Talleres en Orán
TallOrán
Los talleres en Orán...
Que los hacemos, que no, que sí, que no.
Como ya dijimos, nosotros caímos de casualidad acá y de paso. Y es muy significativo lo que pasó porque es el primer lugar al que vinimos donde no teníamos nada planificado, nadie con quien hablar. Apenas conocimos a Constanza todo empezó a tomar color. Igualmente no era tan fácil, estábamos en pleno feriado largo y con la elección provincial de la reina por delante. Así y todo decidimos hacer dos talleres. Uno para adolescentes y otro para docentes.
Como dije antes este es el primer lugar después de Valdocco, es la primer ciudad a la que llegamos. Esto trae consigo que es el primer lugar en el que realmente alguien elije venir al taller sin ninguna obligación institucional, sin ningún beneficio de puntaje, etc. Eso ya es mucho. De hecho es una parte que tiene mucha presencia en la promoción. Tienen que venir sólo si tienen ganas, no porque nadie les diga que tienen que venir. Sólo si les da curiosidad, si les parece que les puede aportar algo.
Luego de esta no tan pequeña introducción, llegó el primer taller, una semana después de llegar a la ciudad de Orán.
Con los adolescentes.
Fue muy potente la concentración que se generó aún teniendo un evento con todo el glamour y lo atractivo de la presentación de las candidatas a reina de los estudiantes en el auditorio de la casa de la cultura, nosotros estando al lado pudimos generar entre todos un clima muy lindo de trabajo, de relajación, de expresión y de confianza que generó que los chicos realmente sientan que hurgaron en lugares donde no van siempre o quizás nunca habían ido. También creo yo que este contraste tan grande generó en parte lo que le pasa a Luis y nos pasa a todos: ¿no serán más felices ellos que se sacan fotos, sonríen, se pintan y son re felices?
No se, a mi me parece un poco más interesante y con un poco más de contenido lo que pasó en la biblioteca que en el auditorio, sabemos que es una tradición pero que está muy vacía, no se entiende bien qué es lo que aporta como para que haya tanto despliegue. Básicamente eligen a la estudiante más linda de Salta para que luego en Jujuy elijan a la más linda del país. Y para eso hay toda una movida enoooorme de todos.
Y lo que valoro mucho de los talleres es que resuenan, creo que todos los chicos y chicas quedaron contentos, en algún lugar les tocó lo que ocurrió durante el taller, atraviesa, no pasa como si nada y eso se ve en los escritos. Salieron muchos desahogos que con ayudas de Mar y mis intentos tomaron más fuerza y los chicos también lo notaron.
Aparece mucho el: no, yo no lo quiero leer, ni tiene sentido, no, no. Y es muy fuerte como a veces cuando lo leen son los más potentes y súper interesantes, un chico que dijo eso después lo leyó y se emocionó mientras lo leía.
Algunos contaron que ellos a veces escribían y cuando terminaban lo tiraban o lo rompían, lo quemaban. Hablamos también de los miedos que genera mostrarse y se escuchan también muchos relatos de mucha represión. Una chica me contó que en la casa cuando ella cuenta que va a alguna actividad de este estilo le empiezan a decir que es una irresponsable que la hija empieza a llorar, que no se puede ir así como así. Hay historias de toodos los colores, que uno no se imagina. Algunas muy pesadas.
Por ende para mi es de un valor enorme que esos chicos y esas chicas se hayan venido el viernes a las siete de la tarde a dedicar cuatro horas para ellos, eso ya es muy groso. Y a vivir una experiencia, que no sale en ningún medio, en ningún libro ni los ve nadie de la escuela, etc. Es para ellos.
Sí, eso es muy valorable.
¿Y los docentes?
Sábado, 15hs estábamos Martín y yo esperando en la biblioteca Domingo Faustino Sarmiento como dos Sarmientitos. Recién 15:40 pudimos dar comienzo. Había muchos jeans y muchos diversos pensamientos sobre lo que era el taller. Una chica había venido a un taller de presentación. Esta aclaración la hago para contar un poco cómo arranca un taller, no es que vienen todos re predispuestos a hacer lo que vamos a hacer, cuesta entrar en código, en clima pero se logra por ahora.
De a poco se fue empezando a mover la rueda, empezamos a entrar en calor. Es notable como cuesta quedarse en silencio, estar solo un rato, no hacer todos lo mismo. Y es muy interesante y no es ninguna novedad como cuesta más a los adultos que a los chicos. En la puesta en común apareció mucho eso, como costaba entrar en la dinámica del taller, aunque lo terminábamos logrando entre todos, pero ellos contaban como les costaba y cuanta falta les hacía. También apareció mucho lo difícil que es ir por un camino que tenga más que ver con el deseo, con una escritura sin censuras cuando en el instituto todos los profesores son muy drásticos con los comentarios. Contaban de uno que directamente los trata de mediocres.
Es interesante como se genera un espacio casi terapéutico en las puestas en común y también a mi me hace pensar que quizás estamos hablando con gente de 30, 40 años y hablando con mucha autoridad. Pero se ve que lo vivido en el taller es lo suficientemente potente y genuino para forjar esa autoridad, no es inventada.
También es interesante que un rato antes de comenzar el taller decidimos no hacer el mismo que veníamos haciendo y cambiamos varias cosas. Y la verdad que nos confiamos en lo fluido que venía siendo todo.
La realidad es que estábamos los dos bastante cansados y Mar estaba enfermo, de hecho terminó con fiebre y no fue todo tan fluido ni tan perfecto. Pero como venimos haciendo, en nuestras vidas me parece, pusimos todo y funcionó, los participantes quedaron contentos y sintieron que les sirvió mucho.
Es un aprendizaje constante para nosotros, en la dinámica entre nosotros, la planificación, la variedad, el armado, bueno, muchas muchas cosas. Aprendizaje constante.
Ah, y algo muy importante. No venimos a enseñar nada. Venimos a compartir algo, a vivir algo juntos. Va, eso pienso yo y creo que hablo por los dos.
La expresión creadora - Primera parte
¿para qué la ficción?
De la autonomía y otras yerbas...
La cuestión es que desde ahí y probablemente desde antes reflexiono bastante sobre el tema, tanto observando a los niños y a la relación con los adultos pero también observando relaciones de adultos, ya sea entre adolescentes y sus padres, jefes y empleados, maestros y discípulos, etc.
Es muy interesante ver como en general las quejas vienen porque tal no hace nada si no se le dice que haga o que nunca se aprende tal cosa, siempre hay decirle cuándo tiene que entrar. Que no lava los platos, que le tengo que cocinar siempre, que todavía no se anima solo/a. Que la única que trabaja soy yo.
Ahora, sería muy interesante preguntar: ¿che y vos podes no cocinarle un día? Ó ¿Te animás a que vaya solo/a? ¿Te bancás que un par de veces no entre cuando tiene que entrar y en la tercera se de cuenta?
Y así miles… Por supuesto todo esto me lo digo a mi también porque lógicamente soy en uno de los que lo veo…
Es realmente muy muy interesante ver como muchas veces el motor para hacer lo que hacemos está en realidad mucho más en el fondo y por ejemplo tenemos un miedo enorme a estar un rato solos con nosotros y generamos una dependencia en el otro para que nos tenga que venir a buscar, para sentirnos necesarios, útiles, imprescindibles.
No se si esto es para ponerlo acá pero también estoy pensando mucho en que algunas de las cosas más importantes, interesantes y novedosas que llevamos con nosotros son nada más y nada menos las siguientes:
Poner claramente el foco en la experiencia vivida durante las horas que dura el taller y no en ningún concepto teórico que podamos tirar ni nada que puedan anotar, simplemente lo que pasa adentro.
Estar muy atentos como talleristas a poner el foco en el deseo y en el impulso de las personas. O sea, no obligar a nadie a nada, no poner una cuestión valorativa a la expresión sino valorarla por el solo hecho de haber salido. No presionar a nadie con nada. Y ya me estoy repitiendo, pero es eso…
Creo que principalmente es eso.
Y el motivo por el que lo pongo acá es porque me canso de escuchar a padres diciendo: dale, saludá a la tía. Bailá para Pepito. Cagá para Ramoncito.
Qué pasa che!?!?¡? Hacelo vos!!! Es muy insoportable eso.
Y también va acá por la ansiedad de las personas, ya que muchas veces estamos apurados y por ejemplo queremos que el bebé camine. Y el pibe en realidad lo que le interesa ahora es chuparse el dedo, o mirar el piso, o gatear durante 2 meses más. Pero no, la mami le enseña, porque el hijo de Rosa ya camina y tiene 3 meses menos que Román. Entonces ahora el pibe se perdió 2 meses más de estar gateando y descubrir un montón de cosas que él tenía que descubrir antes de ponerse a caminar porque la mamá tiene miedo de que si no le enseña el pibe no camine. Y QUÉ PIBE NO CAMINA!?!?!?!?!?
Si hay personas que tienen avidez son los niños y en especial los bebes que están menos contaminados. Ah, SÍ, son personas eh! A veces ya cuando tienen 5 años recibieron tantos impulsos externos sin esperar a que ellos digan “A” que ya nada les da ganas… Pero los bebés sí, tienen avidez, es así, siempre y cuando no se les corte el chorro llenándolos de impulsos de los adultos, preocupaciones de los adultos, etc. ellos van a buscar, sin parar y van a crecer a su ritmo, afianzando bien cada aprendizaje antes de pasar al siguiente paso y eso es lo que hace que después se pueda seguir de una forma interesante, a mi criterio.
Me pintó el manifiesto Emmy Pickler…
La verdad que no se si a mi me criaron así, no se cómo seré yo como padre ni tampoco como soy como persona en general.
Sé que es algo que pienso mucho, a lo que presto mucha atención e intento actuar coherentemente con todo esto.
Tampoco se si esto tiene algo que ver con este blog, me parece que sí, pero la verdad que necesitaba escribirlo, se ve que desde hace bastante tiempo.
Y también quiero aclarar que la enorme mayoría de las cosas que digo en el texto no se me ocurrieron a mi, esto es mi resonancia con un montón de cosas que aprendí en ese curso y en muchos otros lugares.
Bueno, ojalá que…. Les guste, no se.
El uso de la palabra
Varias escenas nos llevan a conversar, en una caminata calurosa en la mañana de Orán, sobre el uso de la palabra. Sobre el entramado entre la palabra y la vida. Sobre los múltiples actos de dar sentido a la experiencia.
En Orán, entonces, escenas. Comparto, abriendo líneas, preguntas.
El grito y el silencio
Un cartel en la calle, hecho en computadora y fotocopiado, comienza diciendo: “Perdón por no ocultar nuestro dolor…”. No registro exactamente cómo sigue, probablemente habla acerca de algún crimen no resuelto, “inseguridad”, “impunidad”. Como sea, me queda resonando. ¿Por qué?
Creo que algo de lo que queda dando vueltas es la sensación de un intento fallido. De una necesidad de poner en palabras algo muy intenso, pero que, al menos a mi percepción, queda trunco. Un gesto que quedó marcado, sin querer, en la hoja. Un gesto justamente de la falta de palabras, pero que no va hacia el silencio.
Es difícil escribir sobre esto. Pero, básicamente, se trata de una experiencia intensa que convoca a decir, a hablar, a contar. También a todo el resto del cuerpo (y hablar sobre los usos de la palabra no implica desconocer que la palabra es parte del cuerpo, al contrario): gritar, llorar, enfurecerse con todo el rostro y los brazos. Y que esa experiencia queda ahogada en palabras que no la dicen.
Hacen falta otras palabras. O cuerpo. O silencio. O mezcla de todo eso. Ésa es la sensación.
Pero quien escribe, quien imprime, quien pega, ésta es también la sensación, intenta decir totalmente. O no tiene las palabras, o las gramáticas, o los gestos para decirlo como tal, como indecible.
Mucha confusión, acá, de mi parte. Pero espero resuene algo, en alguien, en álguienes.
Palabras raras
Lo anterior también trata de los lugares comunes. Y toda esta entrada, en realidad. Pero ahora quiero ir sobre uno que me resuena mucho, permanentemente.
Oigo decir, a algunas personas, en el recorrido del viaje, ser “apolíticos”. No voy a hacer acá la explicación de por qué ese término no tiene sentido. Se puede buscar por otro lado, y recuerdo, por ejemplo, algún artículo interesante en Página12 sobre el tema, aunque no se ni de quien ni cuándo.
Quiero ir a algo más puntual, que pasa no sólo con esta palabra sino con otras también.
Cada vez que oigo a alguien decir que es “apolítico”, me queda una sensación doble: por un lado, la de estar oyendo un lugar común, y uno que no me gusta para nada; por otro lado, la de que la persona que lo dice siente haber realizado (y de hecho es así) un desplazamiento en el lenguaje, la incorporación de una palabra nueva, que logra definir muy bien un estado, una experiencia, una elección. Hay un gusto por pronunciar la palabra, hay una adscripción a un grupo, hay un posicionamiento político, por supuesto.
Y yo, que no puedo clarificar más este punto, sí siento que tengo que escribirlo, y que algo tiene que ver con la lectura y la escritura, y con nuestro trabajo, acá, como talleristas. Es, por lo pronto, un uso complejo del lenguaje.
Apenas escribir
En el hotel en el que paramos cuando llegamos a Orán, el encargado. En el complejo municipal al que nos trasladamos después, el sereno. Son quienes escriben nuestros nombres en grandes cuadernos en los que se asienta quién entra y quién sale. En uno y otro caso, la escritura es torpe, desprolija, pobre.
El acto mismo de escribir, la acción física, digamos, es poco habitual, dificultosa, maquinal. Y no está asociada para nada a un montón de cosas a las que la asocio yo.
Este es otro tema que tiene que ver, también, con los talleres que estamos haciendo. Por un lado, ¿qué relación tiene con esa acción la gente que participa en ellos? Por otro lado, ¿qué pasaría si pudieran ampliar esta relación? Qué pasaría con sus vidas, digo.
Los mensajes de texto
Luego de irnos de Valdocco, sigo en contacto con algunos de los chicos de allá por mensajes de texto. Les dejé mi número, y cada tanto me escriben, y les respondo.
A veces me mandan cosas como: “Hola profe, como está?”. Otras amplían un poco más en lo que están haciendo ellos, pero poco y nada.
Para mí, estos mensajes son rarísimos. Al menos por mensaje de texto. Porque no entiendo bien hacia dónde van, porque tengo una necesidad o vanidad de adornarlos con otros detalles, tal vez porque no me atrevo a hacerme cargo de algo tan simple como que tengo ganas de estar en contacto con alguien. Como sea, me resultan extraños. Un uso extraño de la palabra.
También me llaman la atención por otras cosas: errores de ortografía, escrituras abreviadas, falta de uso de los signos de puntuación.
Un diagnóstico habitual de este fenómeno (y con el que, en parte, coincido) es que todas estas faltas (errores, ausencias) hacen perder riqueza al lenguaje y, así, a la vida de los chicos. Y, en parte, los talleres buscarían subsanar estas faltas.
Ya dije que coincido en parte con esta hipótesis. Pero al mismo tiempo no me termina de cerrar. Mirada antropológica, ver lo distinto como falta es algo a descartar de entrada (y este es el conflicto para mí insoluble, pero no por eso paralizante, de una antropología relativista con la educación). Aún así, tampoco tengo ahora otra hipótesis (ni se si la tendré).
Pero me parece que vale la pena, al menos, plantear la pregunta. Eso en primer lugar.
En segundo lugar, creo que la búsqueda de la pregunta puede estar en relación con los otros apartados de esta entrada. En esta categoría que me gustó, la de los usos de la palabra.
En tercer lugar, para remarcar algo que muchas veces digo, pero que creo nunca escribí. Sería maravilloso que diésemos lugar a la escritura poética no sólo en la “literatura”, en la “poesía”, sino también en lo más cotidiano: las conversaciones, las cartas, la escritura de diario íntimo, por ejemplo. Y también, los mensajes de texto.
Los talleres van también hacia este lugar.
El uso de la palabra
Recorrido amplio y heterogéneo, abriendo. Para pensar en esta categoría, “el uso de la palabra”. Y en sus múltiples dimensiones.
Invito a quien tenga ganas en escribir, comentar, desde el lugar que más le haga eco.
Y despido con un poema que me encantó y hoy copié en mi cuaderno (cosa sencilla que aprendí mucho del trabajo de campo) del libro con la poesía completa de Viel Temperley que está en la biblioteca de la Casa de la Cultura de Orán (que, ahora, es nuestra casa)
Y ha de haber lugares
donde ha de llover tan lindo…
Qué ganas tengo
de estornudar el alma
y verla hacerse añicos
contra el agua
Adentro, afuera, andando
Medianoche. Salimos de Comandancia Frías hacia la provincia de Salta, al norte y al oeste, para cruzar a Bolivia. Vamos en un camión, uno de cuyos conductores es el padrino de Juanjo. Se llama Moncho. Su compañero y dueño del camión es Nelson.
Partimos en noche oscura, en un viaje que durará por lo menos hasta el mediodía. Voy adelante, en la cabina. Lechu atrás, en un pequeño habitáculo que es parte del acoplado.
Al principio voy conversando con los camioneros. Luego me duermo, recostado en la cama de adelante.
Antes de dormirme, pregunto si hay pueblos en el camino hacia Las Laijtas, el sitio donde arranca el asfalto. “Ninguno”, me responden. Sólo casas aisladas, cada veinte o treinta kilómetros, en un recorrido de doscientos cincuenta que implica un desvío hacia el sur. La única excepción coincide con el amanecer, y es una gran estancia llamada “Los Pozos”.
Para esa hora ya estaba despierto. A eso de las cinco me pidieron que me pase al asiento de acompañante, así Nelson podía dormir.
Arrancamos nuevamente. Por un camino angosto, de tierra arcillosa y poceada, con doble acoplado cargado de vacas, surcando el impenetrable. Moncho me informa que ya hace treinta kilómetros que estamos en Salta. Noté que el paisaje había cambiado un poco. El monte estaba más bajo, más achaparrado, más denso. Esa palabra lo define bien: impenetrable.
La noche negra y, salvo por nosotros, vacía. Las luces del camión abriendo apenas una rendija en esa hondura. El vehículo avanzando despacio.
Vamos andando.
La sensación es la de estar atravesando esos lugares que en el mapa parecen inaccesibles. Centímetros y centímetros (en el papel) sin una ruta, sin un punto, sin una marca. La nada. Vamos recorriendo esas rutas que existen sólo en el trazo del dedo. En esos rincones incógnitos, pareciera, lo inesperado puede brotar de cualquier parte.
Dejamos atrás Valdocco, luego de días intensos. Seguimos camino. Estamos viajando.
Desde el habitáculo
Me metí ahí adentro. Cerraron la puerta DESDE AFUERA! y empezó un viaje inédito. Ya antes de partir, las vacas y los toros no dejaban de moverse, golpeando contra una de las paredes de la piecita. Sólo había una lucecita, muchas frazadas, dos ventanitas que daban a la parte de afuera de la cabina del camión por donde no podía ver a nadie. Y mis petates.
Tenía muchas ganas de compartir ese momento con Mar, de saber qué estaba haciendo él, de mostrarle cómo era ese lugarcito que nos iba a albergar a ambos en distintos momentos del viaje durante unas cuantas horas. Me sentía un nene que descubre un lugar súper excitante que antes de entrar le dio miedo y luego tenía muchas cosas ambiguas. No había forma de salir si no te abrían de afuera. No tenía forma de comunicarme con los demás, estaba yo solo con mi alma.
Estuvo buenísimo, divertido, escuché música, dormí bastante y en un momento paramos, me abrieron, salí un ratito y me volví a meter yo, ahora no quería cambiar, había encontrado un lugarcito divertido y “tranquilo” para dormir…
Finalmente viajamos 17hs hasta llegar a Pichanal donde teníamos pensado hacer dedo hasta Tartagal. Plan que cambió prontamente al darnos cuenta de que todo el mundo iba para Orán. Al ratito habíamos gastado $3 cada uno en nuestros primeros kilómetros pagados desde que salimos de Capital.
De Valdocco Impenetrable
Ubicado a 5km de Comandancia Frías, bien al oeste del Chaco, en el impenetrable, está este establecimiento, que depende de la fundación Valdocco y que tiene otra sede en Santa Cruz.
En Valdocco impenetrable funcionan: un Oratorio, en el que hacen recreación para los Wichis chiquitos, a contraturno de la escuela, un secundario, un terciario y un secundario para adultos. A éstos asisten alrededor de 250 personas de las cuales. La mayor parte vive en Valdocco de lunes a viernes y vuelven a sus casas los fines de semana. Otros viven en Frías y algunos, los menos, viven siempre ahí salvo en vacaciones. Algunos de los que están de forma permanente son chicos que vienen de Santa Cruz. Otros son coordinadores cuyas casas están lejos.
A cargo de la fundación está el cura Juan Carlos y la sede del Chaco la dirige Lucila, que ya nos invitó a ambos a irnos a vivir y trabajar ahí.
Los chicos y chicas provienen de parajes que están desde 20km a 70km y algunos de pueblos aún más lejanos. La situación de sus lugares de origen es de mucha pobreza, en general son muchos hermanos, últimamente hay mucha sequía y notamos que es bien distinto lo que viven durante la semana en Valdocco a lo que ocurre cuando vuelven a sus casas. En Valdocco les dan las 4 comidas diarias, hay computadoras, duchas, tienen actividades todo el tiempo, hay camas para todos con las sábanas y frazadas respectivas, se duerme en pabellones con 15 o 20 camas y hay un lindo clima en general.
La sensación que tenemos al estar en Valdocco, en la vida cotidiana, es muy distinta a la del día a día en Buenos Aires. Allí se vive de forma comunitaria, con todo lo que eso tiene de bueno y de malo. A la vivencia de grupo, de contención, de animación social, se le contraponen la molestia que puede implicar el poco lugar para la intimidad, para las singularidades. Así, es una buena oportunidad para experimentar algo que, en la ciudad, muchas veces anhelamos, y ver de eso lo que nos gusta y lo que no.
Al mismo tiempo, no podemos dejar de lado algo que permanentemente se pierde de vista: Valdocco impenetrable abrió este año, y allí viven doscientas cincuenta personas. Es evidente que, en ese contexto, la vida va a estar en permanente movimiento, y muchas cosas hay para ir asentando, transformando, afirmando. De todas maneras, hay algo clave y es que allí se está bien. O al menos nosotros lo vivimos de esa forma.
Convivimos poco más de una semana con un grupo humano maravilloso, de gran riqueza e inmensa generosidad, y aprendimos día a día cosas de lo más diversas.
Queda describir brevemente, como para contextualizar lo que viene ahora, nuestro trabajo en Valdocco Impenetrable durante estos días. Son dos los ejes con los que trabajamos: uno, el trabajo con las secciones enteras del secundario y el terciario. Ahí, divididos, Martín en lo que tiene más que ver con lectura y escritura y Lechu en la música y el cuerpo, el ritmo. El otro eje fue el de Puentes Culturales, y éste lo retomamos de un viaje que, hace dos meses, Martín realizó con Ani y Alejo, compañeros de trabajo en IIPE-UNESCO.
La propuesta, acá, es la de desarrollar un grupo de mediadores culturales que, con distintos ejes, sostengan un movimiento cultural en la comunidad. Este proyecto proviene del trabajo en Escuelas del Bicentenario (IIPE-UNESCO) y se está desarrollando, actualmente, en las localidades de Caleta Olivia y Las Heras, Santa Cruz. Habiendo conocido allá a la gente de Valdocco, surgió la posibilidad de viajar al Chaco para desarrollar una propuesta similar, y en ese recorrido es que estamos.
La idea, entonces, fue fortalecer, puntualmente, uno de los ejes de Puentes Culturales: el del Centro de Lectores. Esto consiste en formar a los jóvenes como lectores en voz alta para otros, y realizar pequeños espectáculos basados en la literatura pero con aportes de audio y video, para el resto de la comunidad. Así, se formó un grupo de unos veinticinco jóvenes de secundario y terciario con los que trabajamos intensamente los últimos días.
A continuación, entonces, algunas de las escenas y las reflexiones de estos días.
Del primero
La cuestión es que estaban mal porque habían llegado hasta ahí después de 12hs de viaje, con muchas cosas preparadas y nadie que los recibiera.
Nosotros a la tarde del sábado dijimos: ché, estaría bueno hacer un taller para los del profesorado, que sea, cuerpo, música y palabra pero no podemos proponerlo nosotros, tiene que surgir de otro lado.
Al otro día Lucila, la directora de Valdocco Chaco le dijo a Martín: ¿qué les parece hacer un taller para los del profesorado?
Al ratito estábamos planificándolo, para esa misma tarde y de más o menos 3hs de duración.
En el almuerzo se les contó a ellos y les interesó.
A eso de las 16hs empezamos con el taller. Estaban todos los de ese grupo y dos chicos del terciario de Valdocco que viven ahí. Marcos y Santiago.
Comenzamos con un calentamiento en el que empezaron a aparecer las primeras dificultades. Sólo mirarse a los ojos y mantenerse en silencio costaba muchísimo, pero lentamente se fue logrando y, a medida que el cuerpo iba entrando en calor, empezaba a aparecer más confianza, más entrega.

Como ejemplo, como para mostrar algo del proceso, tomamos las escrituras de uno de los chicos, Marcos. En este primer ejercicio, escribió lo siguiente:
La vida, esfuerzo, ayuda, aprendizaje, oscuridad, miedo, temor, familia, hojas, victoria, no poder tener raíces con muchas fuerzas, tambalearme, huesos rotos, piel, andamios firmes para seguir más arriba, hijos, núcleo, pie grande, alegría, más alegría, risas, más risas, descanzo, ojos, formas, movimientos lentos, lentos y algunos rápidos, temor, temor, preguntas, preguntas.
¿Por qué? ¿esto es así? Yo no sabía y tu me ayudaste a crecer. Gracias por regarme días tras días, gracias por estar a mi lado, gracias por tenerme en tus brazos…
Gracias por no dejarme con sed…
gracias por los sonidos, gracias a ti, sí a vos te digo gracias por ser un hermano, porque me enseñaste a vivir…
Cada cosa, cada consejo, cada broma, cada chiste, gracias y nuevamente gracias…
Sí, a vos te digo
Que sos un hermano, una hermana para
mi

En ese momento nació por ejemplo el siguiente hermoso texto también escrito por Marcos Alfonso que vamos a publicar, al igual que el anterior, con el consentimiento del autor.
Preso del aburrimiento empecé a cavar
Como sin darme cuenta, quizás no entendía lo que hacía, pero yo no paraba de cavar, el sudor crecía y crecía y hasta una lágrima se derramó, pero de pronto, que loco, encontré algo tan preciado que nunca había visto, un pedazo de hierro, todo rumbrado, lleno de tierra, pero yo lo encontré, já! Estaba allí esperando que alguien lo sacase, yo lo encontré! Aunque sea algo tan simple, sin valor, yo lo encontré, es muy valioso, muy preciado, porque Yo!! A eso nunca lo vi.
En esta vida yo me encuentro con cada cosa, parecen simples, parecen sin valor, pero yo! sí! Yo! yo lo encontré.
Leyeron sus textos en vos alta ante todos sus compañeros casi todos los presentes. Hubo una o dos chicas que no se animaron. Estaban todos muy contentos, revolucionados, sorprendidos, agradecidos. Eso fue lo que expresaron apenas terminamos.
Nos agradecieron muchísimo, algunos dijeron que fue la primera vez que escribieron algo suyo, otros que pensaban que lo que habían escrito era una boludez y al leerlo en voz alta se daban cuenta de que no era así, o sus mismos compañeros se lo hacían saber. También nos dijeron que se notaba cuán preparado estaba el taller, cuanta relación había entre todas las cosas que hicimos y lo mucho que nos entendíamos entre nosotros.
Fue muy muy lindo, hubo mucho amor, mucha confianza, mucha generosidad, apertura y mucho agradecimiento.
Sentimos mucha fluidez, mucha entrega, mucha búsqueda y mucho interés. Fue el primer taller que dimos juntos y nos sentimos muy cómodos, realmente pensamos que estuvo muy bueno. Sin embargo, nos dejó pensando mucho sobre nuestro rol, creemos profundamente que estamos en un proceso de crecimiento muy grande y que es absolutamente parte de éste el momento del taller, el abrirnos durante el proceso, todavía incompletos y con muchos agujeros por todos lados pero también con muchas convicciones claras y una búsqueda muy profunda de seguir abriendo caminos para la expresión en los demás y en nosotros mismos. Estamos con muchas ganas de seguir viviendo estas experiencias y llenos de ideas y preguntas a flor de piel.
Recorridos lectores
Vanesa (dieciocho años) y Maite (trece) son dos de las chicas de este grupo. Y suelen pasarse todos los fines de semana en Valdocco, según dicen, bastante aburridas.
Quizá por eso, quizá porque ya nos conocíamos por el trabajo con Puentes Culturales, del que ambas forman parte, quizá porque veníamos conversando bastante desde nuestra llegada, aceptaron la propuesta de sentarnos, el viernes a la noche, y después de cenar, en un aula, a explorar la caja de libros. No recuerdo, en realidad, cómo surgió la idea exactamente, pero lo cierto es que al poco rato estábamos los cuatro compartiendo historias e imágenes de la caja plateada.
Empezamos por Trucas. Al verlo en la caja, Maite recordó que, cuando lo había explorado el otro día, no lo había entendido. Evidentemente, sin embargo, algo le había llamado la atención. Le pregunté si quería mirarlo juntos a ver si podía encontrarle una vuelta, y se entusiasmó con la propuesta. Vane y Lechu también se mostraron de acuerdo, así que tomé el libro y, desde la tapa, empezamos a recorrerlo.
Para quienes no lo conocen (y recomiendo, de paso, que lo hagan pronto) Trucas (Juan Gedovius, FCE, Colección A la orilla del viento) es un libro compuesto solamente por imágenes. No voy a hacer un resumen de la historia, porque ya otra persona hizo algo así, y está abajo para quien quiera leerlo. Sí voy a aclarar que es para mí un texto muy querido. Lo conocí hace un buen tiempo, a través de Ani (Siro) lo usé para muchas mesas de libros y, además, es el símbolo elegido por el Centro de Lectores de la Escuela San Pedro Claver, coordinado por mi gran amigo el Mago (Javier Maidana) y en el que estuve yendo casi todos los viernes de la primera mitad del año, a hacer trabajo de campo y, por supuesto, a disfrutar de un gran espacio de lectura.
La noche del viernes
Tiempo disponible, en un lugar calmo, poca gente y muy interesada, contexto ideal para meterse en la historia. Y así fue. Sin ningún apuro, fui, desde la tapa hasta la contratapa, ofreciendo y conversando todo el relato, a través de las imágenes, con el grupo. Al terminar, le pregunté a Maite qué le parecía ahora el libro, y sonrió contenta.
Por suerte, la caja tiene también otros libros del estilo. Y aprovechamos para explorarlos uno por uno, comentando, preguntando, proponiendo. Luego pasamos a otros textos: leímos algún cuento, poemas, coplas, saboreando palabra a palabra, línea a línea, mirada a mirada. Debemos haber estado más de una hora ahí dentro, abriendo horizontes. Y nos fuimos recién cuando les propuse cerrar la noche con un cuento de terror en lo oscuro.
La propuesta les encantó. Salimos, entonces, con el libro La dama o el tigre y una linterna de esas que se ponen en la frente. En el libro, está el cuento “La pata de mono”, excelente relato e ideal para noche negra. Caminamos unos cuantos metros, alejándonos de la zona de las aulas, pero sin meternos en el monte, por las víboras. Y ahí, con la orquesta del impenetrable de fondo, dimos voz y aire al relato.
Fue el cierre de un encuentro hermoso, y después de eso nos fuimos a dormir. Pero con muchas sensaciones adentro.
Las lecturas
Maite y Vanesa no se presentan a sí mismas como buenas lectoras, y no se si alguno de sus docentes las piensan de esa manera. Maite arrancó la noche diciendo que Trucas no le gustaba porque no lo había entendido; Vanesa me había dicho el día anterior que a ella no le gustaba leer. Ese rato de la noche se pasaron, sin embargo, un buen y lindo rato entre los libros de la caja.
Lo que quiero destacar acá es que el movimiento de ese rato no se quedó ahí. Por un lado, porque fortaleció y resignificó nuestra relación. Al atravesarla por historias, personajes, imágenes, palabras, pasamos a tener, de un día para otro, un repertorio de horizontes en común, al que podemos referirnos cuando queramos para recordar, aún en silencio, un momento, un lugar, un compartir.
En este sentido, si bien cualquier buen momento compartido tiene probablemente como efecto el resignificar una relación humana, el momento compartido con poesía, con literatura, con libros, puede tener la especificidad de ampliarlo a una multiplicidad de mundos, de ritmos, de caminos.
Por otro lado, quiero rescatar la importancia de lo imprevisible. En ningún momento planificamos este encuentro, ni su secuencia ni su existencia. Y, pensándolo después, tanto Lechu como yo lo pensamos como uno de los más ricos en nuestra estadía en Valdocco.
Recuerdo que, cuando comenzamos a planificar el primer viaje al Chaco, hace dos meses, con Ani y Alejo, hablamos acerca de la importancia de prever momentos abiertos, sin tareas, para dejar lugar a lo emergente. De no hacer planificaciones totalmente cerradas, aún cuando quisiéramos aprovechar al máximo el viaje.
Confirmo ahora la importancia de esa idea, pensando en lo potente que puede ser el equilibro entre metas claras, objetivos planificados, junto con la flexibilidad para aprovechar estos espacios. Y, sobre todo, para confirmar que lo importante es el vínculo, la relación, el encuentro. Que la poesía habilita un canal particular dentro de este vínculo, uno muy hermoso. Pero que se trata de eso.
Los días siguientes confirmaron la importancia del encuentro del viernes por la noche. El sábado por la tarde tuve una conversación larga y linda con Vane, sentados en el pasto, donde nos contamos muchas cosas, compartimos opiniones, ideas sobre el mundo. Y luego la vimos más firme actuando como lectora en voz alta en las funciones, e incluso mucho más participativa de todo el proceso de trabajo de Puentes Culturales.
Además (y esto incluye también a Maite) cuando, el miércoles por la mañana, armamos una mesa de libros en un aula (ver entrada Los espacios abiertos) su relación con todo lo expuesto no parecía para nada marcada por un “a mí no me gusta leer” o un “no entiendo nada”. Algo parecía haberse destrabado y, aunque seguro que no fue sólo del viernes a la noche, tal vez pudo haber actuado como momento bisagra (y esta es una categoría, ahora que la escribo, interesante para pensar el concepto de camino lector).
Respecto a Maite, puntualmente, hubo una escena del encuentro del miércoles a la mañana que merece un apartado propio. Es lo que viene ahora.
Maite y Trucas
(dedicado a los muchachos y muchachas del CDLpT)
Ni bien entra, descubre Trucas. Lo agarra y me lo muestra, mientras me mira sonriente. Me pregunta si lo puede “copiar” en una hoja. La miro extrañada, interrogando con los ojos. Como decía antes, Trucas es un libro que carece de palabras.
- Pero lo que me imagino- responde Maite.
Por supuesto, claro, cómo no. Algo incómodo, pero también qué lindo sentirme así de descolocado, notarme, una vez más, más estructurado y esterotipado de lo que creía. Gracias Maite.
Concentradísima, se sienta. Y acá va lo que hace. Así lo dejo.
Trucas Autor: Juan Gedovius 09/09/09
Por Maite Garcés. 13 años.
Estaba un duende muy lindo llevando pinturas para pintar, a él le gustaba mucho ensuciarse y aparte de eso pintar. Pero un día se le apareció una mano diciéndole estás muy sucio te tendrás que bañar, entonces lo metió dentro de una fuente. Trucas no soportaba estar limpio entonces siguió buscando pinturas para ensuciarse, buscó, buscó, buscó, buscó y finalmente encontró un lápiz, pensó lo que iba a hacer con ese lápiz y entonces lo fue a agarrar, pero era la cola de un dragón, Trucas lo miraba pero no sucedía nada hasta que el dragón se despertó, el dragón enfurecido levantó la cola y lo vio a Trucas agarrado de su cola, Trucas salió corriendo pero no pudo escapar del fuego que le largaba el dragón.
Trucas como estaba muy enojado le salía humo por la nariz y entonces se vio que estaba todo negro y empezó a manchar toda la pared, manchaba con sus manos, pies, pelos, todo estaba marcado en la pared.
Finalmente Trucas había encontrado lo que buscaba y aparte de eso le gustaba mucho dejar sus marcas en la pared. Así es como vive Trucas.
Fin.
El espacio abierto
Una mañana, la última en Valdocco, tengo un rato libre y me instalo en el aula en la que venimos trabajando. Armo una mesa de libros.
Almohadones, alfombra, sahumerio, música. Además, y esto es importantísimo, los mediadores. Con sus cuerpos, sus miradas, sus voces, sus palabras. Los vínculos humanos. Las relaciones sociales sosteniendo los recorridos de cada uno.
De la diversidad
María, de las coplas de los fileteados, patas en una silla, hace rato con Villafañe y el Gallo pinto. Ida y vuelta, mate de colores. Tranquila está, María.
Alejandra entró y se quedó un rato calladita, sentada. Estaba, me dijo, cansada. Luego me pidió que le recomiende algo. ¿De qué clase? Novela. Le mostré El vizconde demediado, de Calvino, y le leí la parte de atrás. Se lo llevó, para empezar a leerlo y ver si se lo lleva al viaje.
Taller del número dos
La segunda semana, nos propusieron trabajar con los alumnos de Terciario. Son unos 70, en total, y, para poder tener grupos de número más o menos potable, decidimos dividirlos en tres: uno lo tomaría Cristian, profesor de plástica de Valdocco; otro Lechu, para trabajar con la música; el otro yo, para hacer un taller de escritura.
Taller del número dos
Ya el hecho de escuchar un poema en francés es una experiencia nueva (¿y que podría llamar “poética”?) para casi todos los participantes. Bienvenido entonces.
1. Viaje hacia el mar: improvisando con las palabras, propongo tomar como punto de partida la imagen que haya generado el poema de Baudelaire para cerrar los ojos y avizorar el mar. Aunque muchos nunca estuvieron en el mar, no importa. Que se acuerden de imágenes de la televisión, de películas.
Entonces continúo con lo sensorial. Mientras me muevo por todo el espacio, voy describiendo olores, sabores, texturas, imágenes y sonidos marinos. En el final, describo el movimiento de expansión y concentración de las olas: va y viene, va y viene, va y viene…
Les propongo que escuchen la propia respiración con el mismo movimiento. Que sientan el aire entrar y salir. Y, así, hablo un poco acerca de todo lo que, en el mundo, es de a dos y complementario (Tao). Vuelvo al mar y la respiración y los hago abrir los ojos.
2. Recolección de palabras: una lista grande de cosas que, en la vida y en el mundo, se oponen y complementan.
3. Tal como muchas cosas son así, de a dos, en la vida, a veces necesitamos maneras de expresarlas, de encontrarles sentido. Así introduzco el poema de Federico con el que voy a trabajar. Lo tomé de un libro en Valdocco, aunque a esta altura ya me lo aprendí.
Balanza
El día va y viene.
La noche muerta y alta.
El día con un ala.
La noche sobre espejos.
El día bajo el viento.
(tomado de Mariposa del aire, Colihue)
Lo repito varias veces, y propongo:
Agarro entonces la guitarra y, clima de fondo, adelante.
El número dos en Valdocco
Dos reflexiones más, a modo de cierre
Pero es un sentimiento por el que no me tengo que dejar invadir. Por un lado, porque, si está mal enmarcado, y están sin elegirlo o sin saber bien para qué están, no es un problema mío, sino de la institución en la que estoy trabajando. Por otro lado, porque el espacio sí resulta valioso para algunos de los que participan. Parece algo muy nuevo para ellos, y se los ve, a la mayoría, muy concentrados mientras hablo.
Por otro lado, para los que ríen, el hecho de que yo siga sin inmutarme, jugándomela por la poesía, es también una posibilidad de resignificar algunas representaciones sobre el cuerpo y las palabras”.
Una hipótesis: el tallerista funciona como garantía de la expresión. Garante en sentido social: pone su cuerpo, su energía y su investidura para valorizar socialmente la expresión en tanto una práctica, una actividad.
Esto, que es válido para toda práctica docente, implica un acto de sostener largo, pesado, cansador”.