Del camino

Antes de salir de Buenos Aires, en los dos meses previos desde que tomé la decisión de partir, tuve unas cuantas dudas acerca de si hacer o no contactos previos, vía mail y gente conocida, con lugares por los que podríamos pasar en el viaje. Decidí que no. Contrariamente a como me manejo siempre, y tal vez justamente por ir contra mi costumbre, no mandé más que un par de mails, no hice ningún trabajo previo para armar un panorama de trabajo, o al menos de alojamiento. Lechu tampoco.

Así, llegamos a Tarija un treinta de septiembre y sin conocer a nadie, sin tener datos en absoluto. Bajamos del auto que nos alcanzó, a dedo, en la terminal, nos alojamos en el hotel más barato que conseguimos, y salimos a caminar a ver qué pasaba. No voy a detallar acá todo el recorrido que hicimos, ni hablar acerca de la parte musical, que también se armó rápidamente. Voy a limitarme a la FICYP, y los talleres.

Y a hacer un comentario sobre el comienzo-comienzo. Nuestra primera entrada a la Oficialía de Cultura no fue de ambos, sino sólo de Lechu. Y fue, claro que sin darse cuenta a dónde entraba, para pedir por favor si lo dejaban pasar al baño. Eso. Así empezamos.

Y encima creo que no lo dejaron.

De ese comienzo sin nada, terminamos quedándonos tres semanas, en las que trabajamos en total con unas 180 personas. Hicimos talleres con:
- Los bibliotecarios de toda Tarija
- Dos grupos de jóvenes (con uno de ellos, Amigos sin fronteras, dos talleres)
- Estudiantes de la escuela Normal (para nivel inicial, primaria y media, en Lenguaje)
- Personas que están en La colmena, un centro de rehabilitación de alcoholismo.

No es poco. Mucho laburo, mucha experiencia, muy rico todo. En buena parte, claro, tuvo que ver con las puertas que nos abrieron desde la Oficialía de Cultura y, particularmente, con el inmenso aporte y la infinita generosidad de Charo, que en la Oficialía trabaja y, copada con los talleres, participó en seis de ellos y nos abrió caminos por todos lados. Aún así, nos sigue siendo llamativo cómo es que pudo armarse semejante panorama de laburo, que incluso puede seguir en el año próximo, y en adelante.

Una pregunta que nos viene una y otra vez es, ¿por qué nos abrían las puertas tan rápido y con tanta confianza? Nadie nos pidió credenciales, recomendaciones, curriculum, nada de eso. Con lo que les contábamos, confiaban. ¿Por qué? Creemos que hay varios motivos que juegan juntos: tal vez la confianza con la que presentábamos los talleres, cierta solidez conceptual que creo está presente en nuestro discurso, y, también, probablemente, el hecho de venir de otro lado, y, particularmente, de un lado acá prestigioso. El ser blanco influye, sin dudas. Lamentablemente.

También pensamos que quizá acá no haya tanto chanta dando vuelta como allá. Pero quién sabe...

La otra pregunta que surgió, en este contexto, fue una inevitable: ¿Qué pasaría si salimos con este mismo proyecto pero más armado? Con contactos previos, tal vez más oficiales, con una agenda un poco más armada, con material más preparado (los talleres los vamos armando en el viaje, muchas veces reciclando ideas, pero tratando de conseguir el material necesario en donde estamos, salimos sin casi nada) con presentaciones (tarjetas, folletos, paquetes, etc) previstas e impresas, entre otras cosas.

En realidad, desde antes de salir esta idea estaba presente, pero sin la claridad que va tomando a medida que andamos. Es decir, ya se me había ocurrido que la FICYP podía tener un camino ineresante, y tener continuidad en otros años por venir, en otros lugares. Pero aún así me parecía improbable, o muy lejano. Ahora empieza a verse más claro.

De todas maneras, es muy claro, también, que empieza a verse claro sólo porque arrancamos así, con la idea más difusa, y se fue armando. Si salíamos con algo más planificado, probablemente no hubiera salido tan bien (al menos en ORán y Tarija, no sabemos si va a seguir así de bien). Y, sobre todo, no aprenderíamos todo lo que estamos aprendiendo.

Es como un empezar de cero, maravilloso. De cero porque es, con lo puesto, empezar a retomar material, reciclar, reinventar, armar cosas nuevas. Porque me estoy haciendo desde la raíz todas las preguntas que me hago desde que empecé a trabajar como tallerista, y que me voy a seguir haciendo. Pero que el andar desde acá obliga a formular más crudamente, más visceralmente. Ayuda también a eso el recorrido con Lechu, con poca experiencia previa en talleres pero con enormísima capacidad y sensibilidad.

Es también una forma de volver a elegir lo que hago, este camino, que yo llamo el camino de la ventana. Propiciar la expresión en otros, abrir espacios poéticos, convidar, invitar, compartir.

Una militancia por la poesía.

Pero para eso, el volver a empezar de cero, el salir de Buenos Aires sin saber si iba a hacer talleres, contar cuentos, tocar en la calle, en bares (cosa que también estamos haciendo) laburar de mozo, vender pulseritas.

Llego a un lugar del mundo y: "Hola. Esto se hacer, esto ofrezco".

Y, maravilloso, parecería que de esto se puede vivir. Y, más aún, que así se conoce gente que uno quiere conocer, y se la conoce desde lugares lindos.

Un último comentario: incluso el nombre de la FICYP, que hoy se ha vuelto fundamental en el viaje (creo que lo nombramos todos los días, y es la "institución" a la que pertenecemos) salió en cinco minutos, como para probar armar un blog, y fue tomando fuerza casi a pesar de nosotros. Es más, cualquiera puede darse cuenta de que el trabajo que estamos haciendo tiene poco que ver con una fábrica, trabaja con procesos y no con productos, además de que la plástica y el cuerpo tienen lugar tan importante como la palabra y la música.

¿Entonces? ¿Cambiarlo? No. Salimos así, nos hacemos cargo de lo que elegimos, y también un nombre desplazado, desfasado, es parte del proceso. También nos encariñamos un poco, y no vamos a cambiar todo en la mitad. Pero sobre todo rescato la huella de lo que uno eligió, que tal vez no es lo que hoy vuelve a elegir, pero que está. La historia, la vida.

El año que viene sí. Y más allá en el tiempo también.

Pienso, hoy, que se viene la CIEPA (Compañía Itinerante de Educación por el Arte). Ya saben, están invitados.

Parece que en Bolivia hay cosas por hacer. Y no sólo, claro.

Agarrensén!

3 comentarios:

  1. Me quedo pensando en el nombre de la "fabrica". Y yo asocio mucho la fábrica con la producción, no solo con los productos. Es cierto que a veces el trabajo en una fábrica puede ser alienante. Pero no solo tiene que ver con la obtención de un producto, sino fuertemente con los procesos de producción. Eso sí, en serie, y creo que acá es donde puede hacer ruido la idea de fábrica con el trabajo que uds propician. Pero también está bueno empezar a darle otra connotación a esta palabra "trabajo" , sobre todo viviendo en un país donde en un momento de nuestra historia, todos los procesos de producción fueron cercenados, obturados, coartados.Y tanto nos cuesta remontar esa cuesta. De todos modos, el nombre de "Compañía" está buenisimo. Suerte en Potosí!!!!!

    ResponderEliminar
  2. Compañia es un nombre bello, c{alido, suena a estar junto a alguien, acompañado, con otro, con otros...!Que fuerte es el tema de los nombres! Este camino que van haciendo, me da imagen de una masa, va levando con el caminar de ustedes,a veces no leva tanto como esperan y hay que esperar un poco mas.Volver a amasar en cada nuevo andar, dejando miguitas por todos lados y a andar de nuevo.Compañia,masa, leva, educacion, arte, artes...¿que mas?....andar....Suerte!!!!

    ResponderEliminar
  3. Me olvide de firmar el delñirio que escribi. soy SilviaP.abrazos

    ResponderEliminar