado y esterotipado de lo que creía. Gracias Maite.
Concentradísima, se sienta. Y acá va lo que hace. Así lo dejo.


Trucas Autor: Juan Gedovius 09/09/09

Por Maite Garcés. 13 años.

Estaba un duende muy lindo llevando pinturas para pintar, a él le gustaba mucho ensuciarse y aparte de eso pintar. Pero un día se le apareció una mano diciéndole estás muy sucio te tendrás que bañar, entonces lo metió dentro de una fuente. Trucas no soportaba estar limpio entonces siguió buscando pinturas para ensuciarse, buscó, buscó, buscó, buscó y finalmente encontró un lápiz, pensó lo que iba a hacer con ese lápiz y entonces lo fue a agarrar, pero era la cola de un dragón, Trucas lo miraba pero no sucedía nada hasta que el dragón se despertó, el dragón enfurecido levantó la cola y lo vio a Trucas agarrado de su cola, Trucas salió corriendo pero no pudo escapar del fuego que le largaba el dragón.
Trucas como estaba muy enojado le salía humo por la nariz y entonces se vio que estaba todo negro y empezó a manchar toda la pared, manchaba con sus manos, pies, pelos, todo estaba marcado en la pared.
Finalmente Trucas había encontrado lo que buscaba y aparte de eso le gustaba mucho dejar sus marcas en la pared. Así es como vive Trucas.

Fin.





El espacio abierto


Una mañana, la última en Valdocco, tengo un rato libre y me instalo en el aula en la que venimos trabajando. Armo una mesa de libros.

Los dispongo, en realidad, en distintas secciones, que tenían que ver con cosas que veníamos hablando con los chicos de Puentes Culturales: una de lectura más individual, otra para leer a otros chicos más pequeños, otra pensando en grabar poemas y cuentos en la radio. Vienen algunos de los integrantes de Puentes y se sientan a leer, a explorar. Luego, en el recreo de secundaria, se suman algunos otros. Se arma rápidamente un clima de espacio de lectura.

Pienso entonces en la importancia del espacio abierto. Hasta ahora, lo veníamos planteando, en Valdocco, con la música: que la sala permanezca abierta con un referente todo el día, para que quien quiera pueda ir a tocar, a investigar. Pero lo mismo podría ser con la biblioteca. Aunque sea una o dos veces por semana, con horarios fijos, que esté abierta.

Con uno o dos referentes, los libros fuera de los estantes, un sistema de préstamos y lectores en voz alta disponibles para prestar su cuerpo a los textos y, además, recomendar. Un ofrecer permanente, disponible, que esté presente todo el año. Para que quien quiera, cuando quiera.

Se que esto es bastante obvio. Es ni más ni menos que una biblioteca. Pero, por lo pronto, en Valdocco, y aún habiendo libros, no existe. Los chicos ni saben qué libros hay, y no tienen muchas oportunidades de explorarlos. Y, ampliando más, pocas bibliotecas en el país, por lo que conozco, tienen espacios así. Cuentan con libros, sí, y personas, y un lugar. Pero el espacio pocas veces es de ofrecimiento y es, en este sentido, abierto.

Entonces, no está de más describir brevemente la propuesta, volver a empezar desde lo muy chiquito, y describir un poco lo que sucedió esa mañana, aunque sea en un mapa breve.

Además, personalmente, me doy cuenta que vuelvo a valorar mucho este espacio que, para mi fue, de chico, hecho por varias bibliotecas: la de casa, la de la escuela, la pública (en realidad, privada pero abierta a cualquiera que quiera ser socio, La luna, con Roberto Sotelo). “Lo único que cuenta es lo que se ofrece. No el minuto después. No su excesiva valoración” (Carlos Skliar, cito de memoria de La intimidad y la alteridad, perdón si, tal vez, lo modifiqué).





Almohadones, alfombra, sahumerio, música. Además, y esto es importantísimo, los mediadores. Con sus cuerpos, sus miradas, sus voces, sus palabras. Los vínculos humanos. Las relaciones sociales sosteniendo los recorridos de cada uno.

Sacar los libros. Abrir las historias. Llenar el aire de horizontes.

De la diversidad

Esa mañana, variedad de escenas. En un aula, en una mesa.

Maite copió, inventándola, la historia de Trucas (ver en la entrada Recorridos lectores). Ahora lee Cosas que pasan, de Isol.

Celina lee, contenta, a Nicolás Guillén. Era ése, Sóngoro Cosongo, el libro que quería desde que lo descubrió el pasado jueves.

Franco entró preguntando “qué hay que hacer”. “Hayquenada”, le respondí. Y le conté que los que tenían ganas estaban leyendo o explorando libros. Agarró a Salgari: Los dos tigres, en edición Robin Hood. Y no para.

Vanesa leyó, primero, como siete capítulos de Pinocho. Después, como, según me dijo, “no sabía que hacer”, escribió un cuento. Y ahora lo pasa en limpio. Me llama, entonces, y me dice que, al reescribir, no está poniendo lo mismo. “Estoy poniendo otra cosa”. Cuando termina, nos regala la hoja.


María, de las coplas de los fileteados, patas en una silla, hace rato con Villafañe y el Gallo pinto. Ida y vuelta, mate de colores. Tranquila está, María.

Alejandra entró y se quedó un rato calladita, sentada. Estaba, me dijo, cansada. Luego me pidió que le recomiende algo. ¿De qué clase? Novela. Le mostré El vizconde demediado, de Calvino, y le leí la parte de atrás. Se lo llevó, para empezar a leerlo y ver si se lo lleva al viaje.

Yo converso con el que quiera, me acerco, miro, leo, escribo. Y disfruto de la intensidad de los muchos mundos que, ahí dentro, están conviviendo.

Taller del número dos

La segunda semana, nos propusieron trabajar con los alumnos de Terciario. Son unos 70, en total, y, para poder tener grupos de número más o menos potable, decidimos dividirlos en tres: uno lo tomaría Cristian, profesor de plástica de Valdocco; otro Lechu, para trabajar con la música; el otro yo, para hacer un taller de escritura.

Ya el viaje pasado, cuando estuve hace dos meses había hecho algo similar. Y me parecía importante retomarlo, ya que había visto gran necesidad de escritura expresiva en muchos de los participantes, además de varios que me habían manifestado su gusto por el clima de los talleres. De todas maneras, se trataba de trabajar con la totalidad de los alumnos. Y eso implica, siempre, que algunos no estén tan a gusto.

Aún así, decidimos mantenerlo como una actividad obligatoria, en parte por decisión de la coordinación de la institución, en parte por ser algo nuevo, desconocido para muchos de ellos, que no iban a tener toda la información para optar realmente. También, en parte, quizá, como desafío.

El desafío también se planteaba en el armado del módulo. Estando de viaje, aunque llevamos algunas cosas, no son tantas. Estoy acostumbrado a trabajar con textos disparadores, y ellos en general vienen de libros. No los tenía ahora. La biblioteca estaba entonces reducida a lo poco que trajimos, los libros de Valdocco y, claro, mi memoria: el principal soporte con el que quiero trabajar.

Se trata de generar espacios donde propiciar la expresión. El desafío es hacerlo con lo puesto y poco más. En lo posible, eso poco más que sea de lo que hay en el lugar.

Así fue como pensé, en la siesta, cómo iba a ser el módulo. Y quedó lo siguiente.

Taller del número dos

0. Punto de partida: decir L´homme et la mer (de Baudelaire, lo se de memoria) en francés y en castellano.

Ya el hecho de escuchar un poema en francés es una experiencia nueva (¿y que podría llamar “poética”?) para casi todos los participantes. Bienvenido entonces.

1. Viaje hacia el mar: improvisando con las palabras, propongo tomar como punto de partida la imagen que haya generado el poema de Baudelaire para cerrar los ojos y avizorar el mar. Aunque muchos nunca estuvieron en el mar, no importa. Que se acuerden de imágenes de la televisión, de películas.

Entonces continúo con lo sensorial. Mientras me muevo por todo el espacio, voy describiendo olores, sabores, texturas, imágenes y sonidos marinos. En el final, describo el movimiento de expansión y concentración de las olas: va y viene, va y viene, va y viene…

Les propongo que escuchen la propia respiración con el mismo movimiento. Que sientan el aire entrar y salir. Y, así, hablo un poco acerca de todo lo que, en el mundo, es de a dos y complementario (Tao). Vuelvo al mar y la respiración y los hago abrir los ojos.

2. Recolección de palabras: una lista grande de cosas que, en la vida y en el mundo, se oponen y complementan.

3. Tal como muchas cosas son así, de a dos, en la vida, a veces necesitamos maneras de expresarlas, de encontrarles sentido. Así introduzco el poema de Federico con el que voy a trabajar. Lo tomé de un libro en Valdocco, aunque a esta altura ya me lo aprendí.


Balanza

La noche quieta siempre.

El día va y viene.

La noche muerta y alta.

El día con un ala.

La noche sobre espejos.

El día bajo el viento.

(tomado de Mariposa del aire, Colihue)

Lo repito varias veces, y propongo:

Tomando las propias percepciones del día y la noche, robar la estructura (El día… La noche… El día… La noche… El día… La noche…) y, aprovechando las palabras recolectadas, escribir.

Agarro entonces la guitarra y, clima de fondo, adelante.

Luego, puesta en común.

El número dos en Valdocco

Hice el taller con tres grupos distintos del terciario. Y, aunque los tres fueron diferentes, hay algunas cosas que puedo registrar en común, tanto respecto al grupo como respecto a mí. Los textos que escribieron se los dejé, no los tengo. Aunque muchos los fui viendo porque, aunque no llegamos a hacer la puesta en común (la dejé para el día siguiente y luego no pude volver a reunirme con ellos por modificaciones del día en Valdocco) mientras escribían, me iba acercando a conversar acerca del texto y el proceso de escritura.

En muchos de los casos, la intervención fue proponerles releer pensando qué palabras realmente habían elegido ellos y tenían que ver con su propia mirada, y a partir de ahí reescribir. Muchas veces, les señalaba cosas que para mí eran muy propias y otras que tenían más que ver con los lugares comunes, aclarando que no es que el lugar común esté mal, sino que hay que saber que lo es y, en todo caso resignificarlo o asumirlo como tal. Pero que, al mismo tiempo, todos tenemos posibilidad de hallar palabras propias.

Como balance de estos talleres, me quedan varios puntos para anotar:

- Creo que tanto el momento del poema en francés como la ensoñación con ojos cerrados valen por sí mismos, y son momentos poéticos que, para muchos de ellos pueden haber sido ricos. De hecho (y como Mercedes siempre me enseñó que le enseñó Paco Cabrera) con que para uno solo haya sido una experiencia intensa, ya vale la pena.

- Relajé, como tallerista, varias cosas que considero importantes pero que, evidentemente, no son imprescindibles. Es decir, dejé un poco de lado mi obsesión, y entonces el taller se llamó “de escritura”, simplemente, usaron hojas de carpeta, ya que no había blancas, y no esperé tampoco hacer el gran momento de la semana o de la vida de nadie (espera que siempre está latente). Me vino bien, claro, y así pude rescatar cosas ricas.

- La lista de oposiciones, como ejercicio de recolección, funcionó maravillosamente. Interesante para tener en cuenta.

- Me di cuenta que la ensoñación guiada es algo que puedo aprovechar para ofrecer cuando no tengo libros (y no sólo). Y que puede tener un valor en sí mismo, aún cuando las escrituras, luego, no sean nada especial.

Dos reflexiones más, a modo de cierre

La primera, escrita durante el taller, mientras escribían.

“En algunos momentos, cuando hablo, proponiendo que cierren los ojos, algunos se ríen. Pienso entonces que lo que estoy haciendo no está bien, o que, al menos, no está bien encaminado. ¿Por qué va a interesarles, si no lo eligieron? ¿Por qué van a venir preparados?

Pero es un sentimiento por el que no me tengo que dejar invadir. Por un lado, porque, si está mal enmarcado, y están sin elegirlo o sin saber bien para qué están, no es un problema mío, sino de la institución en la que estoy trabajando. Por otro lado, porque el espacio sí resulta valioso para algunos de los que participan. Parece algo muy nuevo para ellos, y se los ve, a la mayoría, muy concentrados mientras hablo.

Por otro lado, para los que ríen, el hecho de que yo siga sin inmutarme, jugándomela por la poesía, es también una posibilidad de resignificar algunas representaciones sobre el cuerpo y las palabras”.

La segunda, por la noche

“Lo que sostiene.

Pienso en algo durante el taller: ¿a qué se debe tanto cansancio al coordinar un taller? ¿Qué es lo que habilita a escribir a gente que no lo hace habitualmente? Estas dos preguntas están relacionadas entre sí. Creo.

Una hipótesis: el tallerista funciona como garantía de la expresión. Garante en sentido social: pone su cuerpo, su energía y su investidura para valorizar socialmente la expresión en tanto una práctica, una actividad.

Esto, que es válido para toda práctica docente, implica un acto de sostener largo, pesado, cansador”.