Adentro, afuera, andando

Chaco adentro


Medianoche. Salimos de Comandancia Frías hacia la provincia de Salta, al norte y al oeste, para cruzar a Bolivia. Vamos en un camión, uno de cuyos conductores es el padrino de Juanjo. Se llama Moncho. Su compañero y dueño del camión es Nelson.


Partimos en noche oscura, en un viaje que durará por lo menos hasta el mediodía. Voy adelante, en la cabina. Lechu atrás, en un pequeño habitáculo que es parte del acoplado.
Al principio voy conversando con los camioneros. Luego me duermo, recostado en la cama de adelante.
Antes de dormirme, pregunto si hay pueblos en el camino hacia Las Laijtas, el sitio donde arranca el asfalto. “Ninguno”, me responden. Sólo casas aisladas, cada veinte o treinta kilómetros, en un recorrido de doscientos cincuenta que implica un desvío hacia el sur. La única excepción coincide con el amanecer, y es una gran estancia llamada “Los Pozos”.
Para esa hora ya estaba despierto. A eso de las cinco me pidieron que me pase al asiento de acompañante, así Nelson podía dormir.
Arrancamos nuevamente. Por un camino angosto, de tierra arcillosa y poceada, con doble acoplado cargado de vacas, surcando el impenetrable. Moncho me informa que ya hace treinta kilómetros que estamos en Salta. Noté que el paisaje había cambiado un poco. El monte estaba más bajo, más achaparrado, más denso. Esa palabra lo define bien: impenetrable.
La noche negra y, salvo por nosotros, vacía. Las luces del camión abriendo apenas una rendija en esa hondura. El vehículo avanzando despacio.
Vamos andando.
La sensación es la de estar atravesando esos lugares que en el mapa parecen inaccesibles. Centímetros y centímetros (en el papel) sin una ruta, sin un punto, sin una marca. La nada. Vamos recorriendo esas rutas que existen sólo en el trazo del dedo. En esos rincones incógnitos, pareciera, lo inesperado puede brotar de cualquier parte.
Dejamos atrás Valdocco, luego de días intensos. Seguimos camino. Estamos viajando.
















Desde el habitáculo
Me metí ahí adentro. Cerraron la puerta DESDE AFUERA! y empezó un viaje inédito. Ya antes de partir, las vacas y los toros no dejaban de moverse, golpeando contra una de las paredes de la piecita. Sólo había una lucecita, muchas frazadas, dos ventanitas que daban a la parte de afuera de la cabina del camión por donde no podía ver a nadie. Y mis petates.
Tenía muchas ganas de compartir ese momento con Mar, de saber qué estaba haciendo él, de mostrarle cómo era ese lugarcito que nos iba a albergar a ambos en distintos momentos del viaje durante unas cuantas horas. Me sentía un nene que descubre un lugar súper excitante que antes de entrar le dio miedo y luego tenía muchas cosas ambiguas. No había forma de salir si no te abrían de afuera. No tenía forma de comunicarme con los demás, estaba yo solo con mi alma.
Estuvo buenísimo, divertido, escuché música, dormí bastante y en un momento paramos, me abrieron, salí un ratito y me volví a meter yo, ahora no quería cambiar, había encontrado un lugarcito divertido y “tranquilo” para dormir…
Finalmente viajamos 17hs hasta llegar a Pichanal donde teníamos pensado hacer dedo hasta Tartagal. Plan que cambió prontamente al darnos cuenta de que todo el mundo iba para Orán. Al ratito habíamos gastado $3 cada uno en nuestros primeros kilómetros pagados desde que salimos de Capital.

2 comentarios:

  1. (estoy haciendo el paso a paso de leerlos con retraso - eventos desafortunados, aunque poco, como no tener internet en casa, me han venido prohibiendo leerlos a tiempo, a tiempo de publicación al menos; pero ya empezamos el diálogo)

    (acerca de esta publicación, lechu) Muerto de ternura. Pero a salir a la luz nomás.

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  2. Bienvenido Santi Bienvenido Lala!!!

    Te estábamos esperando.

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