Las bibliotecas II

Retomo esta entrada que tengo en borrador hace tiempo.


En Tarija, y luego de un recorrido por las bibliotecas que allí dependen de la municipalidad, me propuse escribir sobre las diferentes políticas de biblioteca que fuera encontrando en otras ciudades. No lo hice. En parte porque no me resultó tan fácil hacerlo, en parte porque fueron surgiendo otros intereses.


Se fueron delineando, sin embargo, algunas líneas en relación a este tema que me parece que pueden seguir dialogando en el blog.



I
Ya lo escribí en otro momento: en un viaje largo, necesito acceder a una oferta interesante de libros en los lugares a los que llego. No tengo la biblioteca de casa, no tengo los varios ejemplares que puedo llevarme en un viaje más corto. Necesito, entonces, pedir prestado.


Por otro lado, acceder a los libros escritos y editados en otro país es también, probablemente, una buena manera de conocer ese país. Encontrar cosas que, en mi tierra, no existen, nombres de los que jamás he oído hablar, corrientes literarias desconocidas. Necesito, entonces, un mediador, alguien que pueda orientarme en estos caminos.


A lo largo de estos tres meses, siempre me las fui arreglando para conseguir, si no una cosa y otra, al menos la primera de ellas. Lo raro, lo que llama (o debería llamar) la atención, es que no fue por una oferta, una disponibilidad de las ciudades. Más bien fue a pesar de la falta de ella, y merced a amigos, contactos, redes que nos fuimos armando. De manera informal, y de difícil acceso, probablemente, para otras personas.


Aún así, hubo lugares en los que me fue imposible conseguir libros. En los sitios en los que estuvimos poco tiempo, no hubo forma de acceder a préstamos.


Vuelvo a este hecho básico como el punto de partida de un derecho cultural. Necesito, para el camino de mi vida interior, un acceso a libros. A una multiplicidad de libros. Me es muy difícil, sin embargo, obtenerlo. Y cuando está, es sobre todo a causa de privilegios especiales. Hay algo que está faltando.



II
De Potosí, no hay mucho que decir. Intenté hacer algo similar a lo que había hecho en Tarija, hablando en la dirección de Cultura. Pero el director, luego de decirme que las bibliotecas no dependían de él, no mostró ningún interés en facilitarme un contacto. Vale destacar que, más allá de que que no era un himno a la actividad, tampoco parecía un ñoqui, ni nada por el estilo. Creo que hubo algo en relación a su proveniencia que puede haber influido. Era músico. Y, al parecer, nada más que músico.


Muchas veces se da este fenómeno: que las áreas de cultura están dirigidas por alguien que viene de cierto campo del arte, y que no tiene interés en ningún otro. No me parece el panorama ideal.

Luego, no hice grandes intentos por encontrar biblitoecas. Pero tampoco se me cruzaron en el camino: ni a través de comentarios de gente que fuimos conociendo, ni en las calles que recorrimos.


En Sucre, el panorama en la dirección de cultura fue similar: "No dependen de nosotros". Tenían un cartel pegado en una pared, que invitaba a un encuentro de la asociación boliviana de clubes del libro. Sin embargo, ninguna de las personas que estaba en la oficina pudo decirme de qué se trataba, ni facilitarme el contacto de alguno de sus integrantes.

Sólo el último día (no estuvimos tantos, de todos modos) nos pudimos acercar a un centro cultural del que nos habían hablado, el centro cultural Pachamama. Un centro con una gran biblioteca. Lechu había ido antes, y conocido a la coordinadora de un taller de lectura que funcionaba en ese lugar. Arregló un encuentro, y nos acercamos aunque sea para dar un vistazo y tener a mano para la próxima vez.

III
El Centro Cultural Pachamama, en Sucre, tiene un edificio bastante grande, ubicado en una zona medianamente céntrica. Al entrar, se ven afiches de varias actividades que se llevan a cabo, pero predomina, adentro, una gran biblioteca. Por supuesto, y como casi toda la política cultural que nos encontramos en Bolivia hasta ahora, está financiado con fondos extranjeros.

Al llegar, nos encontramos con Estela, la coordinadora del taller de lectura. Teníamos dos planes: conversar con ella, un rato, y hacer un recorrido por la biblioteca. Comenzamos por el recorrido, guiados por la bibliotecaria.

Muchos libros, bien ordenados en los estantes. Variedad, disponibilidad (es posible, ahí, elegir los libros mirándolos, tocándolos, y no por catálogo) e, incluso, un sector de literatura infantil y juvenil que, si bien está lejos de estar actualizado, no está mal dotado. Nos contó la bibliotecaria que, además de ir a hacer la tarea, algunos chicos van allí a leer, y que también se llevan libros.

Respecto a los adultos, me contó que hay unos cincuenta lectores que suelen llevarse libros prestados sin contar a los que lo hacen por necesidades de estudio.

Personalmente, me encontré con algunas sorpresas. Muchos libros me hubiera gustado llevarlos, de quedarme más días en Sucre. Pero, más allá de eso, el punto de mayor emoción fue el encuentro con dos colecciones de no mucha calidad literaria, pero que, en mi infancia, fueron de lecturas felices: Los tres investigadores y, sobre todo, Los felices Hollister. De ambos guardo, en casa de mis padres, varias pilas. Ambos fueron objeto de mis búsquedas apasionadas en librerías, cuando niño. Y, claro, motivo de mi instalación en camas, sillones y alfombras de mi casa y otras que frecuentaba en esa época.

La playa, por ejemplo.

Me puso contento encontrarlos. Y saber, también, que también esas "malas" lecturas pueden ser maravillosas, y totalmente constitutivas de un camino lector. Sospecho, además, que, fuera de algunas cuestiones obvias, deben tener también sus lugares interesantes.

La conversación con Estela, por otra parte, fue interesante. Nos contó de su taller, dirigido a niños, al que van a leer y escribir una vez por semana. No es un taller vinculado directamente a las tareas escolares. Sin embargo, lo escolar no queda del todo afuera. Hasta ahora (y me voy al ahora en que escribo esta entrada, más de un mes después del encuentro con Estela) la mayoría de los espacios de lectura están muy vinculados a lo escolar, al currículum, a una lectura para entender mejor.

Sin embargo, aparecieron también elementos interesantes: juegos tipo el cadáver exquisito, trabajo con collage, y, muy presente en el relato de la tallerista, la incorporación de títeres. Junto con ello, por supuesto, insistencia en el mejoramiento de la redacción, ejercicios para obtener la síntesis de los textos, entre otros. Pero, al menos, algo distinto. Un camino.

Nos fuimos, con Lechu, haciéndonos muchas preguntas. Pensando en muchas cosas. Una de ellas, predominante, la sensación de que Estela, en su trabajo, estaba muy sola. No parece haber otros talleres del estilo, no conoce otros recursos, no tiene con quien compartir lo que hace. Y esa soledad hace mucho más difícil el trabajo cotidiano.

Una idea, la de la red de mediadores de lectura, de estar en contacto, compartir experiencias, recursos, registros, me volvió con gran fuerza. No porque no la hubiera pensado antes, en el viaje. Pero acá parecía mucho más clara su necesidad.

Fue el año pasado, en el marco de Libros y Casas, que fuimos pensando, con muchas de las personas con las que trabajamos, la necesidad de construir esta red, incorporando a distintas personas que trabajen con lectura y escritura, en los caminos del espacio poético, tanto en escuelas como en bibliotecas, centros culturales, centros comunitarios, de salud, etc. La idea, la de tener un espacio, todos los que estamos trabajando en esto, para intercambiar experiencias y recibir capacitaciones. Y, al mismo tiempo, alentar a que otras personas, incluso en otros contextos, construyan espacios de lectura.

Eso se cayó, sobre todo por falta de voluntad y de capacidad en la coordinación del programa. Pero es una idea que me sigue dando vueltas. Una idea que, seguramente, va a ser parte de la CIEPA. ¡Preparensén!

IV

Cochabamba es otro panorama. Y aún cuando mañana, último día, voy a conocer otra biblioteca, de la que me han hablado lindo.

Y es otro panorama por varios motivos.

El primero, que nos encontramos con una hermosa biblioteca, la del Simón I. Patiño que, aún un poco a su pesar (de quienes están arriba arriba a cargo) nos facilitó libros varios en todo este tiempo. Primero, tiene una hermosa variedad: Calvino, Guimaraes Rosa, Aira, Baricco, Carpentier, Madariaga, Saer, Borges, entre muchos otros. Segundo, nos dejaron (durante unos días) llevarnos los libros que quisiéramos.

Así, nuestra visita al Chapare fue con un arsenal hermoso, y en la galería de la casa prestada, y frente a la selva, pasamos horas y horas leyendo. Lindo lindo.

Por otro lado, Cochabamba es otro panorama porque nos encontramos con proyectos muy interesantes de promoción de la lectura. Aunque algunos de ellos más potentes en lo que eran que en lo que son, apareció un espacio de prácticas muy interesantes, redes de bibliotecas, seminarios de reflexión, mediadores formados y entusiastas que no había aparecido, ni por asomo, en las otras ciudades. Tal vez porque no lo hallamos, claro, pero tampoco dejamos de buscarlo.

Hay dos ejemplos que quiero destacar en este punto. El primero, la historia del Centro Patiño en sus proyectos de promoción de la lectura, de la que nos informamos a través de gente que perteneció en otros momentos, desde bibliotecas que hoy no son parte. Desde hace por lo menos 25 años que vienen trabajando con talleres, seminarios, redes de bibliotecas, en distintas partes de Cochabamba. Tienen un biblio-avión, tienen buenas dotaciones de libros, gente bien preparada trabajando en esos lugares.

Sin embargo, más potente era antes que ahora. Desde la nueva coordinación pedagógica, obsesionada en combatir el mal de la falta de lectura, y muy pegada, en su trabajo, al curriculum escolar (ver Las herencias III) se han desprendido de la red del Patiño muchísimas bibliotecas, hasta llegar a 4 solamente, fuera de la central, que durante un año estuvo cerrada. Dos de estas cuatro bibliotecas, además (las otras no las conocimos) parecen por dentro más hospitales que espacios de lectura. Ni un afiche, ni una imagen, paredes blancas. Se prohibieron los juegos, se eliminó toda actividad que no fuese orientada al aprendizaje de la lectura: así cayeron distintos espacios que convocaban a la comunidad en su totalidad, no sólo a los niños. Ahora, casi no van adultos.

Por suerte (desde nuestra perspectiva) varios de los mediadores que allí trabajan siguen con una línea de trabajo que, sin dejar de hacer lo que piden desde arriba, generan propuestas más que interesantes. Entre ellas, nos encantó saber la cantidad de cosas que hacen con el origami. Claro que el desmembramiento del equipo anterior, las censuras diversas y una coordinación obsesionada en un problema de entidad dudosa (no he conocido hasta ahora chicos que, con una buena oportunidad, no les guste leer, pero para alguna gente es como si vinieran peor hechos que antes) es duro, triste.

Aún así, como decía antes, hay toda una historia. Y a esto viene el tercer punto.

Hace cuatro años el Centro Patiño dejó de articular a la mayoría de las bibliotecas con las que trabajaba. Les dejaron algunos libros, el espacio, y bien gracias.

Varias de estas bibliotecas, sin embargo, ya tenían una presencia importante en los barrios. Y gente trabajando muy bien. Y decidieron, algunas, agruparse en una red.

Pudimos conversar con el coordinador de esa red, Teodoro. Y nos habló de un panorama que nos encantó.

Las bibliotecas están ahora a cargo de la comunidad. Cómo se financian, fue una de nuestras preguntas. Varias de ellas, a través de un impuesto comunitario (ver la entrada Biblioteca y comunidad). Otras, con un aporte de la alcaldía. Pero varias consiguieron sostenerse económicamente, y sobrevivir.

Son ocho las bibliotecas que forman parte de la red. Tres eran antes del Patiño. Y esperan que, el año próximo, se sumen dos más.

Cuando le preguntamos a Teodoro cuáles son los objetivos, habla de "animación a la lectura". Lo relaciona con ayudar a chicos que tienen dificultades en la escuela, y cuenta de actividades que los ayudan a comprender mejor. Vuelvo a la idea de antes, que no encontramos muchos lugares que apunten más directamente al fortalecimiento del espacio poético.

Por otro lado, desde la red de la biblioteca han decidido visitar a otros barrios para las actividades de animación a la lectura. Para eso, convocaron, en la universidad, a un grupo de jóvenes. Y, tras arreglar con ellos el viático y un pequeño refrigerio, los sumaron a la red. Son seis ahora, que están haciendo actividades en distintos barrios.

Al mismo tiempo, la biblioteca de Teodoro, del barrio Temporal, tiene también su propio grupo de jóvenes. Son entre quince y veinte, de quince a veinticuatro años. El grupo se llama Musuj Muyu (Nueva semilla) y hacen diversas actividades que tienen que ver con "su propia inquietud". El grupo existe hace nueve años.

Actualmente, Musuj Muyu es parte de otra red, más amplia, específica de grupos de jóvenes. La Red de Organizaciones Juveniles Autónomas nuclea distintos grupos en Cochabamba. Cuando le preguntamos a Teodoro qué tipo de actividades realizan, habla de ecología, realidad social, salud sexual y reproductiva. A veces, para estos fines, utilizan teatro o títeres. Pero siempre como un medio, y no como un fin en sí mismo.

Lamentamos no haber conocido antes esta red. Recién la última semana los contactamos. Pero quedamos en escribirles, seguir el contacto por mail, y encontrarnos en un próximo viaje. Hay muchas cosas interesantes por aprender, por intercambiar.

1 comentario:

  1. Que fuerte lo que escribis, Martin. Me invita a retomar algo que siempre discutimos, charlamos. Desde nuestras diferentes formaciones y funciones, pero con los mismos deseos y ¿propósitos?. La cuestión es que no me gusta que la escuela solo tome la lectura para aprender, o para estudiar. Aunque estoy convencida que no puede dejarlo de lado, porque para muchos chicos es la unica oportunidad de lograrlo. Pero justamente, tambien para eso, creo que la escuela tiene que abrirse a otros espacios, y la poesia tiene que poder entrar a la escuela desde lo que es, la poesia, y la escuela no tiene que "amasijar" a la poesia, tiene que dejarla entrar con lo que es y con lo que promueve...tal vez por eso, muchos no la dejen entrar. La poesía es peligrosa, libera, abre el corazón y la mente. Y eso es subversivo. Y muchos le cierran la puerta a aquello que subvierte el orden establecido. Y claro, saben lo que hacen..... Pero estamos otros, que también sabemos lo que hacemos, por suerte.

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