de la fábrica
Pero a veces, para esas cosas, no alcanza con las palabras, los sonidos, los ritmos, las miradas, los silencios de todos los días.
Y necesitamos otros. Otras.
Ahí va entonces la Fábrica. Sabiendo que siempre, en todos lados, las personas hacen e hicieron, hacemos e hicimos, canciones y poemas, para tratar de decir eso que nunca termina de ser dicho.
Ahí va entonces la Fábrica, con silencios para hacer palabras, con palabras para hacer sonidos, con sonidos para hacer silencios.
Ahí va entonces la Fábrica, con guitarras, hilos, versos, colores, miradas, trombones, palmas, papeles.
Ahí va entonces la Fábrica con orejotas gigantes para escucharte y escucharse.
Haciendo canciones. Haciendo poemas. De a uno, de a varios, de a todos.
Porque la poesía y la canción deben ser hechas por todos y no por uno, dijo en méjico un argentino que dijo un francés que era uruguayo.
Andando, por los mundos. Encontrándonos y desencontrándonos. Y encontrándonos de nuevo.
Casas andantes de palabras y sonidos.
Bem-vindos
del viaje
en adelante, el camino se irá haciendo, incierto.
la fábrica propone: escuelas, bibliotecas, centros culturales, invitamos a quienes quieran invitarnos. un poco juglares, un poco docentes, proponemos intercambio: talleres por casa y comida.
Recorremos el mismo recorrido pero con otro recorrido, recorrido.
Vibran más lento las cosas.
Y hay rutinas más cortas y más largas, hay cosas que pasan cada mucho tiempo y vuelven a pasar después de mucho tiempo y volvemos a ir y volver y a soltar y volver más livianos.
Y estamos solos y estamos juntos; también en un camino parecido que a veces está más junto y otras más separado y se vuelve a juntar y a separar mil veces.
Y haciendo caminos distintos se llega al mismo lugar pero desde otro y en el encuentro se mueven las cosas, se comparten, se modifican y se encausan con fuerza para generar otros encuentros.
Año nuevo
Gracias aroma
azul,
fogata
encelo.
Gracias pelo
caballo
mandarino.
Gracias pudor
turquesa
embrujo
vela,
llamarada
quietud
azar
delirio.
Gracias a los racimos
a la tarde,
a la sed
al fervor
a las arrugas,
al silencio
a los senos
a la noche,
a la danza
a la lumbre
a la espesura.
Muchas gracias al humo
a los microbios,
al despertar
al cuerno
a la belleza,
a la esponja
a la duda
a la semilla,
a la sangre
a los toros
a la siesta.
Gracias por la ebriedad,
por la vagancia,
por el aire
la piel
las alamedas,
por el absurdo de hoy
y de mañana,
desazón
avidez
calma
alegría,
nostalgia
desamor
ceniza
llanto.
Gracias a lo que nace,
a lo que muere,
a las uñas
las alas
las hormigas,
los reflejos
el viento
la rompiente,
el olvido
los granos
la locura.
Muchas gracias gusano.
Gracias huevo.
Gracias fango,
sonido.
Gracias piedra.
Muchas gracias por todo.
Muchas gracias.
Oliverio Girondo,
agradecido.
(también nosotros, a Oliverio, que escribió el poema, y al mundo)
Una vergüenza inadmisible
No se puede creer.
Macri se autoentierra sin parar.
Los placeres
Bibliotecas, lectura y comunidad
Esta idea de sujeto lector colectivo tiene, al menos, tres conceptos base: el de intersubjetividad, el de hecho social y el de comunidad. Es sobre este último que quiero escribir un poco ahora. Y es que, en los últimos días, se hizo presente en más de un encuentro.
Antes de eso, quiero hacer una breve disgresión sobre la categoría de ayllu.
Para quienes no conocen esa palabra, el ayllu es el concepto de comunidad andino. O algo así como eso. Es un concepto complejo y, obviamente, al escribir esta entrada, no estoy chequeando libro alguno. Bienvenidas las correcciones. Pero como para describir brevemente algunas de sus características, que acá me interesan, el ayllu basa sus lazos sociales en prestaciones rotativas de trabajo. Es decir, en intercambios que no son monetarios, sino construidos a través de la reciprocidad en tareas, que redundan en el bien común. Ser parte de un mismo ayllu, que es una familia ampliada, implica ciertos derechos y obligaciones de trabajo.
Según muchos investigadores, que estudié, mayormente, en la carrera, el ayllu persiste desde mucho antes de la conquista, mucho antes incluso del imperio inca, hasta la actualidad, aún con sucesivas y numerosas transformaciones. Es lo que planteó, en su momento, Mariátegui, haciendo la apuesta por una llegada al comunismo que, en los países andinos, no tuviera que atravesar el capitalismo, sino que se construyese directamente desde las comunidades ya existentes. Y es un hecho que pudimos constatar en varias ocasiones, en nuestro recorrido por estos lares.
Una de ellas, el jueves pasado. Ya en la entrada Las bibliotecas II hablé sobre Teodoro y la red de bibliotecas que, en este momento, él coordina. También en esa entrada conté que, al preguntarle cómo se financian estas bibliotecas que no tienen socios ni reciben, en su mayor parte, aportes estatales, me contó que varias de ellas reciben dinero directamente del barrio, de la comunidad, a través de pequeños impuestos que no pasan siquiera por el municipio. El más común es una pequeña adición al impuesto del agua, que, en algunos barrios, no es un servicio municipal, sino barrial. Además, me contó que algunas de las bibliotecas fueron construidas por los vecinos, en un trabajo conjunto.
Rato antes, esperando a Teodoro, yo le había contado a Jory, quien fue el puente con la red, de las bibliotecas populares en Argentina, y el uso de la categoría de socio: en nuestro país, quien quiera participar en una biblioteca popular debe asociarse, pagando una pequeña cuota mensual, y puede así sacar libros, participar de actividades, etc. En el último tiempo vengo pensando acerca de esta categoría, que me parece sumamente interesante, pensando en la construcción y el fortalecimiento del lazo social.
Acá, sin embargo, funciona de manera distinta. Todos son, automáticamente, y sólo por estar en el barrio, socios. La biblioteca es un derecho de todos, nadie debe pagar específicamente para hacer uso de la biblioteca. Es un servicio de la comunidad hacia la comunidad. Algo que la comunidad considera una necesidad, es financiado a través de un pequeño impuesto, para que todo el mundo tenga acceso irrestricto.
Esto no quiere decir, claro, que las bibliotecas que funcionan con socios restrinjan el acceso a las personas. En general, tienen cuotas muy baratas, e incluso creo que, si alguien no puede pagar, puede ser incluso becado. Sin embargo, creo que el funcionamiento con impuesto comunal es distinto. Conceptualmente distinto. No creo que uno sea mejor que otro: creo que corresponden a distintos tipos de sociedad, y que, en todo caso, ambos tenemos mucho para aprender de los otros.
En este sentido, hay algo de las bibliotecas de acá que me resuena también hacia una idea más amplia, que tiene que ver con los derechos culturales. En el campo de la gestión cultural, la idea de que la cultura (entendiéndola como la producción, circulación y apropiación de bienes artísticos, tal como se la entiende en las áreas de cultura, y no cultura en un sentido amplio) debe autofinanciarse está muy difundida. Sin ir más lejos, acá, un proyecto muy interesante, como el mARTadero (www.martadero.org) funciona en base a ese eje. Y también lo hacen, en Argentina, y por mandato de CONABIP, las bibliotecas populares.
Yo no estoy de acuerdo, para nada, con esta idea. En la vida social, hay actividades productivas y otras que no lo son. Pero que también son necesarias. Todos (o muchos) estamos de acuerdo en que la educación, por ejemplo, debe ser un derecho al que todos puedan acceder sin restricciones. Lo mismo con la salud.
Creo que la poesía (el arte, la cultura, como quieran llamarlo) es tan vital y tan necesario en la construcción de ciudadanía, en la formación de pensamiento crítico, en el abrir espacio a la sensibilidad, en una vida digna, en fin, como la educación, la salud, etc. Todos necesitamos, en muchos momentos de la vida, de enfrentarnos al mundo desde la incertidumbre, de encontrar otras palabras, otros ritmos, de encontrar el puente del olor del infinito, la pasarela para el tigre de los sueños (Madariaga), de dejar que se nos vuele el tejado de la casa del lenguaje (Pizarnik), de cantar pío pío en las más raras circunstancias (Gelman). De ver películas, conversarlas, de bailar, de cantar, de poner el cuerpo. Y tantas cosas.
Es un derecho necesario, una necesidad, entonces, de la que debemos hacernos cargo. Y es una necesidad no sólo individual, sino también colectiva, comunitaria. Es a través del arte que un pueblo construye y cuenta su historia, que encuentra símbolos que lo representen, que transforma lo viejo en nuevo, que abre espacios para sus habitantes. El arte no es un bien de lujo.
Así, dejar talleres, espacios de cine, libros, etc., para que se autofinancien, es desconocer que tal vez el arte sea una parte de la vida que necesitamos incorporar de otros modos.
Un ejemplo, que tal vez sea forzado (en ese caso, bienvenidos los comentarios para anunciarlo): cuando leo un libro en casa, miro una película, no estoy haciendo ninguna actividad directamente (agrego este adverbio porque sin dudas lo es indirectamente) productiva, que en el momento me implique una ganancia material. Al contrario, probablemente sea una pérdida: el gasto de la compra del libro, del alquiler de la película. ¿Por qué, entonces, en el plano social, no mantenemos esa lógica, y pretendemos que una comunidad que lee esté al mismo tiempo financiándose la compra del libro y el espacio para leer?
Dicho de manera sencilla, el arte es una inversión a largo plazo. Una inversión de la comunidad en la comunidad. Y en este sentido, es a la comunidad misma (barrio, pueblo, ciudad, país / asociación vecinal / municipio / gobernación provincial / estado nacional) la que debe decidir en qué se hacen esas inversiones, y realizarlas. Asumiéndolas como un gasto temporal, pero productivo, fértil a largo plazo.
En este sentido, creo que Bolivia es un país mucho más preparado que Argentina (al menos la mayor parte de Argentina) para asumir estas necesidades. Y que, quizá, tenemos mucho para aprender de ellos.
Un último ejemplo respecto al concepto de comunidad, y al nosotros que está implicado en ella. Me lo contó Jory, hablando acerca de las características del quechua como lengua. No se si la recuerdo exacta, en todo caso la corregiré luego. Pero creo que sirve igual para hacerme entender. Una vez, un alemán subió, en su coche, un cerro, en busca de cierto lugar que quería visitar. Era, al parecer, de difícil acceso. Se encontró con un paisano, y le preguntó cómo podía llegar. Él le contestó que no era sencillo, pero que, en todo caso, el podía guiarlo. Le propuso, así, ir "en nuestro auto".
Claro que el nosotros de ese auto no es el mismo nosotros que yo uso, que muchos de los lectores de acá usamos. Pero me parece que ofrece un camino interesante.
Las bibliotecas II
En Tarija, y luego de un recorrido por las bibliotecas que allí dependen de la municipalidad, me propuse escribir sobre las diferentes políticas de biblioteca que fuera encontrando en otras ciudades. No lo hice. En parte porque no me resultó tan fácil hacerlo, en parte porque fueron surgiendo otros intereses.
Se fueron delineando, sin embargo, algunas líneas en relación a este tema que me parece que pueden seguir dialogando en el blog.
I
Ya lo escribí en otro momento: en un viaje largo, necesito acceder a una oferta interesante de libros en los lugares a los que llego. No tengo la biblioteca de casa, no tengo los varios ejemplares que puedo llevarme en un viaje más corto. Necesito, entonces, pedir prestado.
Por otro lado, acceder a los libros escritos y editados en otro país es también, probablemente, una buena manera de conocer ese país. Encontrar cosas que, en mi tierra, no existen, nombres de los que jamás he oído hablar, corrientes literarias desconocidas. Necesito, entonces, un mediador, alguien que pueda orientarme en estos caminos.
A lo largo de estos tres meses, siempre me las fui arreglando para conseguir, si no una cosa y otra, al menos la primera de ellas. Lo raro, lo que llama (o debería llamar) la atención, es que no fue por una oferta, una disponibilidad de las ciudades. Más bien fue a pesar de la falta de ella, y merced a amigos, contactos, redes que nos fuimos armando. De manera informal, y de difícil acceso, probablemente, para otras personas.
Aún así, hubo lugares en los que me fue imposible conseguir libros. En los sitios en los que estuvimos poco tiempo, no hubo forma de acceder a préstamos.
Vuelvo a este hecho básico como el punto de partida de un derecho cultural. Necesito, para el camino de mi vida interior, un acceso a libros. A una multiplicidad de libros. Me es muy difícil, sin embargo, obtenerlo. Y cuando está, es sobre todo a causa de privilegios especiales. Hay algo que está faltando.
II
De Potosí, no hay mucho que decir. Intenté hacer algo similar a lo que había hecho en Tarija, hablando en la dirección de Cultura. Pero el director, luego de decirme que las bibliotecas no dependían de él, no mostró ningún interés en facilitarme un contacto. Vale destacar que, más allá de que que no era un himno a la actividad, tampoco parecía un ñoqui, ni nada por el estilo. Creo que hubo algo en relación a su proveniencia que puede haber influido. Era músico. Y, al parecer, nada más que músico.
Muchas veces se da este fenómeno: que las áreas de cultura están dirigidas por alguien que viene de cierto campo del arte, y que no tiene interés en ningún otro. No me parece el panorama ideal.
Luego, no hice grandes intentos por encontrar biblitoecas. Pero tampoco se me cruzaron en el camino: ni a través de comentarios de gente que fuimos conociendo, ni en las calles que recorrimos.
En Sucre, el panorama en la dirección de cultura fue similar: "No dependen de nosotros". Tenían un cartel pegado en una pared, que invitaba a un encuentro de la asociación boliviana de clubes del libro. Sin embargo, ninguna de las personas que estaba en la oficina pudo decirme de qué se trataba, ni facilitarme el contacto de alguno de sus integrantes.
Sólo el último día (no estuvimos tantos, de todos modos) nos pudimos acercar a un centro cultural del que nos habían hablado, el centro cultural Pachamama. Un centro con una gran biblioteca. Lechu había ido antes, y conocido a la coordinadora de un taller de lectura que funcionaba en ese lugar. Arregló un encuentro, y nos acercamos aunque sea para dar un vistazo y tener a mano para la próxima vez.
III
El Centro Cultural Pachamama, en Sucre, tiene un edificio bastante grande, ubicado en una zona medianamente céntrica. Al entrar, se ven afiches de varias actividades que se llevan a cabo, pero predomina, adentro, una gran biblioteca. Por supuesto, y como casi toda la política cultural que nos encontramos en Bolivia hasta ahora, está financiado con fondos extranjeros.
Al llegar, nos encontramos con Estela, la coordinadora del taller de lectura. Teníamos dos planes: conversar con ella, un rato, y hacer un recorrido por la biblioteca. Comenzamos por el recorrido, guiados por la bibliotecaria.
Muchos libros, bien ordenados en los estantes. Variedad, disponibilidad (es posible, ahí, elegir los libros mirándolos, tocándolos, y no por catálogo) e, incluso, un sector de literatura infantil y juvenil que, si bien está lejos de estar actualizado, no está mal dotado. Nos contó la bibliotecaria que, además de ir a hacer la tarea, algunos chicos van allí a leer, y que también se llevan libros.
Respecto a los adultos, me contó que hay unos cincuenta lectores que suelen llevarse libros prestados sin contar a los que lo hacen por necesidades de estudio.
Personalmente, me encontré con algunas sorpresas. Muchos libros me hubiera gustado llevarlos, de quedarme más días en Sucre. Pero, más allá de eso, el punto de mayor emoción fue el encuentro con dos colecciones de no mucha calidad literaria, pero que, en mi infancia, fueron de lecturas felices: Los tres investigadores y, sobre todo, Los felices Hollister. De ambos guardo, en casa de mis padres, varias pilas. Ambos fueron objeto de mis búsquedas apasionadas en librerías, cuando niño. Y, claro, motivo de mi instalación en camas, sillones y alfombras de mi casa y otras que frecuentaba en esa época.
La playa, por ejemplo.
Me puso contento encontrarlos. Y saber, también, que también esas "malas" lecturas pueden ser maravillosas, y totalmente constitutivas de un camino lector. Sospecho, además, que, fuera de algunas cuestiones obvias, deben tener también sus lugares interesantes.
La conversación con Estela, por otra parte, fue interesante. Nos contó de su taller, dirigido a niños, al que van a leer y escribir una vez por semana. No es un taller vinculado directamente a las tareas escolares. Sin embargo, lo escolar no queda del todo afuera. Hasta ahora (y me voy al ahora en que escribo esta entrada, más de un mes después del encuentro con Estela) la mayoría de los espacios de lectura están muy vinculados a lo escolar, al currículum, a una lectura para entender mejor.
Sin embargo, aparecieron también elementos interesantes: juegos tipo el cadáver exquisito, trabajo con collage, y, muy presente en el relato de la tallerista, la incorporación de títeres. Junto con ello, por supuesto, insistencia en el mejoramiento de la redacción, ejercicios para obtener la síntesis de los textos, entre otros. Pero, al menos, algo distinto. Un camino.
Nos fuimos, con Lechu, haciéndonos muchas preguntas. Pensando en muchas cosas. Una de ellas, predominante, la sensación de que Estela, en su trabajo, estaba muy sola. No parece haber otros talleres del estilo, no conoce otros recursos, no tiene con quien compartir lo que hace. Y esa soledad hace mucho más difícil el trabajo cotidiano.
Una idea, la de la red de mediadores de lectura, de estar en contacto, compartir experiencias, recursos, registros, me volvió con gran fuerza. No porque no la hubiera pensado antes, en el viaje. Pero acá parecía mucho más clara su necesidad.
Fue el año pasado, en el marco de Libros y Casas, que fuimos pensando, con muchas de las personas con las que trabajamos, la necesidad de construir esta red, incorporando a distintas personas que trabajen con lectura y escritura, en los caminos del espacio poético, tanto en escuelas como en bibliotecas, centros culturales, centros comunitarios, de salud, etc. La idea, la de tener un espacio, todos los que estamos trabajando en esto, para intercambiar experiencias y recibir capacitaciones. Y, al mismo tiempo, alentar a que otras personas, incluso en otros contextos, construyan espacios de lectura.
Eso se cayó, sobre todo por falta de voluntad y de capacidad en la coordinación del programa. Pero es una idea que me sigue dando vueltas. Una idea que, seguramente, va a ser parte de la CIEPA. ¡Preparensén!
IV
Cochabamba es otro panorama. Y aún cuando mañana, último día, voy a conocer otra biblioteca, de la que me han hablado lindo.
Y es otro panorama por varios motivos.
El primero, que nos encontramos con una hermosa biblioteca, la del Simón I. Patiño que, aún un poco a su pesar (de quienes están arriba arriba a cargo) nos facilitó libros varios en todo este tiempo. Primero, tiene una hermosa variedad: Calvino, Guimaraes Rosa, Aira, Baricco, Carpentier, Madariaga, Saer, Borges, entre muchos otros. Segundo, nos dejaron (durante unos días) llevarnos los libros que quisiéramos.
Así, nuestra visita al Chapare fue con un arsenal hermoso, y en la galería de la casa prestada, y frente a la selva, pasamos horas y horas leyendo. Lindo lindo.
Por otro lado, Cochabamba es otro panorama porque nos encontramos con proyectos muy interesantes de promoción de la lectura. Aunque algunos de ellos más potentes en lo que eran que en lo que son, apareció un espacio de prácticas muy interesantes, redes de bibliotecas, seminarios de reflexión, mediadores formados y entusiastas que no había aparecido, ni por asomo, en las otras ciudades. Tal vez porque no lo hallamos, claro, pero tampoco dejamos de buscarlo.
Hay dos ejemplos que quiero destacar en este punto. El primero, la historia del Centro Patiño en sus proyectos de promoción de la lectura, de la que nos informamos a través de gente que perteneció en otros momentos, desde bibliotecas que hoy no son parte. Desde hace por lo menos 25 años que vienen trabajando con talleres, seminarios, redes de bibliotecas, en distintas partes de Cochabamba. Tienen un biblio-avión, tienen buenas dotaciones de libros, gente bien preparada trabajando en esos lugares.
Sin embargo, más potente era antes que ahora. Desde la nueva coordinación pedagógica, obsesionada en combatir el mal de la falta de lectura, y muy pegada, en su trabajo, al curriculum escolar (ver Las herencias III) se han desprendido de la red del Patiño muchísimas bibliotecas, hasta llegar a 4 solamente, fuera de la central, que durante un año estuvo cerrada. Dos de estas cuatro bibliotecas, además (las otras no las conocimos) parecen por dentro más hospitales que espacios de lectura. Ni un afiche, ni una imagen, paredes blancas. Se prohibieron los juegos, se eliminó toda actividad que no fuese orientada al aprendizaje de la lectura: así cayeron distintos espacios que convocaban a la comunidad en su totalidad, no sólo a los niños. Ahora, casi no van adultos.
Por suerte (desde nuestra perspectiva) varios de los mediadores que allí trabajan siguen con una línea de trabajo que, sin dejar de hacer lo que piden desde arriba, generan propuestas más que interesantes. Entre ellas, nos encantó saber la cantidad de cosas que hacen con el origami. Claro que el desmembramiento del equipo anterior, las censuras diversas y una coordinación obsesionada en un problema de entidad dudosa (no he conocido hasta ahora chicos que, con una buena oportunidad, no les guste leer, pero para alguna gente es como si vinieran peor hechos que antes) es duro, triste.
Aún así, como decía antes, hay toda una historia. Y a esto viene el tercer punto.
Hace cuatro años el Centro Patiño dejó de articular a la mayoría de las bibliotecas con las que trabajaba. Les dejaron algunos libros, el espacio, y bien gracias.
Varias de estas bibliotecas, sin embargo, ya tenían una presencia importante en los barrios. Y gente trabajando muy bien. Y decidieron, algunas, agruparse en una red.
Pudimos conversar con el coordinador de esa red, Teodoro. Y nos habló de un panorama que nos encantó.
Las bibliotecas están ahora a cargo de la comunidad. Cómo se financian, fue una de nuestras preguntas. Varias de ellas, a través de un impuesto comunitario (ver la entrada Biblioteca y comunidad). Otras, con un aporte de la alcaldía. Pero varias consiguieron sostenerse económicamente, y sobrevivir.
Son ocho las bibliotecas que forman parte de la red. Tres eran antes del Patiño. Y esperan que, el año próximo, se sumen dos más.
Cuando le preguntamos a Teodoro cuáles son los objetivos, habla de "animación a la lectura". Lo relaciona con ayudar a chicos que tienen dificultades en la escuela, y cuenta de actividades que los ayudan a comprender mejor. Vuelvo a la idea de antes, que no encontramos muchos lugares que apunten más directamente al fortalecimiento del espacio poético.
Por otro lado, desde la red de la biblioteca han decidido visitar a otros barrios para las actividades de animación a la lectura. Para eso, convocaron, en la universidad, a un grupo de jóvenes. Y, tras arreglar con ellos el viático y un pequeño refrigerio, los sumaron a la red. Son seis ahora, que están haciendo actividades en distintos barrios.
Al mismo tiempo, la biblioteca de Teodoro, del barrio Temporal, tiene también su propio grupo de jóvenes. Son entre quince y veinte, de quince a veinticuatro años. El grupo se llama Musuj Muyu (Nueva semilla) y hacen diversas actividades que tienen que ver con "su propia inquietud". El grupo existe hace nueve años.
Actualmente, Musuj Muyu es parte de otra red, más amplia, específica de grupos de jóvenes. La Red de Organizaciones Juveniles Autónomas nuclea distintos grupos en Cochabamba. Cuando le preguntamos a Teodoro qué tipo de actividades realizan, habla de ecología, realidad social, salud sexual y reproductiva. A veces, para estos fines, utilizan teatro o títeres. Pero siempre como un medio, y no como un fin en sí mismo.
Lamentamos no haber conocido antes esta red. Recién la última semana los contactamos. Pero quedamos en escribirles, seguir el contacto por mail, y encontrarnos en un próximo viaje. Hay muchas cosas interesantes por aprender, por intercambiar.
Los usos de la palabra III
Muchas veces hablé de esto con amigos. Con ciertos amigos, en particular.
Soy presa de mis palabras. Demasiado, a veces. Y en el vaivén de las conversaciones, en los arranques de entusiasmo, digo muchas veces de las que luego me resulta difícil hacerme cargo. Promesas, representaciones de mí mismo, dogmas. Luego me pesan, mucho. Las palabras me salen a la caza.
El problema, claro, es que luego me siento muy mal cuando no estoy a la altura de lo que dije. Y, aunque esto es en parte porque detesto que la gente no cumpla sus compromisos verbales, lo cierto es que estoy mucho más dispuesto a perdonar a los otros que a mí mismo. Por supuesto.
De todas maneras, me pongo mal tanto cuando yo no cumplo como cuando no cumplen los otros. Ya sea la promesa de escribir un mail, de juntarnos para tomar un café, lo que fuera, si no lo vamos a hacer, si yo no lo voy a hacer, si el otro no lo va a hacer, necesito que eso esté sustentado por la palabra.
Como si la representación tuviera casi más peso que los hechos, casi.
Pienso, igual, con Juarroz, que es más importante que lo que decimos la intensidad con que lo decimos. Sin embargo, no puedo deshacerme de esos pesos, tampoco.
¿Es posible establecer otros usos de la palabra? Seguramente lo principal es transformar la relación conmigo mismo.
(es casi indecible todo esto que estoy diciendo, pero)
Cito a Madariaga: "vuelan todos los puentes / las comunicaciones estallan en fuego y transparencia/ sólo nos queda el puente del olor del infinito / la pasarela para el tigre de los sueños"
II
Me compré un libro de Boaventura Sousa Santos (o algo así se llama): un politólogo, un libro teórico, ensayístico, sobre el estado y la sociedad. Y lo estoy leyendo con deleite.
Las herencias III
Y la entrada, pensada en una lista de temas que quería ir escribiendo, quedó también olvidada. La retomo ahora, en Cochabamba, luego de una mañana en que la herencia convocada vuelve a aparecer con mucha fuerza. Por supuesto, reaparece distinta a como había sido pensada originalmente. Pero de eso se trata.
Relecturas, reescrituras. En dos partes.
I
Nuestro primer almuerzo en Potosí fue en un restaurant ubicado en un cuarto piso, con grandes ventanales desde los que se ve, entre otras cosas el Cerro Rico. Y fue simplemente con sentarme y mirar que algo que era, hasta entonces, un elemento más del paisaje, se convirtió de repente en símbolo, condensando historia, caminos, elecciones. No es que antes no supiera de toda la historia del cerro: pero fue de pronto, al verlo tan grande, tan cerca, tan imponente, que se me cayó de golpe, en el cuerpo, todo lo que él está diciendo, mudo, acerca de la historia de, por lo menos, el continente. En las laderas ajadas, en los agujeros que nacen de todos lados, en la gente subiendo y bajando, se cuenta, ni siquiera tan sutil, la desigualdad monstruosa, inmensa, añosa, la misma que se ve en cualquier tren al suburbano bonaerense, en los porteadores que cargan su peso y más en el camino del Inca, en las pendientes de las afueras de Caracas.
Por dar algunos ejemplos.
Esta entrada es sobre las herencias políticas.
Es que este viaje es un viaje político. Una militancia. Algo de lo que, aunque ya sabía, me cayó la ficha más fuertemente en Potosí. Con el cerro, respirando ahogado ahí al ladito. Y me vino entonces, ya hablando en este blog de las herencias, la necesidad de escribir sobre estas cuestiones. Que no son para nada poco importantes.
Esto va desde algunas grandes declamaciones hasta gestos mínimos: la lectura, todos los días, del Página12, siguiendo la evolución del golpe en Honduras, entre otras cosas. Las conversaciones, con cada persona que podemos, acerca de Evo y el presente político en Bolivia. Nuestra alegría al saber de la gente que lo va a votar, nuestra complicidad. Aún con todas las reservas, las críticas, las dudas, claro. Pero con una cierta certeza de alguien del palo, de alguien con quien compartimos algo que es también muy muy importante.
Lo defino sencillito, como vengo haciéndolo en conversaciones: para mí ser de izquierda es no estar de acuerdo con las desigualdades que parecen naturalizadas, y creer que pueden cambiarse. Por lo pronto, y sin recurrir a ninguna definición pre-armada, y siguiendo con lo que digo cuando una conversa me agarra improvisada. Y yo soy de izquierda. Y desde acá me paro.
Claro que no es casualidad que esté escribiendo esta entrada como una de las herencias. En casa, siempre se habló de política, se plantearon posturas, se denunciaron y comentaron injusticias. Algo tan sencillo como eso: importantísimo. En la mesa, en los viajes, en la lectura compartida de los diarios. En las marchas, a las que muchas veces fui con mis viejos.
No sólo en casa, claro. Tal vez puedo decir: en la casa ampliada. Amigos de los viejos, amigos de otros lados, sobre todo (no en este caso tanto la familia ampliada) también son parte. La primaria, la secundaria, claro. La universidad, por supuesto. Pero algo muy fuerte de la casa (de esta casa ampliada) lo se de la marcha del último marzo, yendo con mi vieja pero encontrándome con otra gente de su mundo, y también del mío. Terminando en un café, mesa grande, conversando.
Importante.
Otra cosa que cuento en el viaje, a veces, y que hoy quiero escribir acá, es que para mí esto es una militancia por la poesía. Y que, de algún modo (no sólo desde ahí, claro) parte también de mi historia de militancia. Militancia jamás partidaria, no por eso menos militante.
Alguna vez, aún en el colegio, me preguntaba mucho por cuál era el modo de cambiar las cosas. En algún momento, sin dudas con mucha influencia de herencias otras, pensé que la educación. Y poco a poco fui pensando que no sólo la educación, sino que dentro del recorrido de la educación, era la poesía no sólo la que me parece importantísima para un mundo distinto, sino (y sobre todo) el lugar que yo elijo. La poesía, aclaro, no es para mí un género literario. Es una forma de relacionarse con el mundo.
Invitando al blog a Gelman, la certeza de que "lo lindo es que se puede decir pío pío en las más raras circunstancias". Gracias Juan, aunque no sepas que por acá anduviste, y no sólo.
II
Cochabamba, esta mañana. Segunda jornada de un seminario, que nosotros dimos, sobre literatura infantil y juvenil, en el Centro Pedagógico y Cultural Simón Patiño. Al que el nombre no le diga nada, por favor googlee. Porque no es dato menor, creo.
El centro es hermoso. Hermoso. Hermoso. Tiene un jardín cuidadísimo, inmenso y muy disfrutable al pasear. Tiene una excelente biblioteca. Una "sala de cursillos" cómoda, impecable. Entre otras comodidades y bellezas. Ya escribiré sobre eso en otras entradas, también.
A nosotros nos contrataron para hacer el seminario para el personal que allí trabaja. Tienen un programa de promoción de la lectura, que trabaja tanto en capacitación docente, con un método elaborado por la coordinadora del área pedagógica, y en bibliotecas repartidas por distintos sectores de Cochabamba. Vinieron entonces, al seminario, los capacitadores, las bibliotecarias, las coordinadoras, y algunos más también. Unos dieciocho.
Dos mañanas. Tiempo lindo para trabajar.
El primer día nos fuimos muy contentos. Hicimos el taller de los mensajes perdidos, y a partir de ahí fuimos trabajando en repensar el concepto de lectura, y cómo ese concepto se puede vincular con las prácticas. Nos pareció, además, que la gente estaba enganchada. Se emocionaron, se asombraron de los azares que marcaron los pasos, propusieron ideas más que interesantes para construir conceptos.
Nos fuimos muy contentos, el primer día. Por eso nos llamó la atención cuando esta mañana, en el intervalo, la coordinadora del área pedagógica se nos acercó para decir que ella esperaba otra cosa del seminario. Más allá del momento poco oportuno para el comentario (suelo esperar a que la persona que está coordinando algo termine su actividad para no generarle un mal momento en plena acción) me llamó la atención las demandas que hacía: que no estábamos dejando ninguna herramienta, que no estábamos planteando el marco conceptual.
Nuestra sensación era exactamente al contrario. Incluso, si tenía alguna preocupación, era por parecer soberbio al citar autores para hacer el cierre en la puesta en común. Y respecto a las herramientas, habíamos trabajado no sólo con varios textos sugerentes, sino también con consignas de lectura y escritura que no sólo gustaron y engancharon en muchos otros talleres, en otros lados, sino también a ellos. La misma coordinadora del área pedagógica había manifestado su alegría por las coincidencias entre una historia que contó al comienzo y el texto que le tocó en el sobre. Que era, oh erudición, del amigo Jorgeluí B.
Por todo esto, pero también por buenos comentarios de otras personas, lo cierto es que no le dimos mucha bola. Y seguimos con las actividades. Luego de la propuesta de repensar un concepto de literatura infantil que no chocase con el concepto de lectura que habíamos acordado el día anterior, se armó un debate lindo. Y más lindo se puso después de invitarla a Laura con su bello bello vaivén (invitada Laura en mi voz, con sus palabras, Laura Devetach, de ella hablo). Porque fue tomando cuerpo, distintas posturas, distintos argumentos. ¿Es posible pensar una literatura para ciertos grupos de edad? ¿Con qué criterios? ¿Qué pasa si un chico agarra un libro de física cuántica?
Lo más rico para cerrar un seminario: lo indefinido.
Entonces esta escena se vino para la entrada de las Herencias III. Tan desubicada como afortunadamente, la misma coordinadora reiteró su reclamo del intervalo. Desubiacada, porque la discusión iba por otro lado, al menos explícitamente. Afortunada, porque permitió poner en juego que en realidad el lado era el mismo. O con muchos puntos en común.
No creo que haya sido esa la razón, pero gracias de todas maneras.
Del libro de física cuántica, varios opinábamos que, aunque probablemente no va a ser científicamente comprendido por un niño al agarrarlo al azar, sí puede, ese mismo niño, encontrar en él, en un contexto propicio, invitante, mucha pero mucha poesía. Es la diferencia entre dos modalidades de lectura: la científica y la literaria, por poner ejemplo. Y si lo que queremos es abrir lugares para el espacio poético, se trata más bien de pensar qué situación que qué libro. Qué contexto, qué mediador, qué formas de mediar.
Respondieron que, en ese caso, puede ser muy lúdico, pero ¿dónde están las intenciones del autor? Respondimos, a la vez: ¿por qué importa qué quiso decir el autor?
Algo respondieron, no muy firme ni elocuente. Pregunté qué pasaba con un texto sin autor: un texto anónimo, un texto hecho con un procedimiento automático. ¿Es ilegible?
No era muy atinado para la paz del seminario hablar de que poca crítica literaria se preocupa hoy, en las universidades, por lo que quiso decir Jorgeluí, por volver al mismo ejemplo de antes. O Saer, o Baudelaire, o Paulo Coelho.
Cedieron, un poco. Aunque no se fueron contentas: querían herramientas. De todas formas, no terminaron de responder tampoco a las últimas argumentaciones. Tampoco había más tiempo. Se fueron, ellas y otros. Algunos nos quedamos charlando.
Y en esa charla, alguien (o álguienes dijeron, tal vez) dijo algo muy claro: se trata de un problema político. Por el control del significado. Es el mismo colonialismo, lo de siempre.
Apellidos ilustres, oligarcas (escribo con cierto placer ingenuo esta palabra, pero, ahora que pienso, no está tan mal, hoy alguien la dijo) de gente bien. Gente que sabe. Y que piensa que los otros no. Que quiere que los otros no. Que se desespera si los otros sí.
Es peligrosa, la poesía.
La soledad
es un pájaro grande multicolor
que ya no tiene alas para volar
y cada nuevo intento da más
dolor.
La soledad
anida en la garganta para esperar
el grito que se arranca con su
cantar cuando llega el silencio
del desamor.
La soledad
a veces tiene ganas de acompañar
el rostro que recuerda mal
aquel amor que nunca fue para
soñar.
La soledad
inventa la más bella aparición
remueve los rincones del corazón
para quedarse sola la soledad...
con su niñez
su mocedad
con su vejez
para llorar
para morir
en soledad...
http://www.youtube.com/watch?v=H-7C0NuAn1w
Ayer veía a una niña que estaba todo el tiempo con alguien.
Todo el tiempo.
Y pensaba en esto.
Pensaba en el miedo que se le tiene a la soledad.
Al encontrarse con uno.
Y pensaba también en la poca soledad que tienen algunos niños
y lo necesaria que es.
Y esto viene también acompañado de un disfrute muy grande
que estoy sintiendo con el extrañar, con el estar lejos.
Con el tener ganas de ver a personas que no veo hace mucho.
Y qué importante es tener esos momentos de estar solo,
con uno mismo, de no ver a mamá, de extrañarla.
De que no esté el adulto todo el tiempo atrás haciéndome todo.
Y hablo de los niños, del encontrarse en un brete
y tener que solucionarlo solos.
Y también es tremendo cuando es pura soledad,
cuando no hay adulto que aparezca, cuando es
una tras otra que hay que solucionar solo y bancarse solo,
sin sostén, sin apoyo, sin amor.
¿Y cómo pretendemos no tener miedo a
la soledad de adultos cuando la infancia es así?
El que no
Porque pensando desde mi propia experiencia con la lectura, esto se fue ampliando y me encontré pintando con tinta china, me encuentro -como escribí en otro texto- cantando, Y disfrutando tanto de hacer esas cosas que digo nuevamente: ¿por qué es sólo para algunos? ¿quién dijo? ¿por qué se hace sólo en los primeros años del jardín de infantes? ¿por qué es menos importante que aprender gramática, fracciones o sobre los invertebrados, o la guerra de no se quién con otro quién?
Hay acá volando muchas cosas que me interpelan, me indignan, me encantan, etc.
No comprendo por qué a alguien se le ocurrió que la educación debía ser como es y esa idea tuvo tanto éxito. No comprendo por qué el arte es sólo para algunos y no sólo la creación sino también el "consumo".
No comprendo por qué cuando vamos a ver un espectáculo musical es más importante si se equivoca alguno que si me pasa algo con lo que ocurre en escena.
Nuevamente, No comprendo por qué es más importante aprender matemática que tener momentos para la/el ampliación, investigación, atraviese, del espacio poético.
Y no es que no se me ocurra por qué alguien piensa así.
Y no es que piense que la matemática no es importante o que lo otro es más importante. No estoy diciendo eso.
Lo que estoy diciendo es que no puedo creer que haya tantas personas que piensan así, suficientes como para que la enorme mayoría de las escuelas funcionen con esa lógica. Que la enorme mayoría de las vidas sean regidas por esa forma. Que haya tanta distancia con el arte.
Y encontrándome pintando, o al ver disfrutar mucho a estudiantes de un conservatorio de música mientras pintaban me doy cuenta de que no me quiero despedir de ese momento. Que lo quiero tener siempre a mano y que es algo que le hace bien a cualquiera, que debería ser un derecho. Lo mismo con el canto, lo mismo con la lectura.
Y ya se que nadie me impide hacerlo. Ni a mi ni a nadie. Pero eso se torna enseguida bien relativo cuando uno entra en una escuela, cuando uno entra en una casa, cuando uno entra en una sociedad, porque está lleno, por todos lados, de cosas que nos dicen que eso no es para nosotros, o no es para cualquiera. Sólo algunos son los que fueron hechos para pintar.
Y no pretendo hacer una muestra de mis obras en ningún lugar, pero es muy importante ese momento para mi y lo quiero tener, no quiero que nadie me lo saque.
El título pretende ampliar ese, que no, que no pinta, que no lee, que no escucha música, que no baila, etcétera, etcétera, etcétera.
Que todo el que quiera se piense en ese lugar y también se pregunte: ¿y por qué no?
Y que incluso se ponga a hacerlo, eso que le dan tantas ganas pero no se anima porque lo hace mal o porque no me sale nada, que yo no soy como tal, que hace una línea y es una obra maestra.
¿Y?
¿Qué tiene si hacemos montones de líneas sueltas? ¿Qué tiene si hacemos un mamarracho? ¿Qué tiene si cantamos desafinado? ¿Qué tiene si bailamos raro o no seguimos el ritmo o lo que sea?
Los invito a comprarse tinta china y un pincel y probar pintar.
Por ejemplo.
Simple.
Corto.
Conciso.
Y no hace falta mostrárselo a nadie.
Es dedicarse un rato.
Y nuevamente le quiero agradecer a Mar porque tiene mucho mucho que ver en muchos descubrimientos que están acá, en el texto y en mí. En mi cuerpo.
Tallercitos en Orán
¿Cómo están? Supongo que muy bien!!! llevando ideas nuevas por el mundo ,con la generosidad que los caracteriza y esa fuente de energía inagotable.
Les escribo para contarles que durante la semana pasada hice 3 talleres de lectura, uno con cada uno de mis grados (primero, segundo y tercero de EGB 1). Generó tanta expectativa en el colegio que tuve la visita de varios padres, intentando colarse al taller ... jaja (asi que les largué la propuesta de hacer uno con padres y les gustó !! ) pero después vino la solicitud, por parte de los chicos de segundo ciclo a Gladys ( la otra maestra de Lengua), de hacer talleres ellos también y yo me ofrecí para que los hagamos juntas asi que a partir de este jueves 5 , se vienen 3 talleres más.
Si bien es cierto , que durante todos estos años, yo venía trabajando en cada taller de una manera en algunos aspectos similar (sacarnos los zapatos, hacer un tiempo de relajación,etc.) lo que no había incorporado era el juego , y creo que en este sentido juega un papel muy importante para interactuar con el otro y generar otra disposición a lo que se propone. Algo leí en el blog al respecto... siempre leo las entradas aunque no escribo muy seguido.
Les cuento que primero preparé las aulas , asi que saqué a todos los chicos ( solo esta acción generó mucha incertidumbre mientras esperaban afuera).
Después fueron pasándome los almohadones pero aún no podían entrar ellos. Intentaban colarse,saber qué les esperaba... Una de las consignas era tratar de no faltar ni llegar tarde ya que comenzábamos a las 7:35 AM . Y la cumplieron estrictamente hasta los más dormilones.
Creo que ese día muchos madrugaron, estaban ansiosos, expectantes.
Puse todos los bancos contra la pared y sobre ellos coloqué varios libros, no tantos como hubiese querido (no dispone de variedad mi mini biblioteca)
A continuación les dije que hicieran una fila, y que sabían que cuando entraramos ya no podíamos salir (más incertidumbre... mientras los padres observaban todo, hasta que una de las madres no resistió más y me dijo: -Puedo entrar a ver, Pao ? yo nunca hice un taller de lectura...)
Al ingresar , les pedí que se quiten las zapatillas, lo hicieron sin ningún problema , en eso los chicos son más libres que los adultos, lo hacen sin cuestionar tanto. Pero la sorpresa fue cuando yo me quité las sandalias... y me decían :- Vos también seño te vas a quedar descalza??? Y les dije : _ Claro !!! si yo también vine a divertirme !!! y recibí un espontáneo aplauso de parte de mis alumnitos de primero. (En eso cambié, siempre hice que mis alumnos esten descalzos en los talleres pero jamás pensé en hacerlo yo !!! Gracias Lean !!! liberarse es bueno, lo aprendí de vos...)
Comencé con un jueguito ( tipo baile, si me hubiesen visto bailar !! jaaj ), los chicos se divirtieron mucho. Después nos fuimos relajando hasta terminar recostados en el piso y a imaginarseeee !!! ... que son aves , en este caso, desde que estaban en el huevo, en el nido rompiendo el cascarón hasta poder volar hacia lugares remotos, pasamos por el mar, la montaña, el río ,sentimos el viento,fue muy lindo!!! Van a ver que en una foto algunos chicos están con los ojos cerrados y moviendo los brazos ...muy loco!!! muy enriquecedor , para todos.Por supuesto, todo esto acompañado de muy buena música (Puente celeste: "Mundos que se tocan") te suena Mar??? Gracias por compartir tu música!!! Fue muy generoso de tu parte.
Luego pasamos a la escucha de algunos cuentos. Como me enloquecí con Pescetti , la mayoría de él, también escuchamos algunos que me dejó Martín en la compu, muy buen momento !!
Y por último la exploración de libros , los propios,los de los compañeros y los que yo les puse en las mesas. ¡¡¡ Estaban felices !!!
Debo confesar, con modestia aparte, que disfrutaron en todo momento . Los más grandecitos me dijeron que había sido diferente, un "encuentro distinto con los libros" y los más chiquitos lo definieron "como una fiesta".¡¡¡Fascinante!!!
Demás está decirles que cada vez que entro a una de las aulas me preguntan cuándo hacemos de nuevo un taller de lectura. Así que antes que terminen las clases, dos más por lo menos.
Y ahora va la nueva propuesta: Hacer un taller en otra institución, con los alumnos de una compañera que trabaja por la tarde en una escuela pública. Y me pongo a pensar... Qué lindo sería tener una valija cargada de libros y recorrer distintas escuelas abriendo estos espacios de encuentro con la literatura ...seguramente un nuevo proyecto para el próximo año. Ya les avisaré si se concreta...
Bueno chicos, el relato tendría que ser mucho más largo (aunque de hecho ya lo es) para contarles más detalles y sobre todo hacerles algunas preguntas, pero sé que el tiempo en el ciber es limitado y les deben llegar muchos mails.
Desde ya saben , que mi agradecimiento hacia ustedes, es infinito !!!! Con orgullo puedo decirles que conocerlos fue lo más enriquecedor que me sucedió en este último tiempo, no solo como maestra, como estudiante del Profesorado en Lengua sino como persona, como amiga !! Gracias por hacerme un poquito más libre...gracias por enseñarme a disfrutar, a jugar,a ser menos estructurada, menos predecible, a ver la vida desde las palabras.
TE QUIERO LEANDRO KOHAN !!!
TE QUIERO MARTÍN BROIDE !!!
Y DE NUEVO GRACIAAAAAAASSSSSSSSSSS ...TOTALEEEEEEEEESSS !!!!!!...besotes
PAO
P/D: Adjunté algunas fotitos que ilustran humildemente lo que pasó.
Un cuento
En todo este tiempo, antes de escribirlas, durante y luego, pensé mucho en un cuento que leí hace tiempo, varios años, y se lo conté, tal como me lo acordaba (por supuesto, distinto a cómo era) a Lechu. Le gustó lo que oyó, y a mí me dieron más ganas de compartirlo con otros. Pedí autorización y material, recibí uno y otro.
Con una aclaración, que me gustó, que fue la de poner seudónimo. Va entonces, convidando. Ojalá les guste como a mí.
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SIEMPRE
Eran las ocho en punto, y como todas las mañanas abrió los ojos sobresaltado por el timbre del despertador. Miró a su alrededor buscando un indicio, una pista, algún elemento que lo sacase de su estado de asombro. Se sentía vacío, transparente, como si su historia fuerse un espejo estallado en mil pedazos . Un hombre sin historia ni nombre.
Entre medio de sus sensaciones alcanzó a manotear el despertador.
Un sol tenue entraba por la ventana, trayendo recuerdos irreconocibles y mimetizados con esa luz que todo lo tocaba.
Con una mirada profunda recorrió lentamente cada uno de los espacios de la habitación, tratando de descubrir aquello que se le escapaba.
Frente a su cama, sobre una pared rosa viejo, colgaba una reproducción de Esher, aquella donde una mano dibuja otra mano que dibuja a la primera.
A su derecha, en un espejo manchado, lo sorprendió la imagen de un hombre tirado en su cama con la barba a medio crecer y despeinado. Un movimiento involuntario de su mano para espantar una mosca y su reflejo, marcaron en forma inexorable la identidad del desconocido.
La única puerta que había se encontraba cerrada, impidiéndole saber mas del lugar donde se encontraba.
Al lado de la pequeña ventana por donde se filtraba la luz vió una mesa junto a un cartel rojo grande escrito con una letra firme e intensa :
“La oscuridad que te rodea, las sensaciones que te invaden, el aturdimiento que te acompaña tienen una explicación.
Por favor seguí las instrucciones.
- Prepará el despertador para que mañana suene a la misma hora.
- Leé detenidamente el contenido de la carpeta amarilla que está en la mesa verde.
No olvides, al terminar el día, de escribir lo acontecido en la carpeta."
" Somos nuestra historia”
Acompañaba a la nota una firma y una aclarción “Yo”
Cada mañana estaba signada por esta misma rutina.
El despertador, la confusión, la nota y a continuación la lectura minuciosa y regeneradora de sus escritos.
Este rito se repetía desde siempre.
Acariciando cada frase, cada palabra como el tesoro mas preciado, sentía como recobraba la vida, la historia, cada recoveco perdido de su identidad.
Su niñez, sus padres, los sabores, los olores, los colores, las miles de sensaciones perdidas , se ubicaban en su lugar a medida que sus ojos recorrían cada página de la carpeta. Así es como lo hacía todos los días de su vida, como si fuese la primera y única vez.
Eran las cuatro de la tarde cuando terminó de leer la carpeta amarilla. El día casi se había consumido.
Recién ahora sabía que el "YO" de la firma no era otra persona que él. Sabía también que le quedaban pocas horas para vivir. No más allá de las 11 de la noche debería comenzar a escribir la historia del día. Debía cumplir con la rutina porque era la única forma para mantener su recuerdo, su persona, su existencia.
Esta vez, a pesar de saber que el tiempo libre era cada vez más escaso, decidió comenzar a escribir inmediatamente.
28 del mes actual del año en curso. 16 horas.
Hoy desperté y tal cual indicaban las instrucciones releí toda la carpeta amarilla. Pero apenas concluí no pude evitar comenzar a escribir.
Pachelbel suena y me conmueve.
Esta vez no puedo esperar el anochecer.
Sé que cada línea que escriba se multiplicará por cada día de mi vida, y será leída una, cien o mil veces, consumiendo preciosos minutos tal vez destinados a vivir. La disyuntiva es clara, la respuesta correcta no. Necesito seguir escribiendo, y hoy esta es la única respuesta válida.
De golpe las lagrimas comienzan a brotar. No se por que ni para que.
La mentira invade mis sensaciones.
Nada de esto, ni siquiera mis lágrimas, ni esta escritura parecen tener sentido.
Es una pequeña actuación para tratar de invocar algo mágico, especial, para que piense que vivo, que pasan cosas, que soy capaz de emocionarme, que hay algo.
Pero descreo totalmente de las invocaciones. Esto es puro teatro.
Necesito crear un hito en el tiempo, una marca, que me indique que el tiempo pasa.
No es fácil escribir. Hay que tener algo para decir o algo para entender, o tal vez justamente tengo que escribir lo que no se, lo que pienso y me olvido, lo que siento y me olvido. Las cosas no quedan. Tocan y se van, no se hacen carne, dejan de existir una vez acontecidas. Ni siquiera las cicatrices quedan.
Acabo de leer en la carpeta amarilla que en el día de ayer un taxista me dijo:
- Por suerte ahora llego a casa, me saco los zapatos, prendo la tele y me distraigo un poco.
¿De que carajo se distrae? ¿De la vida?.
En este momento Vivaldi, con sus cuatro estaciones invade el aire, pero no encuentro la forma de apropiarme de ello. No puedo hacer que sea parte de mi. No puedo lograr que deje huellas. Estoy solo de vuelta. El dolor y el placer se apoderan de mí
¿Como hacía Vivaldi para sacar de adentro la música?
¿Cómo se hace para poder entrar en contacto con la vida?
Esa noche se sentó nuevamente a escribir su historia. Pero solo escribió dos lineas. Pensó que tal vez era mejor cambiar un recuerdo de su vida por una vida sin recuerdos.
El que no lee
O al que le costaba, que no tenía una relación dinámica con la lectura, el que necesitaba que "le encuentren" el libro que lo va a enganchar. Etcétera, etcétera.
Y desde este comienzo quiero aclarar que esto no es un reclamo hacia mis viejos ni nada por el estilo.
Simplemente era así, por muchos motivos seguramente. Quizás simplemente alguien tenía que ocupar ese lugar. O yo necesitaba ocuparlo durante un tiempo, quién sabe.
Antes de ayer terminé el tercer libro desde que estamos de viaje y con varias otras lecturas en el medio, entre ellas un texto de Graciela Montes, que se llama La gran ocasión. Que también lo leí antes de ayer.
Y la verdad que por un lado me doy cuenta de que es algo que disfruto mucho mucho.
Que no necesito que nadie me busque el libro que me va a enganchar, quizás sí, como todos, me gusta recibir de alguien que quiero un compartir de determinado libro que a esa persona le gustó. Graciela habla de esto, de una sociedad de lectura, de que el lector busca a otro lector, para compartir lo que leyó, para que le llegue un libro de esas manos queridas.
Mi casa siempre estuvo y está llena de libros. Mis viejos y mi hermana leen muchos de ellos. Yo siempre me acerqué más tímidamente. Quizás por contrera, quizás porque la escuela colaboró con esa timidez hacia la literatura, puede ser por muchos motivos, incluso porque mis viejos me hayan tomado como el que no lee. Y repito, no es un reclamo, simplemente una reflexión. También pienso que si ahora disfruto de leer tiene mucho y principalmente que ver con ellos. Me han leído muchos muchos cuentos y novelas cuando era chico. Los he visto disfrutar de la lectura durante años, me han acercado libros o comprado siempre que quise.
Y recién ahora estoy entendiendo mejor que no me importa lo que piensen los demás de mi como lector. Recién ahora, en realidad, está dejándome de interesar si soy "muy lector" o "poco lector" para los demás.
Graciela habla de la lectura en la vida, sin limitarse a los libros. De lo que pasa por dentro de cada uno cuando ve una película, lee un libro, pero también cuando leemos una música, un cuadro, una flor, un bosque, el cielo.
Dice: se pueden leer miles de libros y no haber leído en ese sentido, de generar un sentido propio, de crearse un mundo, de soñar, etcétera.
Y aunque muchos quizás se rían o les parezca absurdo, leyéndola a Graciela me dieron muchas ganas de armar un taller,
semanal,
para chicos,
que tenga que ver con la lectura, con la educación por el arte, con la escritura, etcétera, etcétera, etcétera.
Y desde mi lugar, de dificultad con la escritura quizás, o de incomodidad a veces, de haber leído pocos libros, de tener muchas ganas de leer varios que están dando vueltas, mi lugar de formación permanente, de duda, de certezas, que aparecen y se caen permanentemente y cada vez son menos. Desde mi ignorancia y amor.
Y también quiero decir, que últimamente Martín, Mí compañero de viaje y amigo. Tuvo mucho que ver en todo esto. Supongo que por infinidad de motivos.
Algunos probablemente sean que es imposible alcanzarlo, que no hay competencia posible, entonces eso se cae solito porque la cantidad de libros que ha leído es inconmensurable y la velocidad a la que lee también.
Algún otro quizás sea todo el laburo que tiene hecho en promoción de la lectura y que queramos o no me afecta, me contagia. Todo momento es un buen momento para ponerse a leer para él.
También a veces es como un hermano mayor al que me pongo a imitar y si el se pone a leer me pongo a leer.
En algún lugar le importa tan poco si leo o no que me relaja mucho.
Y por otro me acompaña mucho, y sabe perfectamente lo que hago.
Gracias.
A varios.
Muchas gracias.
Quiero más
Con el goce, el placer, instalado en los ojos, en la mandíbula, en el pecho, en la garganta.
Es increíble el cine. Algo de otro mundo. Es la sensación que tengo ahora, la que tuve desde que empezó a hacerse la historia.
En realidad no era el cine, era una proyección en la Alianza Francesa de Sucre. A ver una película de Stephen Frears, Negocios entrañables. Me pareció excelente, aunque, a esta altura, no se si por la película en sí (igual lo supongo, me pareció, en otras cosas que vi, un director excepcional) o por la sensación de descubrimiento, de hallazgo, por el asombro.
No quería que termine. Para nada quería que termine. Y hace tiempo que no me pasaba esto, al menos de una manera tan intensa.
Desde el día en que llegamos a Sucre, el domingo, y vimos el cartel, estuve pensando en este momento. Estos días, a cada rato me acordaba y me ponía contento. Es raro, porque, al fin y al cabo, es una película. Algo que, en mi vida cotidiana, tengo frecuentemente, y muy al alcance de la mano.
Sin embargo, el hecho de que hacía por lo menos dos meses que no iba, y (sobre todo, creo) el hecho de estar de viaje, sin posibilidad de acceder a lo que tengo todos los días, me hizo tal vez encontrármelo de otra manera. Sentí, realmente, como si fuera la primera vez que iba al cine. Viajé a Londres, me preocupé, angustié y alegré con los personajes, sentí los olores y los fríos de la calle, los cuartos del hotel y la morgue. Y disfrutando a cada momento del desplazamiento, del otromundo, del otroterritorio.
Y al salir, la sensación de "quiero más". Como un niño que va por primera vez al cine (creo que algo así dije la primera vez que fui, o mi hermano, será mi madre quien corrija el recuerdo que me contó). Como descubrir algo nuevo, totalmente nuevo, y hermoso.
Inmediatamente, incluso durante la película, pensé en el blog, en la militancia por la poesía, en los puentes culturales, en las ventanas que se abren. Quiero decir, en todo lo que vamos haciendo (en el viaje y no sólo).
Pensé, puntualmente, en las propuestas de abrir espacios de cine con Puentes Culturales. En lo que deben sentir los que se encuentran con un espacio así de pronto: una buena película, en un lugar más o menos cómodo para verla. En donde antes no estaba.
También en la importancia que tiene para mí el cine. Una importancia de la cual soy consciente, pero tal vez no tanto.
(realmente, la sensación era de estar desbordado de placer)
Muchas veces digo que una de las razones (no la única, claro está) por las cuales me dedico a esto (la promoción de la lectura, la educación por el arte, etc., en tanto política cultural) es porque quiero que, en cualquier lugar donde viva, yo y mis hijos (cuando los tenga) y la gente querida tengamos estas posibilidades (hoy lo dije, por ejemplo). Hoy me doy cuenta: quiero llegar a cualquier lugar y poder ver una buena película, tener acceso a novelas, libros de poesía, libros de fotos, cuadros, árboles, entre tantas otras cosas. Y si lo quiero yo, claro, también lo pueden querer otros (y necesitar). Todos, yo diría, aún cuando muchos no lo sepan.
Decía, en otras entradas, que esto del viaje tiene algo del reaprender todo desde cero. Que hay un extrañar lindo, que invita a reencuentros intensos, hermosos.
Hoy aprendí que existe algo como el cine. Y que es lindo, lindo, lindo.
Quiero más.
Los objetivos
- Propiciar la expresión creadora en personas que habitualmente no tienen esa posibilidad
- Sensibilizar a los participantes con una gama amplia de lenguajes artísticos, no para formarlos como artistas, sino para que puedan disfrutar de ellos
- Generar espacios comunitarios donde se integren el pensar y el sentir, desarrollándose y resignificándose así los vínculos sociales y símbolos que los enmarcan.
De chicos y grandes
Hablábamos de lo difícil que es poder verlo, ya que entran una cantidad de variables imposible de abarcar.
Pero muchas veces es clarísimo, viendo quizás personas distintas, pero como las relaciones, las experiencias de chico lo marcan a uno y le dejan formas de hacer las cosas, formas de relacionarse con los otros, con las cosas.
Ahora, habiendo leído Las herencias I, (que me resuena y me expresa por todos lados) pienso también en las herencias positivas digamos. Ayer, observando a una familia con su beba pensaba más en lo otro, de alguna forma en todo lo que recibimos las personas para trabajar digamos, para transformar. Pensaba también y pienso, en lo distinto que debe ser un padre o una madre, que se pregunta cosas, que va cambiando, que se modifica, que hace terapia o lo que haga para ampliar su espacio poético, para repensarse, para ser conciente de sus debilidades y uno o una que no lo hace, que sigue derecho, sin cuestionarse la forma de hacer las cosas, que no se pregunta.
Sin dudas después de pensar un rato siempre llego a una conclusión parecida y es que lo "mejor" es intentar un equilibrio.
Porque tanto Mar como yo tenemos quizás demasiadas preguntas, quizás nuestras familias se piensan demasiado, no lo se. No estoy seguro y tampoco se del todo si él piensa lo mismo. Pero aunque sea yo, más de una vez sentí ganas de seguir más derecho y preguntarme menos.
En este momento elijo preguntarme, creo que está bueno, pero muchas veces veo personas que siento que viven como si fuera de una manera más simple, algo así. Y siento que son más felices.
Y nuevamente pienso que lo que está bueno es el equilibrio.
Ahora, por momentos me voy un poco más al extremo y siento que un padre o una madre que no se pregunta nada, está siendo.... No se... Pero algo negativo con los hijos.
Sin duda siempre se le pasan mambos a los hijos y no quiero que se entienda que para mi los padres y madres tienen que ser de determinada forma con los hijos o ser algo que no son. También creo profundamente que uno como padre transmite lo que es y no lo que intenta ser o lo que dice.
Pero por eso me parece que está bueno repensarse, tranformarse, buscarse, encontrarse, desencontrarse, seguir buscando, disfrutar mucho, eso todo lo que se pueda.
La verdad que siento que me estanqué.
Que cualquier cosa que ponga ahora es aseverar cosas que no si están buenas, que no se si son realmente lo que pienso, vinieron muchas preguntas. Viene también un poco de miedo de pecar de soberbio al pensar que yo tengo la posta y que los demás están haciendo las cosas mal. Es tan delgado el límite que a veces me da mucho miedo, es como un precipicio.
Bueno, por ahora lo dejo acá.
Ojalá comenten, así se mueve...