Los libros no se prestan

Parte del trabajo que hicimos en Tarija tuvo como eje las bibliotecas. Al meternos de lleno en la Oficialía de Cultura, que es la responsable del personal que las maneja, tuvimos la posibilidad tanto de conocer algunas bibliotecas en esta ciudad como de trabajar con las personas que de ellas se encargan.

La idea de tomar este eje, sin embargo, no surgió de la gente de la oficialía, sino de nosotros. En parte por ser los bibliotecarios destinatarios habituales de mi trabajo en la Secretaría de Cultura el año pasado, en parte por ser las bibliotecas lugares para mí muy queridos, y en parte, también, por la búsqueda en una antropología de la lectura, me parecía interesante seguir la huella. Así le propusimos a Charo (nuestra principal amiga en la oficialía) y comenzamos a avanzar.

Las instancias que tuvimos fueron básicamente tres: un taller con el personal de las bibliotecas, visitas a algunas de las bibliotecas de Tarija y conversaciones informales con Charo, en las que íbamos analizando la situación y pensando posibles proyectos. De esta experiencia, y, retomando lo que escribía en la entrada sobre Los andares imprevisibles, creo que queda también una herencia más que interesante: ojalá pueda hacer estos recorridos también en otras partes de Bolivia, realizando mini-etnografías (término que improvisamos alguna vez con el gran amigo Tom en los prolegómenos del Pensamiento Salvaje, allá por el 2006, si no me equivoco).

¿Qué decir, entonces, acerca de las bibliotecas? Primero, algunas preguntas que me voy planteando. Preguntas que van camino a una ¿sistematización? A algún extraño orden, tal vez (antropología).

¿Cómo son las bibliotecas en Bolivia? ¿Qué diferencias tienen con las argentinas? En su organización, en su material, en su espacio físico. En las actividades que hacen. En las personas que las atienden, que las dirigen, que les dan vida. ¿Hay políticas de lectura? ¿De dónde parten? ¿Para qué se usan las bibliotecas acá? ¿Cuáles son las representaciones que la gente tiene sobre ellas?

Por supuesto, no voy a responder a todas estas preguntas acá. Pero, nuevamente, creo que lo más rico es la invitación que esta experiencia me ha hecho, a indagar, a abrir vacíos, a recorrer.

De los libros

Tres cosas, primero: tienen pocos (una de las bibliotecas, poquísimos, tal vez ni llegasen a doscientos, y la mayoría eran manuales de colegio); no son demasiado buenos (muy viejos, la mayoría, muchos son más bien escolares, es decir, acotados a los intereses curriculares, de lectura cerrada); están notablemente desordenados (aunque están en estantes, duermen ahí sin ningún criterio).

La cuarta cosa, y que fue muy notable: no los prestan a domicilio. Lectura sólo en sala. Según dicen, hace tiempo los prestaban, pero como se robaron varios, dejaron de hacerlo. Ninguna biblioteca presta libros a domicilio.

Con una bibliotecaria logré conversar un poco más acerca del tema, y que de la razón a lo opuesto, con un argumento sencillo: las bibliotecas, ¿tienen como objetivo guardar libros o formar lectores? ¿Cuántos lectores van a formarse si no se prestan los libros? Entonces, más allá de que se puedan perder afuera, adentro es como si se hubieran perdido todos.

De los bibliotecarios

Durante el taller, me asaltó un pensamiento: ¿A quién se le ocurrió, y cuándo, que un bibliotecario es un administrativo más? Y, ¿por qué la idea tuvo tanto éxito, que en todos lados funciona así?

En las tres horas en que trabajamos juntos, las bibliotecarias (uno solo es hombre, y pasa desapercibido), o al menos la mayoría de ellas, mostraron un total desconocimiento y un mayor desinterés por la lectura y la literatura, y más aún por las relaciones de la lectura y la literatura con la vida. Un ejemplo: comenzamos el taller proponiendo que cada una diga su nombre y hable de una historia significativa en su vida. Aclaramos que esa historia podía venir de un libro, de la oralidad, de la vida misma, y las invitamos a compartir. Casi la mitad, calculo, hablaron de historias de la vida misma, pero a un nivel muy general, sin poder contar nada específico. Otras hablaron de historias de libros, u orales, pero casi ninguna se veía significativa en el cuerpo.

En las bibliotecas, el espacio es simplemente un lugar de estudio, donde los chicos van a hacer la tarea. Nada más. Y las bibliotecarias esperan sentadas, los únicos movimientos son los de pararse a ordenar los libros, o entregar alguno. Y basta.

Claro que tampoco es de esperar otra cosa. Aunque desde la oficialía hay quejas porque no arman proyectos, porque las bibliotecas no avanzan, tampoco hay ideas ni aportes para que sea distinto. Además, las bibliotecarias no tienen formación específica, ni han sido elegidas porque les interesaba el área. Simplemente estaban trabajando en otro lado y las mandaron ahí.

Se que no es nada nuevo lo que estoy escribiendo. También en Argentina es muchas veces así. Pero no por eso deja de ser preocupante.

Del uso de las bibliotecas y los proyectos posibles

En el recorrido por las bibliotecas, el primer lugar al que fuimos fue la Loma. Un lugar precioso, con un parque pequeño pero bello, aireado, en un lugar alto que funciona también como mirador de la ciudad. La casa de la biblioteca es chica, pero acogedora, con algunas líneas curvas en su arquitectura, piso de madera, ventanas grandes que dan a la visual panorámica.

Entré y me sentí en otro mundo, aún con los carteles de silencio, los afiches muy del mundo éste y el poco clima poético. Algunos chicos estudiando, nada más.

En general, eso hay en las bibliotecas. A nadie se le ocurre que se pueda buscar ahí una novela, un poema, un cuento, salvo que sea para la escuela. No hay espacios de lectura, ninguna actividad extraordinaria, salvo festejos del día del barrio, día de algo, lo que sea, nada más.

Hablando con Charo, le dije lo que pensaba: habría que volar las mesas, los carteles, poner alfombra, almohadones, un par de hamacas afuera, sacar el archivo de diarios con un estante de tres metros de largo y dos de alto, poner los libros a la altura de la gente (aunque para eso hay que comprar libros). Y que haya mediadores de lectura: no alcanza con estas bibliotecarias, o no sólo con eso.

Ella anotó todo, muy interesada. Le parecía, creo, nuevo. Ojalá pueda a partir de eso armar algo. Si es así, yo me vengo, un mes, pongámosle, a meterle laburo. Igual, parece difícil.

El año pasado, trabajando en Cultura Nación, decía mucho que, para armar un espacio de lectura (que una biblioteca no necesariamente es, aunque debería serlo para garantizar el derecho al espacio poético de todas las personas) hacen falta tres cosas: un lugar, libros, el mediador de lectura. Las dos primeras cosas son incluso prescindibles: puede haber objetos, trabajo con la oralidad, si es que hay un buen mediador. Esto último es lo único que es sine qua non. Si no hay mediador, aunque haya libros y un bello lugar, no va a haber movimiento. (ver la entrada Juventud, juventud para seguir con el tema de los mediadores).

Se trata de personas, de relaciones entre personas, también la lectura.

Aprovecho acá para escribirlo.

Un libro que sí

¿Será un augurio? ¿Un comienzo? Ojalá.

En la biblioteca de la Loma, me encontré con Adiós muñeca, de Chandler (gracias Mago). Hace rato que estaba queriendo leerlo. Me quedaban cuatro o cinco días en Tarija, suficientes para leerlo. Y convencí a Margarita, la bibliotecaria, de que me lo preste.

Ayer lo terminé, y queda ahora en manos de Paola, y de Charo, que también quieren aprovechar esa escapada inédita.

Que se sigan fugando.

1 comentario:

  1. Me estaba acordando cuando tenias 7 u 8 años y fuimos a una biblioteca barrial, en Saavedra y no hubo modo de convencer a la biliotecara de que te dejara mirar los libros para elegir uno, quería que los elijas por el fichero, "como corresponde". Nos fuimos decepcionados. Pasaron cuanto, ¿12 o 15 años? Me parece que hoy en ninguna biblioteca de la ciudad de Bs As, pasaría algo así. (¿o es solo me deseo?). Las cosas se mueven y cambian. Probablemente algo se mueva en las bibliotecas de Tarija. Ojalá sea así. Por los libros y los lectores. Y por el disfrute de leer.

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